Canción dulce

Leila Slimani

Ganadora del Premio Goncourt 2016, Canción dulce es la segunda novela de Leila Slimani, narradora de origen marroquí (Rabat en 1981) que escribe en francés. El inicio del relato es hipnótico: el lector aterriza en el escenario de un crimen cometido contra dos niños indefensos. Las cruentas imágenes y la situación injusta producen rechazo, pero al mismo tiempo, provocan en el lector un interés casi morboso por saber qué diablos ocurrió en aquella casa.

¿Cómo consigue la narradora esta atmósfera que seduce? Hay un manejo inteligente y prolijo de la narración: en la primera escena, Slimani arriesga con el uso del vocabulario, utilizando palabras propias del mundo infantil, cercanas al juego y a la ternura, pero que en este caso, precisamente, describirán lo opuesto: el dolor y la muerte: (los subrayados son míos):

“El bebé ha muerto. Bastaron unos pocos segundos. El médico aseguró que no había sufrido. Lo tendieron en una funda gris y cerraron la cremallera sobre el cuerpo desarticulado que flotaba entre los juguetes. La niña, en cambio, seguía viva cuando llegaron los del servicio de emergencias. Se debatió como una fiera. Había huellas del forcejeo, fragmentos de piel en sus uñitas blandas. En la ambulancia que la conducía al hospital se agitaba, presa de convulsiones. Con los ojos desorbitados, parecía buscar aire. La garganta la tenía llena de sangre. Los pulmones, perforados, y se había dado un fuerte golpe en la cabeza contra la cómoda azul.”. (pág. 13).

Este contraste se mantiene, en sentido contrario, cuando aparece la madre adulta, trastocada por el dolor: las palabras que la describen nos recuerden el comportamiento de los niños, -no digo que sean comportamientos exclusivos de ellos, me refiero al tópico que tenemos grabado en el inconsciente- y de esa manera consigue un efecto inquietante: (otra vez el subrayado es mío):

“Al entrar en el cuarto donde yacían sus hijos, lanzó un grito desde lo más hondo, un aullido de loba. Las paredes temblaron. La noche se abatió sobre ese día de mayo. Vomitó, y así fue como la halló la policía, con la ropa sucia, en cuclillas, quebrada en sollozos como una loca. Aullaba hasta desgarrarse los pulmones. El enfermero de la ambulancia hizo un gesto discreto con la cabeza, la pusieron de pie, a pesar de su resistencia, de sus patadas.” (pág. 14).

Tenemos también, muchos saltos temporales, el relato avanza y retrocede con total libertad. Cometido el crimen por la niñera, nos remontamos a los días anteriores a su contratación: nos enteramos de la dedicación exclusiva de Myriam por sus hijos, su retira del mundo laboral, la frustración que esto le produce, su segundo embarazo, etc. Pero volviendo a los contrastes, al saltar del pasado  («… Paul y Myriam  construyeron un tabique en mitad del salón cuando nació el segundo hijo…») al día del asesinato, vemos a Myriam que llega a casa con regalos sorpresa para todos, y la sorprendida con el regalo envenenado será ella.

La protagonista

Louise es una mujer enigmática. Sabremos, más adelante, que se trata de una persona inestable, con una patología psiquiátrica. Pero cuando aparecen algunos datos que podrían evidenciar un comportamiento anormal, Slimani se encarga de neutralizarlos, creando una lectura ambigua que despista a los Massé, y en consecuencia a los lectores: intuimos su “rareza” pero no su desvarío. Esta ambigüedad enriquece la historia y permite que llegue tan lejos como llega. Pondré algunos ejemplos:

  • El lado oscuro de Louise aparece en los juegos que organiza con los niños: llama la atención lo perpleja y mortificada que queda Myriam cuando llega de improviso y la encuentra revolcándose en la sala ante la excitación de sus hijos. La madre percibe algo extraño pero de momento no analiza la situación, sin embargo resulta evidente que la escena tenía una dosis de sordidez. Myriam ha percibido algo extraño e inquietante, pero no reacciona, la disculpa:

    “Quizá, se dice Myriam, para tranquilizarse, también es una niña. Se toma muy en serio los juegos que organiza con Mila.” (pág. 60).

  • Mila es una niña difícil, lo fue desde antes de la llegada de Louise a la casa. Sin embargo Lousie provoca a Mila, el trato con la niñera hace que surja lo peor en aquella cabecita: recordemos el día que jugando al escondite Mila se sentó sobre el cesto de ropa en donde estaba Louise, sabiendo que la asfixia, y cuando finalmente la niñera reacciona lo hace con violencia, tanto que Mila se golpea contra las baldosas de la ducha. Estos juegos no parecen inocentes. Tampoco lo son el día que Paul irrumpe en su casa y encuentra a Mila exageradamente maquillada. Por su reacción, es justo deducir que la imagen de Mila era repulsiva, Paul no parece un hombre quisquilloso, si reacciona con tanta rabia es porque lo que ve le hace daño, no puede aceptarlo, pero al final, lo deja pasar.
  • Los mordiscos que detecta Myriam en el cuerpo de Adam pueden dar una pista, o levantar una sospecha, pero Louise se defiende con inteligencia: acusa a Mila. La madre duda porque la niña le había dicho que no había sido ella, sin embargo Louise le muestra una cicatriz de mordisco que tenía ella en el hombro. Es verdad que había sido Mila quién la mordió, pero fue en defensa propia, el día que se perdió en el parque. Asustada, Louise la abrazó con mucha fuerza causándole dolor, la niña reaccionó mordiendo. La niñera manipula la información y le dice a la madre lo que le conviene, maquillando la verdad y borrando la sospecha.
  • Los Massé reciben una carta de la Administración Tributaria. Se enteran que Louise tiene deudas, para los señores esta situación es intolerable, se lo hacen saber, sin embargo no se interesan por ella: ¿qué pasó?, ¿por qué debe tanto dinero?, etc. Louise tiene una crisis después de esta conversación, se deprime, no es capaz de salir de la cama en tres días: nos enteramos del diagnóstico que le dieron en el pasado: Melancolía delirante. Pero los Massé ignoran este diagnóstico y su paso por el hospital psiquiátrico. Como ignoran la paliza a Stéphanie y la violencia contra el carro del bebé en plena calle.
  • La carcaza de pollo que deja Louise sobre la mesa, lavada y olorosa, luego de recuperar el pollo de la basura y dárselo a comer a los niños, es un acto agresivo contra Myriam. Sin embargo no es asumida como tal, Myriam, piensa más bien que es ella quien ha ofendido a la niñera arrojando el pollo a la basura, cree que ha herido su sensibilidad de mujer trabajadora con escasos recursos. Una vez más, las señales de locura que aparecen, en vez de ser procesadas e indicar peligro, se diluyen inmediatamente bajo falsos pretextos. Se ignoran las luces rojas.
  • Las pensamientos de Héctor, el joven que fue criado por la misma niñera, dejan en claro aquello que él, de niño, no supo expresar. En su caso sucedió lo mismo: las sospechas no fueron aclaradas:

    “Se da cuenta de que lo primero que ha sentido hace un rato, ante la policía, no es sorpresa ni estupefacción, sino un inmenso y doloroso alivio. Júbilo incluso. Como si siempre hubiera sabido que una amenaza pesaba sobre él, una amenaza encubierta, diabólica, indecible. Una amenaza que sólo él, con sus ojos y su corazón de niño, había sido capaz de percibir. El destino quiso que la desgracia recayera en otro lugar.” (pág. 201).

  • Estando Louise en la cama con Hervé, nace en ella el deseo de un nuevo bebé. Pero lo extraño es que no anhela un bebé concebido por ella, sino un nuevo bebé concebido por Myriam para Louise. En este momento la presencia del delirio no deja dudas: Louise niega su mundo personal, su propia historia, y busca instalarse en la familia Massé como si fuera parte de ella. A Louise no lo gusta lo que es suyo: ni la casa donde vive, ni su barrio, ni la gente que la rodea. Tampoco le gustó su marido ni su hija. La fealdad de la pobreza le repugna, ella se refugia en el mundo burgués de sus patrones y lo hace suyo. Sin embargo, la convivencia entre personas que pertenecen a mundos distintos es difícil. El viaje a Grecia la deslumbró, pero la dejó en evidencia: Louise no sabía nadar. La antigua patrona consigue una plaza en un colegio para Stéphanie, pero la chica no da la talla, es expulsada. Además tenemos los problemas económicos, el dueño de su departamento la ha puesto de patitas en la calle, Hacienda le embarga el sueldo…. La frustración de Louise es muy grande, intenta ascender, pertenecer a un entorno más atractivo, pero no lo consigue. Creo que esto la hunde: la desadaptación le causa sufrimiento, y una enorme soledad. Esta desadaptación no tiene por qué ser patológica, pero en su caso, combinada con su enfermedad, resulta explosiva. Myriam nunca fue consciente de esta situación, pero cuando, por casualidad, ve a Louise circulando por las calles de su barrio, sintió desconcierto:

    “Parece estar fuera de lugar, con su eterno cuello bebé y la falda demasiado larga, como un personaje que se hubiera equivocado de historia y se hallara en un mundo extraño, condenado a deambular eternamente.” (pág. 266).

Temas que se conjugan

Canción dulce es una novela que refleja el mundo contemporáneo. El crimen es sólo un pretexto para sacar a relucir los problemas con los que tienen que lidiar las parejas jóvenes:

  • La dificultad de las mujeres para hacerse cargo del trabajo y de los hijos, dificultad que es casi exclusiva de ellas. Los maridos escuchan, comparten, pero en general no son los llamados a renunciar. Esto genera mucha tensión, y frustración: si se elige, porque se extraña lo que se deja de lado; si se delega el cuidado de los niños: una culpa insondable. Esto no es feminismo, es la realidad. Vemos como esta problemática atormenta a Myriam, pero también es un tema importante en la vida de Louise. Ella descuida a su hija y se entrega a los hijos ajenos como si fueran suyos, creando una fractura en su propia familia. Louise no consigue armonizar su vida familiar con su vida laboral: Stéphanie es un estorbo para su trabajo. Louise no la entrega a otra persona para que la cuide, porque no tiene medios, pero la abandona.
  • El eterno conflicto entre la comodidad, y el riesgo que implica asumir un cambio. Myriam y Paul eran conscientes de que la niñera estaba sobrepasando sus límites, habían cosas de ella que no les gustaban, pero también eran conscientes de la eficiencia con que manejaba la casa y atendía a los niños y cuán valioso era tener esa parcela de sus vidas solucionada. Paul fue más perceptivo, y más práctico: él se muestra en alguna ocasión decidido a dar el paso; pero también es cierto que la que tendría que asumir la partida de la niñera sería Myriam. Y por otro lado, Myriam no supera la culpa, capta mejor las diferencias entre ambos mundos porque como mujer se identifica con la niñera, no tiene fuerzas ni ganas de ponerla en su sitio. Y ese postergar deriva en la tragedia. Esta tentación de la inercia la conocemos todos, se instala con mucha frecuencia en nuestras vidas: debería cambiar de trabajo, razones no me faltan, pero aquí ya me conocen, tengo un lugar adquirido, me llevo bien con mis compañeros, etc. O, intuyo que mi relación con mi pareja no es lo mejor para mí, pero me da pena cortar, tendría que comenzar de cero, finalmente hay cosas que están bien, etc., etc., etc. Este dilema existencial: moverse a tiempo o aceptar el cómodo presente, es uno de los grandes temas que plantea Canción dulce.
  • Los que tienen mejores trabajos y mejor preparación, y los que asumen tareas menos valoradas en el mercado laboral por estar menos capacitados. Aquí hablamos de diferencias sociales, raciales, económicas. En el caso de las niñeras, que es asunto central en la novela, percibimos una incomunicación entre sus patrones y ellas: hay amabilidad en el trato pero cero de interés por sus problemas personales: mientras me sea útil, me vale. Un buen ejemplo de ello es cuando Louise trabajaba para Monsieur Franck cuidando a su madre, y queda embarazada. ¿Cuál fue la reacción de él? Te ayudo a abortar. ¿Por qué? Porque eres muy eficiente y te necesito sin hijo. Otro ejemplo en este sentido: cuando los Massé deciden despedir a Louise dicen que lo harán después de las vacaciones: no pretenden renunciar a llevarla con ellos para disfrutar de cierta libertad, eso –que es una fuente de placer- pesa más que enfrentar la realidad y poner las cosas en claro. Realmente, lo que señala Slimani es una infravaloración de este grupo de mujeres como seres humanos, sólo interesan como personal contratado que ayuda a llevar la pesada carga doméstica, a pesar de que comparten la intimidad de las familias donde trabajan. Y esto es peligroso. Imagino que esto se extiende, en alguna medida, al resto de la masa laboral, pero en esta novela esos aspectos no se tocan.
  • Hay otros temas como telón de fondo: la soledad, sobre todo en una gran ciudad como París; la inmigración y el panorama multicultural europeo; la dificultad de integrar mundos distantes en una convivencia armoniosa; situaciones que envuelven la historia de Louise y los Massé hasta que el trastorno mental los destruye a todos.

Estilo

Leila Slimani utiliza frases cortas, muy directas: consigue con éxito no desviar la atención del drama que narra. Canción dulce se lee con gusto, la prosa es austera, elegante. Y sobre todo, muy eficaz.

A pesar de estar narrada en tercera persona, el relato muda el punto de vista: a veces está del lado de Myriam, otras de Louise, de Paul, o de algún otro personaje. Esta dinámica le da a la narración garra, la historia no se siente contada –desde fuera- sino vivida por los personajes involucrados.

Me gusta que la última escena regrese a la primera: estamos otra vez en el lugar del crimen, intentando reconstruir aquella tragedia que nadie sabe, ni sabrá, cómo fue ejecutada. Siempre es difícil cerrar una historia, Leila Slimani acierta y deslumbra.

 

Los textos han sido tomados de la Editorial cabaret Voltaire, 2017. Traducción de Malika Embarek López.