El movimiento del cuerpo a través del espacio

Lionel Shriver

La novela norteamericana contemporánea tiene, en general, una mirada crítica al mundo que presenta: el mundo de los Estados Unidos con sus características y sus problemas. El realismo es la fórmula perfecta para esta tarea, con ese enfoque no hay mucho espacio para la insinuación, la fantasía, o la ambigüedad.  Se puede caricaturizar, sí, pero la exageración sirve para señalar de manera inequívoca la realidad, se exagera para que quede claro el sentido: el patetismo, la ridículez, o el sesgo infantil de ciertas conductas o comportamientos. Lionel Shriver (USA, 1957) o Gary Shteyngart en Lake Success, por citar a otro escritor leído recientemente,  describen la realidad que conocen y la cuestionan desde dentro.

El movimiento del cuerpo a través del espacio, título poco atractivo y algo pretencioso -mezcla de física y filosofía- aborda temas delicados que uno prefiere ignorar, como la decadencia física en el proceso del envejecimiento. Sin contemplaciones ni asomo de piedad, la narradora cuestiona la moda del ejercicio competitivo como actividad casi principal de la vida y las conductas que esta postura extrema favorece. El relato se estructura alrededor de dos personajes: 

-Serenata Terpsichore de sesenta y dos años, una mujer centrada en sí misma, poco empática, dato que resulta aún más alarmante por su extrema franqueza, una persona directa que no conoce la delicadeza, sólo la honestidad y el deseo de no ser molestada. Trabaja como artista de la voz en off en grabaciones de audios, practica muchos deportes en soledad, no le gusta competir. Madre de dos hijos con quienes tiene una relación distante, sin embargo Serenata es cercana con su marido, Remington, con quien mantiene diálogos directos, divertidos y provocadores. Lo que preocupa y sorprende a esta señora, al inicio del relato, es el cambio tan abrupto de Remington después de perder su puesto de trabajo.

-Remington Alabaster es un hombre tranquilo, ingeniero de profesión, honrado y con pocas inquietudes fuera del trabajo. Por rivalidad con su nueva jefa, Lucinda Okonkwo, es despedido de la empresa donde trabajó muchos años. Humillado, se ve obligado a iniciar una nueva etapa. Curiosamente, decide consagrarse al esfuerzo físico, sometiéndose a entrenamientos duros, en compañía de gente distinta a su medio, con ellos comparte la obsesión por conseguir logros muy elevados tratándose de un hombre no deportista con sesenta y cinco años. Todo ello aporta a la familia una nueva dinámica, totalmente ajena al mundo que tenían. El desencuentro que se produce a raíz de este tema, entre Serenata y Remington, será el eje de la novela. 

Shriver consigue un buen análisis de un matrimonio que se llevaba bien, con un nivel óptimo de comunicación, muy centrados en la pareja y que de pronto tiene que adaptarse a un cambio. El hecho genera dudas en la mujer. Miedo por la salud de su marido dado el nivel de compromiso y la presión impuesta por la entrenadora, llamada Bambi, personaje maquiavélico que introduce una mirada muy crítica a la señora de la casa. Pero hay un detalle importante que sólo hemos mencionado de pasada: Serenata siempre fue deportista y justo en el momento que Remington empieza a entrenar, ella sufre una lesión de rodilla que le impide mantener el ritmo al que estaba acostumbrada. Mientras ella retrocede, él irrumpe en ese terreno, con fanatismo y obsesión. La vida de Remington se centra entonces en ganar una maratón, luego un triatlón… y así sucesivamente. Fracasando siempre por falta de condiciones pero engañado por su entrenadora que se beneficia económicamente con él.

El choque entre marido y mujer es el pretexto que elige Lionel Shriver para hacer una radiografía de la cultura norteamericana: 

LOS PREJUICIOS RACIALES; ÉTNICOS Y DE LA IDEOLOGÍA DE GÉNERO: 

En la disputa de Remington y su jefa acerca de las luces que deben comprarse para mejorar el alumbrado público de Hudson, ciudad en donde viven, aparecen estos rasgos de insensatez. Remington maneja criterios técnicos, basados en una literatura que ofrece información de los pros y contras de los diferentes elementos a considerar. Lucinda Okonkwo, una joven vengativa, decide justo lo contrario a lo propuesto por Remington para demostrar su autoridad, quitándoselo de en medio. Ella, que no tiene experiencia en estos temas, ejerce su voto sin profesionalidad, quizá porque es consciente de que muchas circunstancias la favorecen: es mujer, de raza negra, inmigrante. Pertenece a una minoría, y eso, en un mundo frívolo y cargado de poses, la autoriza a ejercer según sea su capricho.

En el despido de Remington se percibe la fragilidad del sistema y la banalidad que triunfa. Esto es evidente cuando la empresa organiza un comité que lo interroga, se le acusa de un golpe de puño que dio en la mesa de Lucinda Okonkwo ante la frustración por no ser escuchado. En el diálogo entre los trabajadores elegidos para representar a la empresa y Remington, vemos la falta de seriedad en la manera de manejar ciertos temas que son de interés público, temas importantes que se deciden por rencillas personales. Como ejemplo, unas líneas del comité que acusa a Remington y victimiza a Lucinda:

“TRINITY: Los hombres blancos heterosexuales solo tienen derechos, así que, por un momento dejan de tenerlos…
REMINGTON (con insistencia): Lucinda Okonkwo estudió en Horace Mann, un    colegio de secundaria privado. Fue a Columbia y debió pagar la matrícula completa, porque… bueno, le pregunté por su entorno familiar y está muy orgullosa de que su padre se forrase en la industria del petróleo en Nigeria. En Lagos, los Okonkwo pertenecen a la alta sociedad y ella se desvivió en dejármelo bien claro y en un espíritu que sólo puedo definir como propio de quien se siente con derecho a hacerlo. Ahora su familia vive en un barrio de Manhattan donde yo nunca podría permitirme vivir, y mucho menos podrían habérselo permitido mis padres. Crecí en una casa inmunda donde vivíamos apretujados, en una zona muy apartada y de mala reputación de Hudson, estado de Nueva York. Fui el primero de mi familia en ir a la universidad. Mi padre era peón de la construcción y mi madre limpiaba pescado. ¿Quién es el privilegiado aquí?

TRINITY: La señora Okonkwo ha padecido, por motivos raciales y de género, una discriminación que Ud. no podría imaginar.

REMINGTON: Pero Ud. sí.

TRINITY: Tratar de imaginarlo, sí, se ha convertido en el trabajo de mi vida. Aunque siempre respeto la experiencia vivida. Sea cual fuese la posición económica de la familia, la señora Okonkwo, habría sido objeto de discriminación…

REMINGTON: Y a este juicio farsa no lo llaman discriminación?

TRINITY: Por favor, ella ha sido objeto de una discriminación que tiene su origen en el mayor crímen de los Estados Unidos contra la humanidad, a saber la esclavización masiva de su pueblo. En comparación, su madre limpiando pescado, Señor Alabaster, no es importante”. (pág. 166-7).

Inmediatamente después de este despido, Serenata se queda sin trabajo por una nueva moda que irrumpe catalogando de vergonzoso e indigno el hecho de que sea un blanco quien imite acentos de negros, asiáticos o latinos. Criterio que no se aplica en el sentido contrario, el argumento que esgrimen es absurdo y falto de lógica pero favorece a un movimiento social con tintes racistas:

“-Esos lectoras de las minorías… -dijo Serenata-, ¿saben hacer acentos blancos? ¿Un pobretón del sur profundo que arrastra las palabras? ¿O el acento nasal de Nebraska?
-Eeeh… -dijo Jon-. Algunos sí, algunos no.
-¿Y por qué eso no es “imitación”?
-Dale la vuelta –dijo Coca-, Supongo que averiguarás qué se siente estando al otro lado”. (pág. 258-9).

En esta cultura de tópicos y reivindicaciones culposas, Shriver evidencia la diferencia cultural entre la juventud y los padres de esos jóvenes, como si el mundo norteamericano hubiera cambiado de manera radical respecto a las aspiraciones comunes, alejándose de lo que fue, en su día, “el sueño americano”:

“… la legión de los menores de treinta era hija de una generación cuyo concepto de “mejora personal” estaba vinculado por completo a la dieta y el ejercicio; en cambio, para los contemporáneos de Griff, mejorar había significado ampliar el vocabulario y aprender francés…
…Los jóvenes querían status; los veteranos querían sentido”. (pág. 346).

EL REFUGIO DE LAS SECTAS:

La desorientación aparece en la vida contemporánea y mucha gente no sabe cómo manejarla. Comienzan a proliferar, en Estados Unidos, sectas de todo tipo que ofrecen seguridad a cambio de obediencia: el sujeto que busca amparo debe  cumplir con las normas impuestas sin cuestionarlas y responder con respeto y sumisión a la autoridad que se comporta como el único guía posible. En El movimiento del cuerpo a través del espacio, tenemos dos ejemplos: la religión en el caso de Valeria, y los entrenamientos para la maratón, triatlón y metatrón que obsesionan a Remington. 

“… a Serenata el incesante “alegría, alegría, alegría” le retumbaba en la cabeza como un mazazo. Era perverso usar la redundancia  de esa increíble felicidad como una cachiporra. ¿Le gustaban de verdad a alguien esos cánticos? Serenata aún tenía que discernir si a Nancee y Logan los habían adoctrinado a machamartillo o si estaban haciendo una imitación endiabladamente bien preparada de niños adoctrinados. Tenía el mismo problema cuando se trataba de analizar entrevistas a peatones en Corea del Norte”. (pág. 103).
“Pocos aficionados de esa pequeña ciudad ligeramente deprimida podían permitirse pagar una mensualidad así. Vamos, que su familia tampoco podía. Pero ni siquiera un entrenador bien pagado estaba obligado a pasarse por la casa de un cliente cinco veces por semana para poner los pies en la silla que tenía delante y pasarse la palma de la mano por los duros montículos de los cuádriceps o para recompensar la ocasional ocurrencia de Remington con una risotada gutural, desproporcionada para un chiste más bien malo. En la adoración que le profesaba Bambi parecía haber, si no un elemento maternal, sí al menos un toque de posesión. Remington se había convertido en su criatura”. (pág. 178).
“-Yo no importo. Para Remington no cuenta nada ni nadie que no tenga que ver con el triatlón. A menos que yo compre comida y bebida para otra juerga con su club, solo soy una molestia. A fin de cuentas, según el Libro de MettleMan, la cumbre del logro espiritual es el ensimismamiento total”. (pág. 215).
“Repudiar la carne era casi una constante de todas las confesiones, cuyas vertientes fundamentalistas fomentaban el ayuno, la flagelación, el celibato y el sacrificio. Durante la Cuaresma se renuncia a algo que nos gusta especialmente. La religión siempre había sido enemiga del placer. Como muchas otras teologías oficiales, MettleMan colocaba el sufrimiento, el sacrificio y la conquista del espíritu por encima de los deseos mezquinos y degradantes, y las quejas de nuestro envoltorio carnal. Estaba repleto de santos (los profesionales) y de vestimentas eclesiásticas (las camisetas para los que llegaban a la meta)…
…Mettleman introducía a los fieles en una comunidad de almas afines fomentando así una sensación de pertenencia. Lo más importante es que también ofrecía lo contrario, esa exclusión en que a menudo las religiones confían aún más que en la comunidad. Así pues, igual que los credos tradicionales rechazan al infiel, al hereje, al cafre, ese culto llamado “tri” situaba a una selecta élite por encima de los fofos, los blandengues, los inactivos. Tentaba con la perspectiva de redención, resurrección y nacimiento incluso a pecadores empedernidos como Hank Timmerman- Bambi podía haber asignado a sus discípulos el papel de santificados, de privilegiados, su pueblo elegido, pero también valerse de la práctica noción comercial de que cualquier inservible podía convertirse en un campeón en nueve meses.” (pág. 248-9)

Con sarcasmo, Shriver ataca el furor de estos grupos que tienen falsos valores, si  podemos hablar de valores. En realidad, se trataría de un lavado de cabeza, una oferta de cambio y auténtica felicidad minorizando el sufrimiento, y en el caso de Remington, el peligro que implica tal esfuerzo. Es un engaño. Cuesta entender que un hombre como él haya caído tan bajo, un ingeniero, un ser racional a quien hemos visto superando a los empleados que lo censuraban en el comité, ahí donde comprobamos su valía, sus conocimientos, pero ¿qué sucedió después? ¿Cómo no detecta la falsedad de su entrenadora? La ceguera se explica por el deseo de cambiar, de encontrar una nueva vida, un camino que lo libere de su mediocridad y lo ayude a mantenerse joven. El mecanismo es parecido al de su hija Valeria: me entrego a la religión y culpo a mis padres por todo lo malo que me tocó vivir. Cero de auto crítica, cero de reflexión. ¿Están estos dos seres, padre e hija, tan dañados como para actuar así, de manera tan poco inteligente? ¿O es que el sistema imperante distorsiona la realidad y los confunde? ¿Qué sucede en nuestra sociedad para que seamos capaces de vislumbrar salidas a través de estas prácticas poco serias?

Incisiva, Lionel Shriver ridiculiza los comportamientos señalando de esa manera la falta de madurez y sentido común de sus personajes. Parece que la única que tiene recursos es Serenata, y ella es precisamente un personaje sin encanto. Dura, solitaria, poco amable, pero con características que hacen de ella una persona valiosa: se ocupa de Tomy, la vecina; ayuda a su suegro, reconecta con su hijo, acoge a su hija y nietos a pesar de no estar de acuerdo con su fanatismo, salva a su marido después del infarto cuando nadie se ocupó de él, ni siquiera su entrenadadora. Serenata es leal, valiosa, valiente. Pero no es empática. Sus diálogos tan francos, su discurso cortante y directo, su ironía despiadada, crean a su alrededor un aura de superioridad que la distancia. Sin embargo es el personaje más interesante, más auténtico, una mujer digna. 

LA FAMILIA

Sucede a menudo en Occidente que enfrentamos dos paradigmas para hacer la eterna comparación (lo cual no quiere decir que no existan otros): la familia latina y la familia sajona. La primera estrecha mucho los vínculos entre sus miembros, al punto que a veces puede ser asfixiante, pero su razón de ser es la unidad, la preocupación por el otro, la manifestación constante de cariño. En el lado sajón, se valora la independencia, la libertad de movimientos, la soberanía de cada miembro ante el grupo. Esto es lo que vemos en El movimiento del cuerpo a través del espacio. Serenata y Remington se han encerrado en la pareja, aislando en cierta manera a sus hijos. No están contentos con el resultado: Valeria los enfrenta con agresividad y se refugia en la religión, Deacon es un delincuente irresponsable. Pero los padres no asumen la responsabilidad de estos hechos, observan disgustados pero tampoco pretenden enmendar rumbos. Esa sería quizá la diferencia con una familia latina en donde la culpa aflora siempre, el deseo y las manipulaciones para cambiar la situación al mismo tiempo que el apoyo para que esto sea posible. Aunque no lo sea y aunque no consigan nada. Lo cual no quiere decir que funcione mejor. Son, generalizando y simplificando siempre, dinámicas distintas.

En todo caso, la familia no aparece en el mundo de El movimiento del cuerpo a través del espacio  como un espacio armónico ni enriquecedor. Y se nota claramente la distancia entre padres e hijos.

SABER ENVEJECER

Este es uno de los grandes temas en esta novela, y claro, Serenata, lúcida y sin tapujos, se lleva el premio en este esfuerzo. Toma decisiones dolorosas como la cirugía de rodilla, porque sabe que ya no tiene otra opción si no quiere quedarse sentada. Acompaña a Remington en el triatlón y, a pesar de su dificultad para moverse, lo rescata y consigue salvarlo. Los organizadores, su entrenadora, sus compañeros, todos se desentienden al final y ella es la única que lo cuida, siendo casi una inválida a esas alturas. Su lealtad supera sus propios limites.

El epílogo, una pieza de gran nivel, es un excelente cierre: los pensamientos que aquí afloran redondean la historia, aportan sentido y profundidad al conjunto. Ya no hay burla de los deportistas esperpénticos, la mirada de Serenata evoluciona: llega la serenidad y la paz a su vida, reflexiona sobre el hecho de envejecer con la franqueza y la agudeza que la caracterizan. Copio algunas frases que me parecen valiosas:

-La consciencia del cambio: 

“No se había dado cuenta de lo cómoda que se había sentido desnuda hasta que se avergonzó de su cuerpo.” (pá. 279).

-La presencia del dolor cuando aparece el deterioro físico: 

“Su utilidad para la humanidad era cero, su idea de la felicidad era estar sentada sin hacer nada, y las pocas cavilaciones que dedicaba a sus circunstancias ya las conocía: la soledad del dolor y lo irreal que les parecía a quienes no lo sentían; lo rápido que la gente se aburría del dolor ajeno tras las iniciales muestras de compasión barata; el modo en que la extraña incapacidad para recordar claramente la sensación debió servir como primitivo mecanismo de supervivencia, puesto que, si se pudiera recordar de verdad el dolor, nadie saldría de la seguridad de su guarida ni siquiera en busca de alimento. (pág. 325-6).

-La aceptación, directa y sin adornos: 

“Lo que realmente parecía necesario era la humildad, pero esa clase de humildad no era de las q se acepta con elegancia. Se la endilgaban a uno. Uno se volvía humilde porque lo habían humillado. Envejecer era una experiencia a la que se sucumbía, y uno se adaptaba a las nuevas circunstancias no por astuto, sino porque no le quedaba más remedio.” (pág. 382).

-Y, por último, el disfrute del nuevo estado, aprender a sacarle el jugo al momento y vivirlo con plenitud:

 “Morir poco a poco también tenía su lado emocionante. Serenata se encaminaba hacia la apatía con los brazos abiertos. No pensaba proclamarlo a los cuatro vientos –no valía la pena discutir por eso-, pero no estaba obligada a que le importasen el cambio climático, la extinción de tal o cual especie o la proliferación de las armas nucleares. Tenía la vista puesta en la salida, y esperaba escapar del gran ajuste de cuentas humano que casi seguro se avecinaba…
…Lo mejor de envejecer era esa inmensa sensación de “me-importa-una-mierda”… Nada de lo que hacía influiría de un modo apreciable del resto del mundo. Nada de lo que había logrado en su profesión había cambiado un ápice nada o a nadie. Gracias a su intrascendencia, el planeta era un lugar más seguro para todos. Los demás no le caían muy bien, y ella tampoco les caía muy bien a los demás.No pensaba preocuparse por el destino del prójimo cuando conocía el suyo. Envejecer se convertía en unas largas vacaciones.” (389).

Y vaya que lo disfruta:

“… sentir el cuerpo de Remington, que se había ido desgastando en perfecta sincronía con el suyo, de modo tal que, en la cama, las partes seguían acoplándose a la perfección, como la cadena y el piñón de una bicicleta, que se estropeaban tan sincronizadamente que para cambiar una pieza había que cambiar las dos. “ (pág. 391).

EN LO FORMAL

El punto de vista es el de Serenata a lo largo de toda la novela, es ella quien conduce la narración y le contagia su carácter: ironía, cinismo pero también solidaridad, inteligencia, vivacidad. Remington no consigue ser el foco, ni siquiera cuando decide dar un giro a su vida arriesgando todo, su actuación es de un orden más superficial, sólo interesa como personaje cuando defiende su postura en el trabajo antes de ser despedido. Después de ese impase, Remington se desinfla.

Los diálogos del comité que decide la expulsión de Remington, son una burla al sentido común, tanta superficialidad demuestra cómo arrasan las modas y las poses restando seriedad a las cosas importantes. Y cuando esos diálogos se mezclan con el diálogo de Serenata y Remington comentando lo sucedido, la prosa adquiere brillo y energía:

REMINGTON: ¿No le parece un poco humillante este carrusel interminable de terminología racial? Está claro que aquí se quiere hacer bailar a un blanquito.
(Carcajada.)
-¿Quién se rió –preguntó Serenata.
-Brandon –dijo Remington-. En realidad, Brando fue el único que soltó una carcajada. (pág. 164-5).

La elección de los nombres de ambos retrata muy bien la cultura norteamericana de los 60´s, esa libertad total para romper con las normas sociales. Serenata es un término español pero no es un nombre, es una composición musical, como llamar Sinfonía a alguien, o Concierto. Remington viene de la marca de la máquina de escribir que usaba su madre cuando trabajaba de secretaria. En ambos casos, la subjetividad prima en un intento de ser originales y atrevidos.

Las imágenes son certeras, señalamos algunos ejemplos:

“Puesto que se negaba a usar andador por considerarlo indigno, el suegro de Serenata se apoyaba en un bastón. Temblando con la inestabilidad de un barco en altamar, atravesó el suelo de madera como si remase.” (pág. 62).
“Todos los hombres eran mayores de setenta, y hasta de ochenta, delgados hasta el punto de parecer disecados, con extremidades que parecían cecina. Iban descamisados a pesar del frío de la mañana y estaban bronceados a pesar de que era abril.” (pág. 116).
“La corrupción gradual e interminable del cuerpo mientras su huésped seguía encerrado dentro era una tortura parecida a las de Guantánamo o las de Bergen-Belsen. Toda edad avanzada era un cuento de Edgar Allan Poe.” (pág. 391).

Con estas frases ya se puede apreciar la presencia constante del humor. Un humor ácido, corrosivo otras veces, divertido casi siempre. Basta con un ejemplo:

“… la “vía verde” del Manhattan Waterfront padecía ahora una invasión de patinetes eléctricos, Segways, patines en línea, ciclomotores ilegales, skateboards con batería, corredores con una atracción infernal por la mediana y cochecitos de bebé del tamaño de un bus turístico de dos pisos.” (pág. 251).

El movimiento del cuerpo a través del espacio es una lectura recomendable: entretiene, interpela, y expone las obsesiones de nuestro tiempo. Sea Estados Unidos o cualquier otro lugar, en todas partes cometemos los mismos errores cegados por la luz de la “modernidad”. 

Los textos han sido tomados de la edición de Anagrama. Traducción de Daniel Najmías.