Retrato de Shunkin

Junichiro Tanizaki

Autor: Junichiro Tanizaki

Junichiro Tanizaki nació en 1886 en Tokyo, en la época de la unificación japonesa en pleno período Meiji que se extendió desde el año 1868 hasta 1912. Durante aquellos días, los señores feudales, quienes detentaban el poder en las zonas rurales, renunciaron a sus derechos para cedérselos al Emperador. Con el poder centralizado en manos de una dinastía, el Japón se moderniza, convirtiéndose en un estado de corte capitalista bajo un régimen político autoritario. Como parte de las reformas se establece el servicio militar obligatorio, favoreciendo la militarización del país, cuyo resultado inevitable será el espíritu imperialista que predominó en Japón desde finales del siglo XIX hasta terminar la primera década del siglo XX. La evolución de la Segunda Guerra y los tristes episodios de Hiroshima y Nagasaki ponen el punto final a la carrera armamentista y al espíritu conquistador.

Desde la llegada de los comerciantes portugueses y los jesuitas en el siglo XVI, el Japón vivirá períodos de apertura a occidente, intercalados con otros de franca xenofobia. El coqueteo entre los dos mundos se hace patente en la formación de los intelectuales y concretamente en el caso de Tanizaki: su obra pretende armonizar las formas clásicas y delicadas de la tradición japonesa con el decadentismo europeo de fin de siglo. Oscar Wilde, Baudelaire, Allan Poe, entre otros, influyen con una visión del mundo en donde la mujer ejerce un poder absoluto, casi demoníaco, sobre los hombres. En este aspecto, la sintonía con Kawabata y Mishima es notable, la crueldad resulta para los tres una parte clave del juego amoroso en donde, a pesar de la sutileza de las formas, los contenidos son altamente perturbadores, rodeados de ambigüedad y misterio.

Tatuaje, novela corta que Tanizaki escribió en 1910, y que acaba de aparecer traducida al español por la editorial Rey Lear, es otro buen ejemplo de esta literatura con una fuerte carga de erotismo, rebosante de sensualidad, en donde las imágenes nos transmiten todo tipo de sensaciones relacionadas con las múltiples formas de amar. El cuerpo es, en la obra de Tanizaki, un vehículo importante, receptor del placer que la imaginación estimula.

Los ejes narrativos

El narrador y sus fuentes

En Retrato de Shunkin, publicada en 1933, el narrador utiliza la primera persona, un yo ficticio que puede identificarse con el autor, pero que no es necesariamente él. O por lo menos, no pretende serlo. Éste yo ocupa un lugar determinado en el mundo narrativo y se presenta como un lugareño, un habitante de Osaka que conoce la tradición oral de la gente de su pueblo y que rastrea, por propia voluntad e interés personal, la historia de una pareja de amantes -Shunfin y Sasuke- que tuvieron relevancia artística en el mundo local.

El narrador tiene dos fuentes: la primera es un texto titulado La vida de Mozuya Shunkin cuya autor es desconocido. El mismo narrador plantea la sospecha de que fuera redactado a pedido de Sasuke, el amante-discípulo, para ensalzar a su amada, por lo tanto carece de objetividad. El texto, como fuente, funciona a medias.

«No hace mucho tiempo adquirí un pequeño texto titulado La vida de Mozuya Shunkin, que despertó mi interés por ella. Es un libro de sesenta páginas, encuadernado a la japonesa e impreso con caracteres grandes en papel hecho a mano. Deduje que Sasuke había pedido a alguien que redactara la biografía de su maestra para distribuirla en privado en el segundo aniversario de su muerte. Aunque el texto está escrito en el estilo literario de otra época, y el propio Sasuke aparece en tercera persona, sin duda fue él quien suministró todo el material y no sería exagerado atribuírle la autoría.» (pág. 14).

La vida de Mosuya nos ofrece una visión muy amable de Shunkin. se nota una clara una clara intenicón de rescatar y mejorar su imagen.

La otra fuente sería el testimonio de Shigizawa Teru, una discípula de Shunkin quien, cuando muere su maestra, se queda a trabajar para Sasuke. Por lo tanto la objetividad aquí, también, es cuestionable. Estos detalles contribuyen a crear ambigüedad, y como resulta imposible confirmar los datos históricos, un halo de misterio rodea a los personajes, favoreciendo la creación del mito. Estamos en el terreno del «se dice», «se sabe», se cree…».

La relación maestra- alumno

Este es un aspecto de las relaciones sociales que suele aparecer en las novelas japonesas, y en los casos que ahora mismo recuerdo, los implicados terminan enamorados: se me viene a la cabeza Lo bello y lo triste, de Kawabata, y El cielo es azul, la tierra blanca, de Kawakami. Tengo entendido que en la sociedad japonesa la relación maestro-alumno es muy fuerte, y en estos textos se presenta como una relación edípica de padre/madre- hijo/hija que se va transformando, con el tiempo y el aprendizaje, en una relación absorbente y total, en una auténtica pasión.

En el caso de Shunkin y Sasuke, hay ciertos elementos que señalan un conflicto. Ella pertenece a una clase social superior, lo cual implicaría una dificultad para la pareja: Sasuke pertenece a una familia que sirve (por lo tanto depende) a la familia de Shunkin, y como tal ingresa en su mundo para servirla como su lazarillo. Dentro de los cánones sociales imperantes en Osaka, en el siglo XIX que es cuando transcurre la historia, la relación es inaceptable, al punto que Shunkin no la confiesa jamás porque sabe que es vergonzosa para ella. La verticalidad de la relación está definida también desde el plano socio económico: son ama y criado, profesora y alumno, diosa y adorador. En teoría, todo se presenta en contra de los amantes.

Shunkin establece su autoridad con mano de hierro, y con esa expresión quizá me quede corta; en realidad es cruel, abusiva y dominante con Sasuke, a quien trata como a un ser inferior. El narrador, como si quisiera exculpar a Shunkin, dice que era común la dureza y el rigor de los maestros en el mundo del arte, y expone otros ejemplos en donde el castigo físico era utilizado como herramienta para obtener del alumno resultados óptimos. En esta línea, el narrador argumenta a favor de Shunkin con estas palabras:

«Yo supongo que la conciencia que tenía Shunkin de ser una artista excelsa tendría algo que ver con los castigos malévolos, si es que no sádicos, que administraba. Quiero decir que, al ser conocida por su crueldad, pensaría que cuanto peor tratase a sus alumnos más demostraría su altura como artista. Envaneciéndose cada vez más, acabaría por perder todo control sobre sí misma.» (pág. 85).

En efecto, como maestra de Sasuke, Shunkin fue excelente, porque sabemos que -en la carrera musical- él obtuvo mayores logros que ella. Esto pondría de relieve la intuición de Shunkin para detectar las posibilidades de su alumno y la seriedad con que llevó a cabo su labor. Explicaría, también, el agradecimiento eterno de Sasuke.

En el texto de Tanizaki, las alondras y los otros pájaros que la ciega cría en cautiverio, son metáforas de la vida de Sasuke, a quien ella descubre, entrena y convierte en artista. Sasuke sería como Tenko, un simple aprendiz de tendero (un polluelo cualquiera) a quien la maestra transforma en un músico cultivado:

«¡Escuchen todos a Tenko! Al principio era un polluelo cualquiera, y ya ven lo que ha conseguido un largo adiestramiento. Ningún ruiseñor salvaje tiene una voz tan bella. Habrá quin diga que es una belleza meramente artificial; nada ás hermoso, les dirán a ustedes que el canto del ruiseñor salvaje cuando de improviso irrumpe desde la bruma sobre un arroyo, o mientras se camina por valles profundos buscando las flores de la primavera: yo no puedo estar de acuerdo. Es sólo el tiempo y el lugar lo que hace tan conmovedora la llamada del ruisñeor salvaje; si nos paramos a escuchar, nos damos cuenta de que su voz dista mucho de ser hermosa. Pero cuando se oye a un pájaro tan perfecto como Tenko, recuerda el sereno encanto de un barranco apartado: un arroyo impetuoso nos murmura, nubes de flores de cerezo flotan ante nuestros ojos. Las flores y la bruma están por igual dentro de ese canto, y se nos olvida que seguimos estando en la polvorienta ciudad. Es ahí donde el arte rivaliza con la naturaleza. Y también en eso está el secreto de la música.» (pág. 74-5).

Por eso es significativo que cuando la alondra preferida se libera y no regresa a su jaula, Shunkin enferma y muere: Sasuke ya no la necesita, puede volar solo, el aprendizaje ha terminado. Y desde luego triunfa: se convierte en un virtuoso y tendrá más alumnos que los que ella tuvo.

La música funciona en la relación de la pareja como el vínculo más importante. Cuando Sasuke es introducido en la vida de Shunkin, una de sus tareas principales es llevarla a sus clases de música. Admirándola y contemplándola, él comparte la misma pasión y decide practicarla a escondidas, corriendo ciertos riesgos. El joven intuye que sólo de esa manera, a través de la música, sus caminos podrían encontrarse. Por eso lo debe hacer bien, y a ello debe su obsesión: deja de dormir para practicar, esconde el instrumento para no delatarse, escucha las ejecuciones de ella para aprender de oído esforzándose en obtener los mejores resultados. Finalmente, Sasuke consigue convertirse en su alumno y abandona el destino de tendero que tenía trazado por nacimiento. Es el primer paso.

Hay otro elemento importante en el aprendizaje: Sasuke busca la oscuridad del armario para tocar, en un intento -inconsciente, quizá- de acercarse a la ceguera de Shunkin. Si ella no necesita luz, él tampoco debería necesitarla. Ambos confían en una visión interior de naturaleza espiritual; y así, lentamente, se van mimetizando y excluyendo del mundo. El mismo año que publicaba Retrato de Shunkin, Tanizaki escribió un ensayo titulado El elogio de la sombra, en donde privilegió la estética de la sombra, dominante en Oriente, frente a la estética de la luz, más propia de Occidente. Por lo tanto no es casual que en Retrato de Shunkin los amantes huyan de la luz, tanto que Sasuke, al final de la historia -que coincide con el final del aprendizaje- llega a provocarse la ceguera, renunciando a ella de manera voluntaria y radical.

El erotismo

Para lograr el éxito de un alumno el profesor debe causarle dolor, como si sufrir fuera un requisito indispensable para obtener conocimiento; siguiendo este criterio, en Retrato de Shunkin, el amante obtiene placer de la misma manera. Las relaciones entre ambos tienen un cariz sado-masoquista. La actitud de Sasuke será de sometimiento y humillación, mientras Shunkin ejerce el poder del látigo: él, la víctima; ella el verdugo. Los castigos varían a lo largo de la relación y poco sabemos de los detalles, pero basta como muestra la escena en donde Sasuke se encuentra enrollado a los pies de su amante para calentarla un día que él padece un fuerte dolor de muelas y Shunkin, descontenta, y a sabiendas del dolor de él, lo patea en la boca.

La libertad del ser humano para encontrar su propio camino en el difícil mundo del amor, dignifica todas las formas, siempre y cuando los amantes se entreguen con total libertad. El juego amoroso en Retrato de Shunkin parece fluir con naturalidad, como si ellos se hubieran buscado a sabiendas de que se encontrarían:

«No es difícil imaginar los violentos modales de Shunkin. Sasuke, aunque a menudo le hiciese llorar, sentía una gratitud inmensa cada vez que la oía hablar así. Sus lágrimas eran en parte lágrimas de agradecimiento al sentirse espoleado con tanta vehemencia por la niña que era a la vez su señora y su maestra. Por eso no huía nunca de sus malos tratos: aun llorando, seguía dando la lección hasta que ella le despedía.» (pág. 49).

El amor entre ellos excluye la descendencia: ambos renuncian a los hijos, incapaces de amar fuera del círculo estrecho de la pareja. El fuego que generan los consume.

La belleza que no se ve

A pesar de ser considerada la estrella con más brillo por todos los que la rodean -la más hermosa de las hermanas, la alumna más talentosa, la joven más bella- la vida de Shunkin es un continuo renunciar, impuesto desde fuera. A los ocho años pierde la visión y, en la plenitud de su vida, pierde la belleza. No sabemos exactamente cómo suceden estas pérdidas, a qué o a quién se deben los dos cambios dramáticos en su vida, pero en ambas situaciones ella queda mutilada. Una vez más, la ambigüedad rodeará a los acontecimientos dejando en el aire la sospecha, en ambos casos, de haber sido provocados: la ceguera, por los celos de la niñera de su hermana; y en el caso de la desfiguración se barajan varias posibilidades: un alumno despechado, el padre de una alumna ofendida, un competidor de Sasuke, o un músico rival.

Tanizaki insiste en el aspecto de víctima de la profesora en su relación con el mundo, como si hubiera algo en ella que provocara, no sólo rechazo, sino violencia y agresión. La imagen de la diosa Shunkin produce reacciones adversas, la gente corriente no puede lidiar con ella, necesita herirla y vengarse de su suerte. El papel de Sasuke, es este aspecto, es mesiánico: él la acompaña en su dolor y la redime: quitarse la visión de los ojos para que ella no se sienta observada con su nueva cara es un acto de entrega total, de complicidad absoluta. Ya no sólo comparten la oscuridad -que en esta historia tiene una resonancia de mundo interior de nivel superior al mundo exterior- sino que, de manera metafórica, Sasuke le devuelve a Shunkin la imagen que tenía antes del horrible accidente.

Hay dos momentos claves, cuando Sasuke era el lazarillo de Shunkin, en donde el narrador señala un contacto físico entre la pareja que pudiera ser interpretado como cariño. En ambos, muy bellos por cierto -el lenguaje de Tanizaki es limpio y cristalino- lo que se pone en evidencia es el tacto, sentido que será vital en la relación, ya que es un sentido que privilegian los ciegos:

«…Sasuke caminaba a su lado, con la palma de la manita de Shunkin posada en la suya, hasta la casa de Shunsho.» (pág. 28).

«Para guiarla, Sasuke ponía la mano izquierda a la altura del hombro de Shunkin, y ella apoyaba la palma de la mano derecha en la palma abierta de él. Era como si Sasuke no fuera para ella más que una mano. » (pág. 29).

Para terminar, me parece importante comentar el último párrafo, porque es un cuestionamiento del simbolismo implícito en la lectura:

«Parece ser que cuando el Sacerdote Gazán del Templo de Tenryu oyó contar la historia de la autoinmolación de Sasuke, elogió el espíritu zen con que había mudado su vida entera en un instante, convirtiendo lo feo en hermoso, y dijo que era casi la acción de un santo. Yo me pregunto cuántos de nosotros estarían de acuerdo con él.» (pág, 118).

El narrador tiene un punto de vista critico respecto a la cultura que intenta dignificar el acto de Sasuke (un Edipo que se auto inmola sin tener culpa) y convertirlo en un héroe. Esta vuelta de tuerca, que permite otras lecturas, me parece el mejor de los finales posibles. Con esta frase, Tanizaki engrandece el alcance de la historia al quitarle el barniz de moralina. Se puede leer como si fuera una parábola, pero también se puede leer como una historia de amor y entrega total.

Los textos han sido tomados de la edición de DEBOLSILLO, traducción de María Luisa Balseiro.