Tren Nocturno

Martin Amis

Autor: Martin Amis

Martin Amis, escritor inglés nacido en Oxford, sitúa su relato en una ficticia ciudad norteamericana.

La primera parte tiene forma de diario- escrito por Mike, la detective- y contiene los elementos propios de una novela policial: hay un cadáver, un arma, y se busca al culpable y los móviles del crimen.

Las pruebas apuntan a un suicidio, pero como fueron tres los disparos, surge la duda y se inicia una investigación. Hasta este momento creemos que la novela responde al género policial y el lector experimenta el suspense propio de un caso criminal que debe ser resuelto.

En la segunda parte se abandona la forma de diario, y la novela se aleja del género prometido al introducirse en el mundo filosófico. Acertadamente, Amis titula la primera escena de esta parte: “Autopsia psicológica”, tarea que Mike se propone para encontrar el por qué de una muerte aparentemente absurda. El suicidio se convierte en el tema a desarrollar: Mike sigue las pistas, interpreta las estadísticas, señala los elementos comunes en estos casos, para ver si Jennifer encaja con el perfil de una suicida.

Finalmente, en la tercera parte, Mike se enfrenta a las conclusiones de su investigación: las pistas eran falsas, no hay motivo aparente para este crimen, entonces ¿cómo se explica que Jennifer tomara una decisión de este calibre? El desenlace es sutil, no hay una respuesta concreta, pero a lo largo de la novela ha emergido una Jennifer contradictoria, y la única persona que conoce a la verdadera Jennifer, es Mike. Esa Jennifer- que vislumbra Mike-, ilumina al lector quien intentará comprender lo incomprensible.

El párrafo inicial, es un buen hallazgo, porque nos introduce con un interés casi morboso, en la locura que se va a narrar:

“Lo que me dispongo a ofrecer aquí es el relato del peor caso que me ha tocado resolver en toda mi carrera. El peor caso para mí, se entiende. Cuando eres poli, el término “peor” es un término muy elástico. No se puede fijar bien cuál es su alcance. Sus fronteras se ensanchan un día sí y otro también. “¿Peor?”, diríamos enseguida. “No existe tal cosa, no existe peor.” Pero para la detectiva Mike Hoolihan éste fue el peor caso.”

DOS PERSONAJES ANTAGÓNICOS:

Los dos personajes femeninos son los ejes de la narración: Mike y Jennifer. Creo que ambas tienen categoría de protagonista.

Cuando muere Jennifer, su padre Tom, pide ayuda a Mike, una mujer policía en quien deposita toda su confianza.

A pesar de que Mike y Jennifer se conocían bien y circulaban en una ciudad pequeña en donde los rostros son siempre familiares, sus vidas eran opuestas en todo. Jennifer representa la cara bella de la juventud y Mike la cara fea de esa misma juventud.

Una era físicamente espectacular, tenía un novio estupendo, un trabajo interesante, dinero, salud, una familia unida, y se le recuerda como una chica querida y aceptada. La otra es una mujer tosca y masculina, sus novios son vulgares y la tratan mal, vive en una casa de bajo alquiler, su trabajo está relacionado con el mundo del hampa, ha sido alcohólica y de pequeña la violó su padre.

A parte de vivir en la misma ciudad, lo único que tienen en común estas mujeres, es la inteligencia. Las dos destacan en su vida profesional, son talentosas y se desempeñan con eficiencia.

Pero, a pesar de ello, por su historia personal, Mike encarna a la perdedora objetiva, y por lo tanto es, en teoría, una candidata más idónea para el suicidio que Jennifer, quien a su vez, resulta la ganadora nata: tiene todo lo que uno desearía tener para ser feliz.

Si nos detenemos en algunos pasajes en donde se cruzaronon a lo largo de sus vidas, observaremos algunas constantes que ratifican los roles que tenían asumidos:

“… me encontré de pronto con la mirada de Jennifer, que sonreía por encima de la copa de vino blanco que llevaba haciendo durar toda la velada. (Todo el mundo estaba como una cuba, por supuesto; no sólo yo). En aquella ocasión pensé que Jennifer era un ser realmente dotado para la felicidad. Se percibía en ella una gran gratitud. Yo habría necesitado un megatón de whisky escocés para arder así por dentro, pero a ella le había bastado media copa de vino para parecer enamorada…” (pág. 21).

“Después del tratamiento de desintoxicación pasé toda mi convalecencia en el hogar de los Rockwell… Y Jennifer Rockwell, que entonces tenía diecisiete años, venía a leerme por las noches…” (pág. 35).

Respecto al suicidio, actúan de manera antagónica: Mike sabía toda la teoría, era una experta en el tema (“…solían llamarme “Mike Suicidio”) pero fue Jennifer quien lo llevó a la práctica.

El vínculo entre las dos es Tom, el padre biológico de Jennifer, y el padre postizo de Mike. Curiosamente, quien ayude a Tom y le resuelve sus problemas es aquella que no es su verdadera hija. La verdadera, lo agrede de una manera irreparable:

“Tráeme algo con lo que me sea posible seguir viviendo. Con esto me resulta imposible”. (pág. 32).

Tom es una figura demandante para Mike, y ella responde fielmente, como en otros casos anteriores:

“Mi Mike Hoolihan va a ocuparse del asunto”. Me metí a los lavados y me puse a dar de gritos. Y luego me ocupé del asunto y resolví el caso” (pág. 112).

La actitud de Mike- ante este hombre que la valora- es de gratitud. Después de que su padre biológico la violara, humillándola. Tom, le devuelve la fe en la vida.

Tom también es importante para Jennifer, ella también intenta agradarlo. Por eso construye las pistas falsas, sabe que, como buen policía, su padre necesitará manejar datos concretos para luego interpretarlos: si tomaba litio, si comenzó a desvariar, si falló en el trabajo, entonces era víctima de la enfermedad. Y eso tranquilizará a todos: la enfermedad aparecería como la única culpable.

Por eso mismo, cuando Mike descubre que las pistas eran “cortinas de humo”, oculta la verdad para que Tom sufra menos. Asume la complicidad que le reclama Jennifer y calla. Una vez más se comporta como una hija fiel evitando sufrimiento a la familia. Mike asume sus conclusiones, pero como las encuentra perturbadoras (no tranquilizadoras que era lo que Tom quería oír), se las guarda: llevará el peso de la verdad a solas, para proteger a aquellos a quienes ama. La detective, dura y ruda, es un personaje bondadoso.

EL SUICIDIO:

Amis intenta montar una teoría sobre el suicidio, para luego desmontarla.

Lo primero que quiere saber es quiénes se suicidan.

Según las estadísticas que repasa Mike, los que se matan no son jóvenes, Jennifer lo era. Suelen ser reincidentes, ella lo logra a la primera. Dejan una nota de despedida: Mike creía que Jennifer no la había dejado. Pero a pesar de no dar el tipo, se suicida.

Desconcertada, Mike intenta sistematizar y elabora una lista de advertencias:

“No trabaje en cosas de la muerte. No trabaje en productos farmacéuticos.

No sea inmigrante. No sea alemán, sobre todo recién llegado.

No sea rumano. No sea japonés.

No viva donde no haya sol.

No sea adolescente y homosexual. Uno de cada tres lo intentará.

No sea nonagenario en Los Ängeles.

No sea alcohólico. El alcoholismo no es más que un suicidio a plazos.

No sea esquizofrénico. Desobedezca a esas voces que oye en su cabeza.

No se deprima. Anímese.

No sea Jennifer Rockwell.

Y no sea hombre. Sobre todo, sea lo que sea, no sea hombre.”(pág. 93).

Como Jennifer no entra en ninguna de las categorías posibles, crea una categoría para ella (No sea Jennifer Rockwell). Irónicamente, la que estaría incluída sería Mike: trabaja en cosas relacionadas con la muerte, y ha sido alcohólica. Entonces, ¿para qué sirve la teoría?

El mismo hecho de hacer la enumeración, y hacerla con humor, es una manera de burlarse de la teoría.

Mike reconoce que antes se creía que los asesinatos tenían un móvil concreto, pero las cosas han cambiado:

“…La gente ha matado incluso por nada. Se ha tomado la molestia de cruzar la calle para matar por nada”. (pág. 162).

“El suicidio no ha cambiado. Pero, ¿y si cambiara? El homicidio ha prescindido del porqué. Se dan homicidios gratuitos. Pero uno no se…” (pág. 163).

Creo que esta es la tesis de Amis: es innecesaria la búsqueda de razones objetivas que expliquen un suicidio. Nada lo justifica, más allá de la locura del momento. Dolores, frustraciones, pérdidas, enfermedades terminales, son comunes a la humanidad, pero no todos los que las sufren se suicidan. Ni siquiera la mayoría. El suicidio es un gesto autodestructivo que escapa a la comprensión racional.

En Tren nocturno hay personajes que, por lógica, resultan más propensos a la auto eliminación, como Phyllida, por ejemplo. Ella y Mike tienen familias inestables, viven relaciones difíciles, sienten la locura acechando en cada esquina, pero no provocan su muerte. Entonces, ¿cómo explicar la de Jennifer?

Porque el ser humano es complejo y contradictorio, y la subjetividad escapa a un análisis lógico. Lo interior no se puede evaluar, lo único que se puede evaluar es lo objetivo.

Y porque Jennifer lo sabía, quiso dejar pruebas de una enfermedad mental que la explicara ante los otros. Cuando Mike descubre que ella las fabricó, cuidando rigurosamente hasta de los mínimos detalles, se da cuenta del estado patológico de Jennifer. La maniobra es una manifestación de su insaciable anhelo de perfección: incluso matándose debió cumplir las reglas de quien, en teoría o según las estadísticas, se mata de la manera “más correcta” que pudiera imaginar.

Este es el personaje que descubre Mike: Jennifer era una perfeccionista patológica. Ejercía un autocontrol asfixiante sobre sí misma que la debió agotar. Ser perfecta hoy, mañana, y siempre es imposible. Sobre todo, no es normal. Tampoco es sano. Se construyó un personaje ideal y tenía que responder a ese modelo, le gustaba que la gente la viera perfecta, y hacía lo indecible para que la siguieran viendo intachabable. Para lograrlo, ejercía una labor controladora y rígida sobre sí misma.

Hay un pasaje muy interesante al final de la novela:

“En el Times de hoy aparece un artículo sobre un trastorno mental recientemente tipificado: el síndrome del Paraíso. Pienso: No busques más. Eso es lo que tenía Jennifer. Es un trastorno por el que ciertos multimillonarios ignorantes- estrellas de los seriales de la tele, y del rock, y de los deportes- consiguen “montarse” ciertas penas de las que lamentarse. Ciertos cepos…, ciertas trampas en el paraíso… De forma semejante, Trader era “el amante más tierno del planeta”…, ¿pero cuánta ternura es esa? Miriam era la más dulce de las madres…, ¿pero cuánta dulzura es ésa? Y el coronel Tom era el más amoroso de los padres…, ¿pero cuánto amor es ése? Jennifer era bella, pero ¿cómo de bella?….” (pág. 184- 185).

Si reelemos las descripciones que los otros hacen de ella, veremos que es una mujer excesiva en todos los aspectos de su vida. Y el exceso, aunque sea de lo bueno, no es equilibrio:

Opina su padre:

“… Has conocido en tu vida a alguien más feliz que Jennifer? ¿Has oído hablar en tu vida de alguien más feliz que Jennifer?” (pág. 31).

“… ¿Por qué estaba desnuda, Mike, Jennifer. Miss Recatada. Una chica que jamás tuvo bikini. Con el tipo que tenía…” (pág. 32).

¿Es normal que no usara bikini? ¿Por qué temía a su cuerpo, o a lo que su cuerpo pudiera despertar en los otros, siendo una chica joven y guapa? Hay algo extraño en ese pudor exacerbado, parece el reflejo de una relación turbadora y no resuelta con el poder de su físico: si su imagen es muy seductora, ella prefiere neutralizarla.

“Hemos llamado a todo aquel que pudiera tener una opinión sobre Jennifer y Trader como pareja, y los dos hemos cosechado la misma historia rosa: una pareja ideal, parecían hechos el uno para el otro…, todo beatífico”. (pág. 44). (Habla Mike).

“Jennifer? Siempre estaba alegre. Siempre alegre”. (pág. 56). (Lo dice la vecina).

“Si te encontrabas con ella en una fiesta, por ejemplo, o por la calle en el centro, no sólo te saludaba y pasaba de largo. Siempre tenía unas palabras para ti. Siempre te dejaba algo de sí misma”. (pág. 57). (Recuerda Mike).

Cuando Mike interroga a Trader sobre el estado de ánimo de Jennifer el día en que se mata, minutos antes de dispararse, él responde:

“Normal. Alegre. Alegre como de costumbre”. (pág. 71).

“Has conocido a alguien más equilibrada que ella?” (pág. 84). (Habla Tom).

“…Jennifer no estuvo enferma ni un solo día de su vida… Como individuo, Jennifer era poco menos que excepcional”. (pág. 97). (Opina su médico).

Su vida sexual, según Trader:

“…el último año la frecuencia bajó a una o dos veces al día”. (pág. 153).

La única persona que habla de Jennifer con un criterio amplio, y sin dejarse deslumbrar por ella, es su jefe en el laboratorio en donde trabajaba. Por lo que él dice, deducimos que el trabajo fue un lugar privilegiado en donde Jennifer pudo dialogar y dudar, sin temor a perder su buena imagen. Al estar observando el universo, la relatividad de las cosas resulta más evidente. Disminuye, por lo tanto, la medida de lo humano, aumenta la sensación de vacío, y aparece el absurdo. ¿Para qué tanto esfuerzo si no somos más que un punto en el espacio?

El jefe de Jennifer dice:

“… Ahora tenemos una idea de lo realmente frágil y aislado de nuestra situación, y yo creo, como Jennifer, que cuando todo esto- toda esta información inexistente hace tan sólo sesenta o setenta años- se instale en nuestra conciencia, tendremos una visión muy diferente de nuestro lugar papel en el universo. Y toda esta lucha incesante, toda esta competición desaforada, toda esta lucha despiadada entre humanos se verá reducida a su verdadera y vana dimensión. La revolución está al llegar, detective. Y es una revolución de la conciencia. Y Jennifer creía en ello”. (pág. 121).

Incluso habla de la fragilidad de Jennifer:

“No. Estaba siempre alegre. A veces se sentía frustrada. A todos nos pasa. Porque nosotros… estamos siempre al borde del clímax. Sabemos mucho. Pero en nuestro saber hay lagunas más hondas que el Vacío de Bootes”. (pág. 122).

Sólo en su vida profesional actúa como una chica normal, cambiante, con altos y bajos como cualquiera, con dudas y preguntas sin resolver.

Hay dos claves en los detalles de la muerte: uno es que se mata desnuda, a pesar de su conocido recato, y esto puede responder al deseo de mostrarse tal cual era: sin ropa que la cubriera, ni la tapara, ni suavizara el momento. Y el otro es que lo hace con la cabeza cubierta con una toalla, movimiento opuesto al desnudarse: ¿será que quiso amarrar al órgano que ejercía tanto control sobre sus actos para poder llegar al final?

Trader, su amante y compañero, es un personaje similar a Jennifer. Está siempre impecable, todo lo hace bien, responde con corrección a todo. Los dos se debieron mirar y admirar en el espejo del otro sin admitir jamás un error, ni exigirse una mejora, como dos “perfectos” narcisos.

Cuando ella le falla, él se da cuenta de la soledad de ambos, por eso le cuenta a Mike la metáfora del cartero a quien, la víspera de ser despedido, le organizan una fiesta y le regalan una noche de sexo y dinero. Fue lo que ella hizo con él, darle migajas y mantenerlo al margen de sus dudas existenciales.

EL PARALELO ENTRE MIKE Y JENNIFER:

Hay tres momentos en la novela en donde se usa la expresión “Lo siento… lo siento… lo siento”.

La primera es cuando Mike se dispone a contar el caso. La segunda, en la carta que Jennifer le deja a Trader de despedida. Y la tercera, cuando Mike termina su relato. De esa manera, la identificación de las dos mujeres es obvia, en el aspecto formal. Ambas usan de manera reiterativa la misma expresión (“Lo siento”) que manifiesta una actitud resignada, por un lado, y culposa, por el otro.

En realidad. la novela es un diálogo entre las dos. Jennifer actúa, retando a Mike, quien devela los motivos de su actuación. Y como resultado de lo que Mike descubre, ¿decide suicidarse, ella también, en un acto de complicidad?

Al introducirse en el alma de Jennifer, la vida de la detective no volverá a ser la misma. Ha tocado fondo ella también. Ha descubierto el absurdo. Incluso nos ha dejado una pista: su identificación con el tren nocturno.

El tren nocturno es la imagen del suicidio, según lo define Mike:

“El suicidio es un tren nocturno, un tren que te lleva velozmente a la oscuridad. No podrías llegar tan rápido de otra forma, o por medios naturales. Compras el billete y subes a bordo. El billete te ha costado todo lo que tienes. Pero no hay trayecto de vuelta. Este tren te lleva al interior de la noche, y te deja en ella. Es el tren nocturno”. (pág. 89).

Ahora bien, la imagen del tren nocturno sólo aparece cuando irrumpe en escena Mike. Son palabras que salen exclusivamente de sus labios, como si la imagen le perteneciera a ella, o ayudara a definirla:

La primera vez que las pronuncia, sirven para enfatizar su precaria situación económica:

“… me acababa de despertar de una cabezada el tren nocturno, que pasaba temprano como todos los domingos. El tren nocturno que hace temblar el suelo de mi apartamento. Y permite que no me suban el alquiler”. (pág. 16).

La segunda, es cuando Mike habla de lo infeliz que es ella en el amor: desaparece Dennis de su vida, y aparece Tobe:

“… ¿Es Tobe que vuelve, que empieza a subir las escaleras? ¿O es el primer barrunto lejano del tren nocturno? El edificio siempre parece oír llegar al tren nocturno, prepararse para su paso en cuanto oye en la lejanía su desesperado lamento.

No vivo sola. No vivo sola. Vivo con Tobe”. (pág. 41).

La tercera, es cuando Mike define el suicidio, ya vimos la cita.

La cuarta, es cuando piensa en la difícil y traumática relación que tuvo, y tiene, con su padre violador:

“Nunca he dejado de querer a mi padre. Siempre que pienso en él, y antes de que pueda hacer algo al respecto, siento que mi amor por él me desborda.

Ahí viene el tren nocturno. Primero ese sonido como de cuchillos que alguien estuviera afilando. Luego el grito, duro pero sinfónico, como un arpegio de cláxones.” (pág. 136).

La quinta, es cuando recuerda el cambio de trabajo que le impusieron, cambio que a ella no le gustó:

“Cuando dejé de trabajar en Homicidios y no tenía mucho que hacer durante el día- fuera del lento trabajo de mantenerme sobria- , solía quedarme en vela, por tarde que fuera, hasta que pasaba el tren nocturno….” (pág. 157).

La sexta, es cuando Mike descarta la última posibilidad de encontrar una razón objetiva al suicidio de Jennifer. O sea, cuando Mike se enfrenta con el absurdo.

Y la séptima y última es al final, cuando después de hablar con Tom y mentirle respecto a la muerte de Jennifer, se va a beber. En su caso, beber es igual a matarse. Se lo han advertido los médicos: una copa puede ser fatal para una ex alcohólica como ella. Pero Mike no puede más, lo que ha descubierto es muy fuerte de asimilar, descender a la oscuridad de Jennifer ha sido una experiencia tremenda. Y ella, que siempre ha jugado con “el tren nocturno”, o que lo ha esquivado, decide arriesgar:

“… Ahora me voy a Battery a recorrer su larga hilera de tabernas… y se acerca el tren nocturno…” (pág. 190).

Que Mike se mate, no es una certeza. Lo cierto es que ella juega con la muerte al no hacer nada por evitarla. Bebo, y asumo mis riesgos, parece ser una despedida.

 

Los textos seleccionados son de la edición de bolsillo de la editorial Anagrama, primera edición 2002. Traducción de Jesús Zulaika.