Stoner

John Williams

Gracias a la reedición póstuma de la tercera novela de John Williams, (Texas 1922, Arkansas 1994) contamos con la traducción al español que ha hecho Antonio Díez Fernández para la editorial Baile del Sol; los hispano hablantes no habíamos oído hablar del escritor ya fallecido, narrador al margen del circuito comercial. El éxito de crítica ha sido rotundo: Stoner, lo decía el otro día en su artículo publicado en Babelia la periodista Andrea Aguilar, es el precedente a la reedición de Manual para las mujeres de limpieza de la también norteamericana Lucía Berlin, otro caso sorprendente y tardío que hoy arrasa.
Lo primero que llama la atención es el tono menor de este austero relato, publicado en 1965, en donde nada ni nadie intenta deslumbrar. Una extraña melancolía envuelve la historia, sustentada por el ejercicio de una integridad a prueba de balas, pasión por el trabajo bien hecho y el respeto por la gente que se cruza en el camino, aunque esa gente resulte, al final, un estorbo. ¿Cómo puede dejar huella un profesor que no dejó huella en el mundo que le tocó vivir? Es esa, quizá, la magia de Stoner, o mejor dicho, la magia de John Williams. Utilizando la tercera persona, la prosa marca una distancia con sus personajes, una barrera que se interpone entre quien narra y el mundo narrado; distancia que también se percibe entre el protagonista y el lector. No tenemos la visión interior de los personajes,, tampoco una voz personal, en realidad, no se detecta ningún guiño pensado para seducir. Hay literatura, al estilo clásico, con rigor, y sin pretensiones.

Algunos temas interesantes que vamos a analizar: los personajes (Stoner, Edith su mujer, Lomax el rival académico), la vida universitaria como una opción excluyente, y la guerra como un agente destructor. También nos detendremos en algunas imágenes que se repiten, luces en este relato aparentemente gris, reveladoras de una interioridad escurridiza, celosamente guardada.

LOS PERSONAJES

-WILLIAM STONER:

Nace en un ambiente rural, escenario muy pobre en donde la vida se resume en esta frase: sembrar para comer. Conoce el amor y el respeto en su familia, pero no existe la comunicación, los sentimientos se callan. Desde el campo al mundo universitario, hay una distancia tremenda que Stoner debe asumir sin ayuda de nadie. Cuando llega a la Universidad de Columbia en Misuri, seguirá ligado a su pasado porque vive en casa de unos parientes a quienes ayuda en el trabajo del campo; pero muy pronto descubre el atractivo de la vida intelectual y se transforma.
Un episodio clave produce el quiebre entre estos dos mundos: concretamente la clase del profesor Sloane, quien despierta en Stoner una nueva sensibilidad y la pasión por la literatura. El mandato del profesor es muy directo:

“El señor Shakespeare le habla a través de trescientos años señor Stoner, ¿le escucha?”.

Stoner, conmovido, no puede articular la respuesta pero sí ha escuchado a Shakespeare, se queda mudo, en realidad está paralizado, una vivencia extraordinaria lo sobrecoge. La prosa de Williams al narrar el acto iniciático cambia de registro, de pronto gana en sensualidad. Describe como el estudiante se ve poseído por sensaciones nuevas, deliciosas, el velo que cubría sus ojos se ha desgarrado:

“William Stoner se dio cuenta de que por unos instantes había estado conteniendo el aliento. Lo expulsó suavemente, observando cómo la ropa se movía sobre su cuerpo mientras el aliento le salía de los pulmones. Desvió la vista de Sloane hacia otro punto de la sala. La luz penetraba por las ventanas y se posaba sobre los rostros de sus compañeros de manera que la iluminación parecía venir de dentro de ellos mismos para salir hacia la oscuridad; un alumno pestañeó y una sombra delgada cayó sobre una mejilla cuya parte inferior había recogido la luz del sol. Stoner advirtió que sus dedos se estaban soltando de su firme agarre al escritorio. Se fijó en sus manos, maravillándose de lo morenas que estaban, de la intrincada manera en que las uñas se adaptaban al rombo final de los dedos. Pensó que podía sentir la sangre fluir invisible a través de sus diminutas venas y arterias, pulsando delicada y precariamente desde las yemas de los dedos a través de cuerpo”. (pág. 17-18).

La experiencia lo lleva a tomar decisiones, abandona el estudio de las Técnicas Agrarias, y elige la literatura como medio de vida. La elección supone un quiebre con su mundo familiar, una ruptura con el pasado. Es un acto valiente y la primera de las muchas decisiones en donde Stoner asume las riendas de su vida.
Se casará, deslumbrado por Edith, pero el matrimonio fracasa rápidamente. Edith es una mujer difícil y Stoner no es capaz de negociar, frente a ella se muestra débil, desconcertado: no comprende lo que sucede y abandona la lucha. Un primer intento de reconstruirse es a través de la paternidad -el amor y cuidado que le dedica a Grace, su hija- y al mismo tiempo avanza en otro terreno: organiza su búsqueda de un nuevo espacio/hogar, un estudio que será su refugio:

“Era a sí mismo a quien estaba tratando de definir mientras trabajaba en su estudio. Mientras lijaba los viejos tableros para su librería y veía desaparecer la superficie rugosa, descascarillarse los sedimentos grises para descubrir la madera pura y, finalmente, la rica pureza de las vetas y la textura; mientras restauraba el mobiliario y lo distribuía por la habitación, era él mismo el que iba poco a poco tomando forma, él mismo quien estaba siendo sometido a una especie de orden. Era a sí mismo a quien estaba haciendo posible.” (pág. 92).

Bien ubicado, se permite expresar su pasión por la literatura, actitud que lo convierte en un profesor exitoso, popular entre los alumnos. Lo que no logra en su matrimonio, lo consigue en la enseñanza, en ese terreno no es necesario negociar con nadie, está solo consigo mismo. Pero, un día infeliz, aparece Walker, la falta de seriedad de este alumno que se ampara en su fragilidad física para aprobar, y la ayuda de Lomax, su todopoderoso protector, lo acorralan. Stoner se niega dar una nota inmerecida a Walker, lo examina con rigor constatando sus carencias, su falta de preparación, y lo suspende. Su honestidad le pasa factura y Lomax, humillado, convertido en nuevo director del programa, lo machaca con crueldad e intenta destruirlo. Hasta que Katherine Dristoll lo seduce.

Comienza la época más feliz de su vida, los une una atracción intelectual muy fuerte, dos personas que comparten gustos y placer, una experiencia desconocida para él:

“En su año cuarenta y tres de vida, William Stoner aprendió lo que otros, mucho más jóvenes, habían aprendido antes que él: que la persona que uno ama al principio no es la persona que uno ama al final, y que el amor no es un fin sino un proceso a través del cual una persona intenta conocer a otra.” (pág. 170).

Vengativo, Lomax fuerza la partida de Katherine:

“Pero William Stoner conocía el mundo de una manera que pocos de sus colegas más jóvenes podrían comprender. Por dentro, bajo su memoria, yacía la experiencia de la dureza, el hambre, la resistencia y el dolor. Además del recuerdo fugaz de la granja de Booneville, llevaba siempre cerca de su consciencia el conocimiento sanguíneo de su herencia, transmitidas por ancestros cuyas vidas fueron oscuras, , duras y estoicas y cuya ética común era la de demostrar a un mundo opresivo, rostros inexpresivos, duros y fríos.” (pág. 192).

Con inteligencia se enfrenta a Lomax, consigue recuperar cursos y horarios, y se entrega una vez más a la tarea de enseñar. Crece entre los alumnos el mito y la leyenda de Stoner. Dedicado a la universidad y entregado a su romance, se aleja de la familia. Vienen los problemas de Grace, su embarazo, su matrimonio fallido, la bebida y Stoner, descorazonado, enferma de cáncer y se ve forzado a jubilarse. Antes de morir, reflexiona sobre su vida y ejerce la autocrítica, una postura que lo honra y dignifica:

“Si hubiese sido más fuerte, pensó, si hubiera sabido más, si hubiera podido comprender. Y al final, sin clemencia, pensó: si la hubiese querido más.” (pág. 235).

-EDITH:

Es una mujer enferma, cosa que nunca se dice directamente. Se usa el adjetivo para sus manifestaciones, “risa histérica”, por ejemplo; pero jamás para calificarla a ella, son sus actos los que muestran su vulnerabilidad, una inestabilidad patológica con apariencia de crueldad. Manejó a sus padres a su antojo, impide que su marido se acerque a ella y le niega su cuerpo con cierta repulsión, luego decide tener un bebé y por un período corto –hasta embarazarse- es una fiera insaciable. No se ocupa de la niña, la ignora, como si le pesara la maternidad. Pide, sin consultar a Stoner, un préstamo para comprar una casa y le exige que lo pague él, los preparativos para inaugurarla son excesivos y la dejan exhausta. Cuando muere el padre y se larga a Saint Louis, abandona a su familia y regresa cambiada: comienza una época de frenesí con estudios de teatro, amigos nuevos, salidas, hasta que abandona este experimento también, de un día para otro sin ninguna explicación. Entonces se obsesiona con su hija, la manipula, la fragiliza y a Stoner, dócil y silencioso, lo arrincona y despoja: desplazado de su estudio y de su dormitorio, Edith también lo aleja de su hija. Más que un monstruo , parece una mujer perdida, llena de energía que no puede controlar, una persona tóxica y enferma. John Williams sugiere el perfil patológico de Edith: hay muchos silencios que no aclara: ¿por qué quiso casarse tan rápido y fuera de Saint Louis, donde estaba su hogar?, ¿por qué su frigidez, su falta de generosidad y tino? Recordemos que su franqueza descarnada es hiriente de manera innecesaria: cuando él decide mudarse a otra universidad por el acoso de Lomax, ella se niega rotundamente, no escucha razones; no tiene celos de Katherine, más bien parece aliviada y cuando su marido enferma, ella se encarga de desvelar la naturaleza mortal de su enfermedad de manera violenta, sin asomo de piedad. Podríamos pensar que es su propio miedo el que habla, pero qué agresividad, cuánta dureza. Edith es la locura, una mujer que destruye lo que ama. A Stoner le falta inteligencia emocional –justificada quizás por su educación- por eso abandona esta lucha y se aísla.

-LOMAX:

Es el personaje opuesto a Stoner: narcisista, conflictivo, carismático, traumado por una deformidad física. Lo más fácil de pensar es que este profesor tiene celos profesionales de William. Evidencia esta situación el tema de Walker, su protegido, de quien Stoner tiene una visión muy clara: es un mal alumno y debe ser apartado. Lomax lo acusa de despreciar a Walker por su defecto físico, no por ser un vago que intenta suplir con su labia la falta de información. Lomax, será el causante de todo los problemas que tendrá que afrontar, y sufrir Stoner: lo castiga como profesor, y fuerza la partida de Katherine.
Creo que hay un indicio de otro tipo de celos, quizá más importante, que se manifiesta al principio, antes de que apareciera Walker, cuando Lomax va a la fiesta de inauguración de la casa de Stoner y conoce a Edith; sorpresivamente, le da un beso en la boca. ¿Celos o envidia de macho porque él no tiene una mujer como ella? Recordemos información que no debemos dejar de procesar:

“… El lunes vio a Lomax y le habló con una calidez alentada en la noche de la fiesta; Lomax le respondió con una ironía que tenía algo de frío resentimiento y no habló de la fiesta aquel día ni después. Era como si hubiese descubierto una enemistad que le separara de Stoner y no lo pudiera remediar.” (pág. 91).

Estos mismos celos aumentan cuando entra Katherine en escena. Lomax termina vengándose. ¿Es sólo un tema de rivalidad académica o hay algo a nivel personal? Me inclino más por la segunda hipótesis. Obviamente lo otro suma, será el argumento oficial.

LA VIDA ACADÉMICA

En Stoner, hay dos espacios excluyentes: la universidad y lo que está fuera del mundo académico. Para un chico campesino, llegar a la universidad fue como llegar al paraíso en donde pudo conocer y disfrutar aquello que no sabía ni que existía: me refiero al conocimiento y el desarrollo de su sensibilidad. La literatura, los libros, sus clases y sus alumnos, son un tesoro descubierto, motivo de felicidad. Los mejores momentos de Stoner son cuando interroga a Walker: agudo, valiente, conciso, genial. Absolutamente dueño de sí mismo. En el medio universitario no teme a nada ni a nadie, capea el temporal que organiza Lomax y, aunque lo sufre, se mantiene a flote y luego se desquita. La bravura para sobrevivir en la universidad no la tiene en el ámbito doméstico: Edith lo acorrala, su hija bebe, sus padres no lo entendieron jamás. Pero dentro de los muros de Columbia, él consigue desenvolverse sabiamente y ser el personaje íntegro que no se rinde. A pesar de las pérdidas, aquí es alguien.
Es interesante la conversación de los tres amigos -Masters, Finch y Stoner- antes de la guerra. Masters, el más osado, concluye:

“… Y así la providencia, la sociedad o la suerte, como quieras llamarlo, ha creado esta cabaña para nosotros, para que podamos refugiarnos de la tormenta. Es para gente como nosotros por lo que existe la universidad, para los desposeídos del mundo; no para los estudiantes ni para la altruista búsqueda del conocimiento, ni por ninguno de los motivos que se aducen por ahí. Nosotros distribuimos el raciocinio y permitimos el acceso a él a algunas personas comunes, a aquellos que encajarán mejor en el mundo. Pero se trata solo de un barniz protector. Al igual que la Iglesia de la Edad media, a la que le importaban un bledo los seglares e incluso Dios, también nosotros sobrevivimos gracias a nuestros engaños.” (pág. 33-4).

Y más adelante, cuando le ofrecen su primer trabajo como profesor:

“… Alcanzaba a entender su alivio: en la Universidad de Columbia había conocido el tipo de seguridad y calor que habría necesitado sentir en casa de niño y no habría sido capaz, o no habría tenido la habilidad suficiente para encontrarlo en otro sitio. Aceptó la oferta de Sloane con gratitud.” (pág. 41).

LA GUERRA

Como telón de fondo, y marcador cronológico, las dos Guerras Mundiales se suceden en Stoner, y entre ellas, el crash del 29. Estos hechos pertenecen al ámbito que está fuera de la universidad, el mundo peligroso y convulso que algunos llaman realidad. Pero obviamente, las consecuencias también se sienten dentro de las aulas: mueren muchos de los profesores, situación que resalta el absurdo de cualquier guerra que no es más que destrucción. No importa de cual bando esté uno, siempre se pierde. En la vida de Sloane, el profesor que ayudó a que aflore la vocación en el estudiante Stoner, la guerra es determinante: lo disminuye, lo deprime, lo mata sin haber luchado en el frente. Por su intuición, será él quien articule las frases más contundentes al respecto:

“Una guerra no solo mata a unos cuantos miles o a unos cuantos cientos de miles de jóvenes. Mata algo en la gente que no puede recuperarse nunca. Y si alguien pasa por suficientes guerras, pronto todo lo queda es el bruto, la criatura que nosotros –usted y yo, y otros como nosotros- han sacado del fango. Hizo una pausa larga y a continuación dijo sonriendo débilmente: a un universitario no debería pedírsele que destruya lo que ha consagrado su vida a construir”. Pág 37-8).

No olvidemos que Sloane influye en Stoner para que no aliste:

“… Hay guerras, derrotas y victorias de la raza humana que no son militares. Recuerde eso mientras decide qué hacer.” (pág. 38).

EL ESTILO

Lo habíamos dicho, es una prosa muy austera. El lenguaje es directo, casi plano, sin ornamentos ni artificios, opción que a veces se agradece. Sin embargo hay un elemento que me gustaría señalar: a pesar del lenguaje seco, John Williams introduce un juego de imágenes que ayudan a interpretar lo que Stoner siente por dentro. Me refiero al hábito de mirar el paisaje que está atrás de las ventanas –ventanas que lo protegen y esconden-, y describirlo con detalle. Lo que dice que ve, es la imagen de su alma. El paisaje es subjetivo, como si fuera un espejo en donde Stoner se busca. He podido captar 10 escenas de este tipo. Para no cansar, pondré algunos ejemplos:

-Lomax, agrede a Stoner después del examen a Walker. Stoner, desconcertado, lo busca en su despacho para intentar un arreglo amistoso y disipar el clima de confrontación pero Lomax lo rechaza y evidencia la distancia irreparable entre ellos. Stoner se siente humillado:

“…En un impulso encendió la luz de su escritorio y se sentó en la caliente oscuridad de su despacho, el aire frío le llenaba los pulmones y se inclinó hacia la ventana abierta. Escuchó el silencio de la noche invernal y le pareció que de algún modo percibía sonidos absorbidos por el delicado e intrincado ser celular de la nieve. Nada se movía sobre la blancura, era una escena muerta que parecía tirar de él para absorber su consciencia justo mientras extraía el sonido del aire y lo enterraba bajo una fría y blanca suavidad. Se sentía atraído hacia fuera, hacia la blancura que se extendía tan lejos como le alcanzara la vista y que era una parte de la oscuridad desde la que relucía bajo el cielo claro y sin nubes, sin altura ni profundidad. Por un instante sintió que abandonaba su cuerpo, que permanecía sentado quieto frente a la ventana y mientras sentía que se deslizaba todo –la lisa blancura, los árboles, las altas columnas, la noche, las estrellas lejanas- parecía increíblemente pequeño y distante, como reducido hasta la nada.” (pág. 159).

-Cuando Katherine abandona la universidad para protegerlo, Stoner se derrumba:

“Asintió ausente. Fuera, sobre el viejo olmo que formaba parte de la verja del patio trasero, un gran pájaro blanquinegro –una urraca- había empezado a graznar. Escuchó el sonido de sus llamadas y observó remotamente fascinado su pico abierto como si entonara su lamento solitario.” (pág 190).

-Edith le transmite la gravedad de su enfermedad, él, entonces, enfrenta su muerte:

“Él estaba tumbado sobre el camastro del cuartito trasero, mirando por la ventana abierta: era la última hora de la tarde y el sol, ocultándose por el horizonte, emitía un resplandor rojo por debajo de una nube ondulada que flotaba hacia poniente sobre las copas de los árboles y las casa. Una mosca zumbaba contra el cristal de la ventana, y el agrio hedor a basura quemada de los patios vecinos vagaba por el aire en calma.” (pág 232).

Agonizando, necesita captar una imagen luminosa para su partida, la busca fuera pero la reclama como suya dentro de su cabeza:

“Era luz lo que veía, el brillo del sol de la tarde. Parpadeó y contempló impasible el cielo azul y el brillo del trozo de sol que podía ver a través de la ventana. Decidió que era real.” (pág. 238).

Conforme avanza la agonía, ya no se asoma por la ventana, pero oye los sonidos de la calle. Le recuerdan su juventud y al oír las risas y el alboroto, estos datos externos lo llevan a plantearse la pregunta clave, el examen final de su vida:

“Los observó pasar hasta perderlos de vista, hasta donde él no podía seguirlos y, durante un largo rato, después de que se hubiesen desvanecido, le llegó el sonido de su risa, lejana y desconocida en la quietud de la tarde veraniega.
-Qué esperabas?, pensó otra vez.” (pág. 239).

El recurso es original y muy poético, añade textura a una novela en donde el lirismo casi no aparece. Es un acierto de Williams, unas pinceladas de belleza que nos ayudan a captar el alma del protagonista, siempre parco y elegante.

Los textos han sido tomados de la edición de Baile del sol. Traducción de Antonio Díez Fernández.