Abril Rojo

Santiago Roncagliolo

Auténtico thriller que el lector no puede dejar de leer hasta llegar el final, Abril Rojo tiene el esquema de una novela policial de corte clásico. Los elementos característicos de este género se acumulan desde el primer capítulo: lo primero que aparece en escena es un cadáver cruelmente mutilado, por lo tanto habrá un asesino por descubrir. Se barajan los móviles del crimen y mientras el fiscal Félix Chacaltana intenta investigar, aparecen otros asesinatos en serie.

Las pistas falsas contribuyen a crear el suspenso y el personaje protagonista, dubitativo, patético, acomplejado, complica las cosas debido a sus propias carencias. Un asesinato anterior, cometido por Chacaltana, lo convierte en un fugitivo de su pasado, y esa rigidez que él se impone como una coraza para negar su falta, le impide discernir de manera normal. El juego entre la miseria personal de Félix Chacaltana y los acontecimientos cruentos producto de la mente retorcida del asesino en serie, mantendrán la tensión dramática a lo largo de toda la novela. Por eso el diálogo final entre ellos es el desenlace esperado.

Siguiendo el patrón de los thrillers contemporáneos, el alcohol (los ayacuchanos bebiendo en carnaval, por ejemplo), el sexo, y el fanatismo religioso, son una constante acompañados siempre de la muerte como EL TEMA. Un buen ejemplo de esto es el primer informe  de Chacaltana: Justino Mayta Carazo estaba borracho cuando encuentra el cadáver, se oculta en un pajar en donde podría haberse encontrado con una mujer “de unas considerables postrimerías y un apetito carnal muy despierto”, y dice que “procedería a confesarse con el sacerdote” después de haber reconocido un intento de robo: alcohol, sexo y religión como escapes.

La novela abarca un período corto de tiempo: desde el 9 de marzo del 2000 hasta el domingo 23 de abril del mismo año. Se inicia con el carnaval y termina con el fin de la semana santa. La mezcla de fiestas religiosas y paganas, reflejo de la mezcla cultural de Ayacucho, una ciudad que tiene población local indígena y al mismo tiempo una buena cantidad de militares, policías, curas y funcionarios que responden a un perfil mestizo, “educados” por el poder que tiene un patrón limeño y católico.

ESTRUCTURA:

La novela está estructurada de una manera peculiar: se intercalan informes  del fiscal Chacaltana, notas del asesino, y la narración en tercera persona que hilvana los hechos y añade puntos de vista y datos que tanto Chacaltana como el asesino, no mencionan.

Sin embargo el orden en que estos elementos narrativos se intercalan, no es fijo. No hay un patrón a seguir. De esa manera la narración gana en naturalidad, da la impresión que las cosas se cuentan conforme surgen, sin obedecer a un modelo rígido establecido.

Los informes del fiscal son los textos más logrados. Reflejan su lucha interior, su patetismo, su falta de mundo. Y ante el vacío personal y la necesidad acuciante de negar “lo que nadie sabe sobre él”, desarrolla un actitud defensiva para protegerse con las normas legales y no perder el norte. De lo contrario sucumbiría ante su propia tragedia personal.

El lenguaje utilizado en los informes de Chacaltana es remilgado y produce hilaridad. El fiscal es un funcionario que pretende ser el mejor funcionario, se esfuerza para conseguirlo, y parte de su esfuerzo es la búsqueda de un lenguaje “culto”, “excesivamente” correcto, por lo menos original. Su amor por el poeta peruano José Santos Chocano es un buen ejemplo de su gusto literario, pasado de moda, exagerado y poco elegante.

El uso de los sinónimos, por ejemplo, demuestra esta actitud, Chacaltana trabaja para obtener la palabra idónea, evitando la repetición y demostrando con ello su manejo de vocabulario. Pero no se da cuenta de lo ridículo que resulta, porque el ridículo que produce no es capaz de captarlo. El esfuerzo es lo único que lo guía, un esfuerzo que lo haga destacar, lucirse como un buen fiscal, dando lo mejor de sí. Veamos dos ejemplos:

“Según ha manifestado ante las autoridades competentes, el declarante llevaba tres días en el carnaval del referido asentamiento, donde había participado en el baile del pueblo. Debido a esa contingencia, afirma no recordar dónde se hallaba la noche anterior ni ninguna de las dos precedentes, en las que refirió haber libado grandes cantidades de bebidas espirituosas. Esa versión no ha podido ser ratificada por ninguno d los 1,576 vecinos del pueblo, que dan fe de haberse encontrado asimismo en el referido estado etílico durante las anteriores 72 horas con ocasión de dicha festividad”. (pág. 13).

Habiendo elegido la  palabra “carnaval”, evita repetirse usando la expresión “dicha festividad”. En la misma línea, después de “haber libado grandes cantidades de bebidas espirituosas” elige otra versión para expresar lo mismo: “referido estado etílico”. No utiliza ni la palabra “fiesta” ni la palabra “borracho” que serían las más comunes para describir ambas circunstancias.

“Procedió a retirar las últimas brisnas de paja que lo cubrían, encontrando una superficie irregular perforada por diversos agujeros”. (pág. 15)

Una frase con intensión poética como “brisnas de paja” desentona en un informe sobre un asesinato, y cuando el informante intenta ser preciso e ir al grano, se refiere al cuerpo “como una superficie irregular perforada por diversos agujeros”. Nada más ambiguo. Pero él necesita ser elegante.

La insistencia para colocar la edad de la persona a quien cita, cada vez que la menciona, es un exceso también. ¿Obedece a la rigidez de Chacaltana que quiere ser preciso, detallista y demostrar su esmerado celo profesional?

Sorprende la doble mención del número exacto de vecinos, 1,575, que parece innecesaria para los fines del informe, pero refleja el cuidado que pone para realizar su trabajo correctamente.

Este informe está muy logrado y me parece un buen inicio, marca el tono del protagonista y divierte al lector. El recurso funciona: con un muerto al frente, y un funcionario poco común, la novela promete.

Si bien es cierto que el orden de los elementos narrativos varía, lo que se repite siempre después de cada informe es una reflexión que se hace a sí mismo Chacaltana sobre la redacción de su informe. En todas ellas lo que prima son sus dudas sobre el resultado, corrige, pule, mejora la forma para sacarla partido al contenido. Esto también va marcando su perfil psicológico, sus dudas, inseguridades y miedos.

Muchos pensarán que el lenguaje de Chacaltana obedece a la media de los funcionarios “modélicos”, sin embargo, al final de la novela aparece el informe de Elespuru, el agente del Servicio Nacional de Inteligencia, y en él se nota claramente la diferencia entre los dos textos. El lenguaje de Elespuru es el adecuado, el de Chacaltana es excesivo. Y por lo tanto añade una nota d humor que se agradece.

Los textos del asesino tienen como característica las faltas de ortografía. Es el lenguaje de un loco, inconexo, con ideas mesiánicas, medio místico, medio dios vengador, medio fanático. Digo medio, porque finalmente no encuentro el sentido de estos textos, no creo que añadan gran cosa a la novela. ¿Es un recurso literario para definir al personaje, para darle un espacio narrativo propio?

La locura desatada por la violencia en Ayacucho en los años de la guerra entre Sendero Luminoso y el ejército queda patente con la narración de los crímenes en serie y las horrendas circunstancias que los rodean. Quien realiza tales actos está loco, con o sin esos textos.

PERSONAJE  PROTAGONISTA:

Félix Chacaltana Saldívar es un perdedor: su ex mujer lo menosprecia. Esto es un acicate para él, necesita demostrarle a ella, y al mundo, que no es un tonto.

Por otro lado habla con su madre muerta, la trata como si estuviera viva, mentalmente no la ha enterrado. Está solo, no se ubica, no tiene amigos, la gente le huye, es un marginado social:

“Conforme el ágape transcurría y el alcohol circulaba, el tema iba limitándose a enumerar a las mujeres que cada uno deseaba y a los detalles de un hipotético encuentro sexual. Y el fiscal distrital adjunto Félix Chacaltana Saldívar, de momento, no deseaba desear a ninguna mujer. Solía asistir a las enumeraciones asintiendo y preguntándose en qué momento podría decir algo, una palabra al menos, tratando de recordar a alguna mujer que llamase su atención. Por eso, normalmente, prefería no asistir, quedarse en casa arreglando el cuarto de su madre o leyendo a solas sus peomas de José Santos Chocano.” (pág. 40)

Chacaltana es un hombre de leyes. Sin embargo ha cometido una falta grave contra la ley y busca, con su comportamiento impecable y pegado a la letra, hacer borrón y cuenta nueva en su vida, borrar su historia. Su arma es escribir, cada informe es un paso adelante en su lucha para hacer que la ley funcione y se cumpla:

“Pasó el resto de la tarde ocupándose de otros casos pendientes, como la denuncia  de un ciudadano contra su vecino, al que acusaba de maricón en su declaración. El fiscal redactó una respuesta a la consulta en el sentido de que la homosexualidad en ninguna de sus variantes constituye falta, infracción o delito de gravedad por no encontrarse debidamente tipificada en el código penal. Sin embargo, añadió, si el sujeto contrajere relaciones con una persona humana o jurísdica sin verificarse acto de voluntad concomitante de esta última, podría incurrir en delito contra el honor especificado bajo el tipo de violación.

Se preguntó cómo sancionar una violación de un hombre a otro. Tomó conciencia de que no podría casarlos por ausencia del respectivo trámite. Quizá la situación ameritaba otro escrito”. (pág. 35)

Su inseguridad lo convierte en paranoico. Es tan inseguro que se siente perseguido, observado. Cuando Edith le sirve su plato de comida:

“… vio la cara del roedor. Tenía la boca abierta y los dientes delanteros largos y agresivos. A Félix Chacaltana le pareció que era el cuy el que se lo quería comer a él. Soltó los cubiertos”. (pág. 50).

Tiene pesadillas, sueña con fuego y con golpes. Las pesadillas lo torturan y uno de los motores de su vida es hacer las cosas bien para poder dormir finalmente tranquilo. Las pesadillas son producto del remordimiento, de la culpa. El quiere anular el crimen cometido con su buen comportamiento de manera conciente, pero cuando duerme salen los fantasmas. El, que adoraba a su madre, por matar a su padre que le pegaba, termina matando a los dos. Una falta de esa naturaleza no se puede ignorar, ni sublimar, menos aún silenciar. Eso demuestra la ingenuidad del personaje.

Para los ayacuchanos, dice Carrión, la madre es un ser intocable por naturaleza. Chacaltana mata a la suya, no hay peor acto que ese, es el crimen más bajo.

Le falta criterio para ejercer su profesión, pero también para los detalles. Cuando lo mandan a Yawarmayo, un pueblo perdido en los Andes, él va vestido con terno. Como si fuera a un cocktail:

“Cada cierto tiempo de detenía a revisar que su terno no se estuviese arrugando ni llenando de polvo”. (pág. 95).

A pesar de todos sus defectos, Chacaltana es el hilo conductor. La novela se sostiene porque él quiere seguir investigando. La energía que él centra en su trabajo, para huir de sí mismo, inunda de energía a la narración. Si no fuera por él, una vez que Carrión es trasladado, se terminaría la novela y los crímenes. Pero él le pide más aliento, no detenerse, y eso produce el desenlace.

Como sucede muchas veces, uno termina repitiendo comportamientos que detesta. Padres o madres que han causado dolor, frustraciones, y rabia, dejan el mal ejemplo grabado en el inconciente. Chacaltana sufrió por la manera en que su padre maltrataba y golpeaba a su madre, sin embargo violó a Edith, su mejor amiga, su mejor compañía, en un arrebato de ira y deseo:

“No era sexo lo que había buscado, sino una especie de poder, de dominio, la sensación de que algo era más débil que él mismo, que en medio de este mundo que parecía querer tragárselo, él mismo también podía tener fuerza, potencia, víctimas”. (pág. 281)

Esta es la venganza del débil: el personaje patético reivindica su poder a través del sexo. Sus nervios por el último crímen, la posibilidad de haberse involucrado estúpidamente dejando huellas, lo transforman en un mancho violento que se cobra un  premio. A pesar del acto repugnante, Chacaltana parece más humano ahora. Por primera vez pierde su auto control.

Haya ironía al final ya que, a pesar de ser el único que descubre al asesino, no le vale el mérito, porque termina él también matando. No soportó que Carrión lo enfrentara con su pasado. Y por lo tanto le cargan todos los muertos.

EL CONTEXTO:

Si bien es cierto que el tiempo en donde transcurre la novela es el año 2000, la sombra de la guerra entre Sendero Luminoso y el ejército está presente como un triste recuerdo y como una amenaza.

Es interesante cómo el lector se empapa de historia contemporánea de manera sútil, sin darse cuenta. Porque en Abril Rojo aparece el punto de vista de los militares que fueron enviados a luchar a Ayacucho, sus necesidades, sus miedos; y al mismo tiempo sus excesos y mal uso del poder. Los terroristas también tienen un espacio cuando el fiscal entrevista a Durango en la cárcel y expone el punto de vista de los senderistas.

Es interesante constatar la mirada que tiene el blanco o mestizo que viene de fuera respecto al hombre andino:

“El fiscal entendió que “aquicito nomás” podía significar “a dos días de camino”. Recordó lo difícil que resulta interrogar a un quechuahablante, sobre todo si, además, no le da la gana de hablar. Y nunca les da la gana de hablar. Siempre temen lo que pueda pasar”. (pág. 65).

O lo lejos que está la ley de la realidad cuando se vive una guerra:

“-Las levas son ilegales…

-¡Félix, deja de pensar como un manual de derecho! ¿Querías medidas de seguridad? Ahí tienes medidas de seguridad.

-¿A dónde los llevan?

-Harán el servicio militar obligatorio. Y ya está. Tendrán trabajo. No tienen nada que hacer aquí. ¿Qué quieres? ¿Qué estudien ingeniería?… (pág. 117).

Y por último la religión católica mezclada con el poder: el cura Quiroz no era imparcial, estaba aliado a los militares, por ejemplo. Es significativo hecho de elegir la semana santa como escenario ya que los crímenes recuerdan elementos de la religión: la cruz, la lanza, la corona de espinas, el fuego del infierno, etc. La sangre de los muertos mezclada con la sangre de Cristo: las escenas de las procesiones se entrecruzan con los asesinatos, una cosa recuerda a la otra. Y eso es así, la religión  católica es la religión oficial, pero se entiende de otra manera:

“… Los indios asistieros a misa encantados y en masa… Rezaron y aprendieron cánticos, inclusive comulgaron. Pero nunca dejaron de adorar al sol, al río y a las montañas. Sus rezos latinos eran sólo repeticiones de memoria. Por dentro seguían adorando a sus dioses. Sus huacas. Los engañaron”. (pág. 56).

ESTILO:

Predominan las frases cortas, dinámicas, directas. La brevedad de la frase aligera la narración. Acelera el ritmo.

Hay ocasiones en que la frase tiene una sola palabra, en este caso suele ser un verbo: “Succionó”. (pág. 272). “Embistió”. (pág. 273). “Sudaba” (pág. 273).

En muchos párrafoss Rocagliolo inicia las frases con un verbo, sobre todo cuando narra escenas de máxima tensión. El recurso funciona muy bien, lo que interesa en ese momento es lo que hace el personaje para salir del apuro. Centrar la atención en el verbo es altamente eficaz:

“Volvió a oír el siseo afuera, en el salón. Casi por instinto, desabrochó la cartuchera y sacó el arma. Regresó a la sala apuntando hacia delante, hacia las cajas. Rastrilló, para que la bala saliese más rápido en caso de emergencia. Se dio cuenta de que su mano temblaba. Apoyó la espalda contra la pared y empezó a recorrer así el perímetro de la habitación, bordeando las cajas donde las había. Sacó su pañuelo para secarse el sudor. Estaba empapado. Llegó a al puerta del sótano y empezó a bajar por las escaleras, siempre pegado a la pared. No sabía hacia qué lado debía apuntar el arma. Optó por apuntar hacia abajo, donde la oscuridad era más densa. Reconoció el olor del incienso y humedad, mezclado con un perfume químico que no pudo identificar.” (pág. 261).

Los verbos acentúan la acción, y al cargarse la escena de acción, aumenta el suspenso y la tensión dramática.

Otro acierto estilístico son las frases en donde se unen elementos inesperados:

-“Félix Chacaltana Saldívar recuperó su carnet y su sueño”. (pág. 94).

-“Sólo volvió a meter la cabeza en su ventana y en su vida”. (pág. 267).

-“Su vulva sabía a jabón y a ella”. (pág. 272).

Y para terminar, queremos mencionar el humor, como nota constante en la novela. Este humor negro que hace risueña una historia tremenda, cruel, dolorosa y demencial.

El humor como ingrediente importante de la vida humana:

“-¿Refuerzos? Claro. También pedimos una piscina y un par de putas y aquí estamos”. (pág. 99).

“Gringos pues, fiscal, son unos maricones todos. Chillan y chillan y no les han hecho nada. Ni siquiera llegaron arobarles porque se pusieron todos a gritar. Deberíamos exportarles delincuentes para que sepan lo que es un robo de verdad y no nos hagan perder el tiempo en cojudeces.” (pág. 214).