Baumgartner

Paul Auster

Baumgartner es el título de lanovela que Paul Auster (USA, 1947- 2024) escribió al final de su vida cuando sufría ya de un cáncer terminal. Quizá, debido a su  enfermedad, el tono es de despedida, y al mismo tiempo funciona como testamento literario, un auténtico regalo para sus lectores. El protagonista, Seymour Baumgartner, profesor de filosofía retirado de las aulas y viudo, nos invita a compartir sus fantasías más íntimas, sentimientos y pensamientos que surgen en una etapa contemplativa de un hombre que envejece, el placer de los recuerdos que traen al presente las alegrías, la dulzura, los miedos y las dificultades de una vida marcada por una pérdida irreparable: cómo sobrevivir al dolor, a la ausencia, a la soledad y cómo darle sentido a lo poco que queda.

El relato comienza en el presente: Baumgartner  es un intelectual que vive solo, tiene 71 años y siente las limitaciones del cuerpo propias de su edad, sin embargo mantiene rutinas que ayudan a estructurar su vida, pero ese día precisamente, el azar -siempre presente en la obra de Auster, elemento clave- le juega una mala pasada: se quema la mano en la cocina, intenta llamar a su hermana pero en cambio lo llama a él el nuevo inspector de la luz que le anuncia visita con retraso; a punto de llamar otra vez a su hermana aparece la mujer del correo con un paquete, luego de recibirlo insiste en contactar otra vez a su hermana pero tampoco es posible por una nueva intrusión: el hijo de la señora de la limpieza telefonea para comunicarle que su padre ha sufrido un accidente laboral. En una sola mañana, Baumgartner se ve invadido por 4 personas que trastocan su rutina y su intimidad, pero al mismo tiempo ellos son canales para conectarse con el mundo y sentirse rodeado de gente.

Una de las irrupciones, el nuevo inspector de la luz, es la causa involuntaria, de una traspiés de Baumgartner en la escalera del sótano, segundo dolor físico en esa mañana: primero la quemadura y luego los golpes por la caída. Sin embargo la llamada a la hermana, que era lo único previsto, queda sin ejecutarse, a pesar de que lo intenta varias veces. A cambio, nace una nueva amistad con Ed Papadopoulos, el inspector, quien lo atiende con cariño y delicadeza. El relato de Auster confirma desde el primer capítulo aquella premisa que es característica de la obra del autor: la vida es una caja de sorpresas.

EL PASADO QUE ES PARAÍSO PERDIDO

La visión del cacharro de cocina quemado, como la magdalena de Proust, lo traslada de pronto al  día que conoció a Anna, registrado como inicio de una etapa dichosa:

“… empieza a pasar la mirada por la cocina hasta que finalmente atisba el cacillo  quemado en el suelo. Ese fue el comienzo de todo, piensa, el primer contratiempo que ha conducido a todos los demás en este día de interminables percances, pero mientras sigue observando el renegrido cacharro de aluminio al otro lado de la estancia sus pensamientos, alejándose despacio de los estúpidos batacazos de esta mañana, retornan al pasado, a ese remoto ayer que titila en las márgenes de la memoria, y poco a poco, de forma minúscula cada vez, va recordándolo todo… y en aquel establecimiento rancio pero abarrotado de cosas, de paredes amarillentas y tenues luces fluorescentes, fue donde vio por primera vez a Anna la chica de ojos luminosos…” (pág. 36).

Pero también lo invaden recuerdos tristes como su muerte en el mar, el entierro, la dificultad de asimilar su partida, su ausencia en la casa, el desamparo, el dolor indescriptible. Se consuela repasando los escritos que ella dejó guardados, sin publicar, y entonces aparece en Baumgartner, el primer texto dentro del texto: el romance de Anna, narrado por ella, un chico que murió en la guerra, y otros datos de la vida de su mujer antes de que ellos fueran novios. El viudo reescribe mentalmente la historia de Anna, un pretexto para traerla viva, con esa manera de ser que a él le gustaba tanto: su fuerza, su libertad, su audacia, su belleza. Recordar es recuperar momentos de felicidad, constatar que los tuvo, que fue suya, que era parte de él y que ahora le hace falta, una falta que la expresa como un dolor físico,  como una mutilación:

 “Es el tropo que Baumgartner viene buscando desde la muerte súbita e inesperada de Anna hace diez años, la analogía más convincente y decisiva para describir lo que le ha pasado desde aquella tarde de calor y viento de agosto de 2008, cuando a los dioses se les antojó robarle a su mujer en pleno vigor de su aún joven naturaleza, y así de paso, arrancar las extremidades a Baumgartner, las cuatro, brazos y piernas, juntas y al mismo tiempo, y si la cabeza y el corazón escaparon a la arremetida sólo fue porque los dioses, perversos y burlones, le concedieron el dudoso derecho de seguir viviendo sin ella. Ahora es un muñón humano un hombre demediado que ha perdido una parte de sí mismo y ya no está entero, y desde luego los miembros perdidos siguen ahí, y le siguen doliendo, le duelen tanto que a veces tiene la sensación de que su cuerpo está a punto de incendiarse y consumirse.” (pág. 40-41).

Pero nuestro protagonista lucha por salir adelante y superar la pena que tiene enquistada, quiere enmendar el camino al final de su duelo:

“Vivir es sentir dolor, dijo para sí, y vivir con miedo al dolor es negarse a vivir. (pág. 73).

Una noche tiene un sueño, Anna lo llama por teléfono, le cuenta cómo es su nueva vida al otro lado y le anuncia que:

 “… es él quien está sosteniéndola en esa incomprensible vida de ultratumba, ese paradójico estado de inexistencia consciente que deberá llegar a su fin en cualquier momento…” (pág. 82).

Este sueño será una suerte de liberación, después de aquella noche, siente que puede regresar al pasado sin quedarse atrapado en él. Fortalecido, decide hacer cambios y enmendar el rumbo: se jubila, abandona la vida académica activa, tiene un proyecto de libro en el cual trabaja sin prisas y una novia con quien quiere casarse, una ex amiga de Anna, una mujer diez y seis años más joven que él, recientemente separada. Apuesta por la nueva relación, entusiasmado con una etapa nueva. Judith es una mujer que enseña cinematografía, interesante, atractiva. Sin embargo no quiere matrimonio, no está lista para aceptar ese vínculo, o no lo desea de momento. Baumgartner siente una gran desilusión y escribe un texto corto “Condena Perpetua”, otro texto dentro del texto. En ese escrito, expresa su frustración en el mundo real, y cómo se ve (su personaje) forzado a centrarse en la escritura, como si fuera la única opción para él en esta vida. Es un preso sin barrotes, un auto exilado por que el mundo no lo acoge.

EL PASADO QUE ES PARAÍSO FRUSTRADO

Antes que Anna, él tuvo una familia, espacio en el que no se sintió cómodo. La frustración de su padre que termina de sastre por circunstancias familiares, cuando ambicionaba otra cosa: ir a la universidad y hacer activismo político, se convierte en amargura. Todo parece difícil para una familia de inmigrantes polacos en Estados Unidos, el horizonte para ellos es estrecho, y Baumgartner, alertado,  sale disparado a la universidad tan pronto como puede. Su alejamiento es voluntario, se trata de una huida, y a la muerte de su padre, decide no regresar al entorno familiar. La familia por el lado de su madre tiene una historia bastante trágica, también, pero salvo su madre, no conoce a nadie más de ese lado familiar. Baumgartner parece haberle dado la espalda al mundo de la sastrería, no le interesa el negocio de la familia, sus aspiraciones son otras y lo reubican en un medio totalmente distinto en donde encontrará su lugar.

Esta historia familiar aflora cuando el protagonista se queda solo, envejeciendo día a día, se convierte en un ser contemplativo, recordar su infancia y su primera juventud será una manera de recuperar sus raíces. Mi impresión es que no encuentra nada atractivo en estos recuerdos, a pesar de que es consciente de la dureza de sus vidas y la carga emocional que pesa sobre los hombros de los inmigrantes con difícil acceso al bienestar americano. Le disgusta la imagen del padre y de sus hermanos, sólo rescata a su madre, que a pesar de haber sido abandonada por su abuela, fue protegida por un tío:

“Baumgartner no tiene la menor duda de que su madre fuera feliz con su tío y prosperase a su cuidado, porque de no haber sido así jamás se habría convertido en la persona fuerte y sosegada que era”. (pág. 181).

Es interesante el recuerdo que guarda tan nítido de dos imágenes de su pasado: la niña negra en el tren con su amorosa madre, y el niño en el metro de París a quien su padre le da una bofetada. En ambas situaciones, él reconoce una cercanía que no tuvo jamás con los suyos:

“… la mujer parecía buena madre, una persona en guardia debido a las circunstancias pero buena madre a pesar de todo, enseñaba a su hija a existir en el presente norteamericano tanto como con el ejemplo como con la palabra, y como la niña adoraba a su madre y quería imitarla en todos los aspectos, hizo lo que le habían dicho sin rechistar pero también sin miedo”. (pág. 155).
“El padre se lo quedó mirando desde su propio sufrimiento particular, horrorizado por lo que había hecho, avergonzado de la furia que había estallado de su mano impulsándolo a perpetrar una agresión así contra su hijo, como si por primera vez desde que se convirtió en padre empezara a entender que los padres poseen un ilimitado poder sobre los hijos y que abusar de tal autoridad es convertirse en un tirano y un rufián”. ( pág. 158).

EL FUTURO QUE ES UN MISTERIO

La aparición de Beatrix Coen, alumna de un compañero de Sy y estudiosa de la obra de Anna, promete una renovación. Esta chica aporta una buena dosis de ilusión al protagonista, al punto que decide hacer obra en su casa para recibirla, mejora el aspecto del jardín que languidecía, pero, alertado quizá por el accidente de Anna, también produce en él muchos miedos respecto a su seguridad: si conducir tantos kilómetros en pleno invierno no será muy peligroso, si habrá nieve en la carretera… Como si sospechara que algo tan prometedor puede terminar en frustración. Se comporta como un padre vigilante, pero el deseo de una buena compañía femenina también contribuye a su excitación. El vínculo de la visita con Anna lo apacigua, la razón de la próxima llegada de Beatrix es académica, nada personal, pero el ya mayor y solitario profesor, la ve como una posible compañera, en un sentido muy amplio. 

Me gusta, aunque confieso que en la primera lectura me dejó fría, el misterioso final. Finalmente no es la chica la que se accidenta, sino el propio Baumgartner, la excitación por la llegada lo desborda, coge el coche y decide hacer tiempo, pero por la presencia de un venado termina estampándose en un árbol. ¿Falta de reflejos? ¿Tema de edad? O ¿simplemente casualidad? Pero volviendo a la sorpresa, lo desconcertante, y sugerente, es la frase de este final abierto:

“… nuestro héroe se dirige en busca de ayuda, y cuando llega a la primera casa y llama a la puerta, empieza el último capítulo de la historia de S.T. Baumgartner”. (pág. 261).

LA LITERATURA

Este es uno de los ejes en esta novela, todos los personajes se dedican ella. Anna era poeta, y deja guardados también algunos textos en prosa, y otros autobiográficos. Seymour es filósofo, pero escribe, no sólo sobre filosofía, sino también relatos cortos como “Cadena Perpetua”. Judith es profesora de cine que, a parte de la cátedra, ha publicado cuatro libros sobre su tema, y Beatrixe Coen también pertenece al mundo literario: escribe y se interesa por los poemas de Anna para su tesis. 

Ya habíamos mencionado el recurso que utiliza tan bien Auster: los textos dentro del texto, como el despliegue de un abanico: el primero es “Frankie Boyle” que narra la historia de Anna y sirve también para darnos el contexto histórico de aquellos tiempos, como puede ser la guerra de Vietnam, en donde muere Frankie, y el asesinato de Robert Kennedy. El segundo de estos textos insertados es “Lexicón”, el poema de Anna; presumo que el significado de éste es ubicarla en la novela como una joven y atrevida poeta. Le sigue “Combustión espontánea”, parte de los escritos autobiográficos de Anna, en donde nos cuenta su enamoramiento de Sy, y cómo y cuándo decidieron vivir juntos. Luego aparece “Cadena perpetua”, una pieza magistral de Baumgartner que rebela su propio sentir, relegado a escribir ya que las otras puertas se han cerrado con la negativa de Judith. Y por último “Los lobos de Stanislav”, también escrito por el protagonista: un texto que recoge una experiencia personal en Stalisnav, ciudad en Ucrania a donde fue a rastrear a su familia paterna, y en una entrevista con un poeta local éste le habla de la invasión de lobos en la ciudad abandonada por los alemanes y cómo los rusos tuvieron que eliminarlos para poder habitar la ciudad. Aprovechando ese episodio, del cual nadie tiene noticia, ni hay registros salvo en un antiguo poema, Baumgartner aprovecha para hacer una reflexión que da sentido al quehacer literario:

“¿Tiene un acontecimiento que ser real para que se acepte como verdad, o la creencia en su verdad ya lo hace real aunque no sucediera lo que presuntamente ocurrió?… …Más en concreto, si resulta que la historia es tan increíble y avasalladora que uno se queda boquiabierto y siente que ha cambiado, ampliado, o profundizado su visión del mundo, ¿importa que la historia sea cierta o no?”. (pág. 198).

¿Por qué son estos textos importantes para el conjunto, acaso cumplen alguna función en esta novela? Pienso que sí porque aportan otros puntos de vista. La novela está narrada en tercera persona, un narrador omnisciente controla y conoce todo y es quien cuenta la historia de todos los personajes. Este narrador es el filtro, su punto de vista parece cercano a Baumgartner, pero no es necesariamente el suyo, se sitúa por encima del protagonista. En cambio en cada uno de estos textos que hemos mencionado, tenemos otros puntos de vista, el del personaje que reclama su autoría: dos de Anna, y dos de Seymour, y en ellos detectamos diferencias de lenguaje y de tono, entre ellos, y respecto al narrador principal. Incluso diferencia de ritmo. Los de Anna son chispeantes, divertidos, una prosa vital y con mucho sentido del humor. Los de Baumgartner son más académicos, piezas literarias con hondura, con un fondo filosófico que invitan a la reflexión. 

Hay ciertos guiños que nos insinúan los extraños caminos de la creación literaria, y los vínculos entre la realidad y la ficción. Un buen ejemplo sería cuando el protagonista va a Ucrania para desenterrar el pasado de la familia paterna y cuando escribe el relato  titulado “Los lobos de Stanislav”, este pasado se lo atribuye a la familia materna, que es aquella rama que él más quería. Cambia el dato real por decisión propia, el autor del relato transforma la realidad por decisión personal. También lo vemos en la identificación del escritor preso de “Condena perpetua” con el protagonista que se siente “expulsado del mundo” y cuya única conección con él es escribir. Y finalmente, por poner otro ejemplo: la premonición que aparece en su novela no publicada “Misterios de la rueda”: 
“… hay que evitar giros erróneos, baches y objetos caídos que estorben en la carretera y nunca, bajo ninguna circunstancia, correr riesgos impulsivo…” (pág. 244).

Cuando en pocos días él, por un giro brusco  en su coche, termina accidentado.

LA MUJER

Para terminar, me gustaría señalar la importancia tan grande que Baumgartner le otorga a la mujer. Los mejores párrafos están dedicados a ellas, sobretodo a Anna y Judith, el lector siente el amor que por ellas profesa, la admiración que despiertan en él, el placer que recibe de ellas como compañeras, cómo lo nutren sus diálogos, sus miradas y sus cuerpos. Tanto Judith, como Anna, son imágenes vigorosas, interesantes y aportan belleza con naturalidad, en ningún caso los elogios parecen forzados:

“Esta es la primera diferencia –la maternidad- pero también hay otras muchas, empezando con el contraste radical de su figura, para Baumgartner cuestión de poca importancia a la larga y que de todos modos le da igual. Anna, con su estilizado cuerpo de nadadora, sus menudos pechos y estrechas caderas, sus largos brazos y elegantes hombros cuadrados, su pelo corto castaño rojizo y sus ardientes ojos grises y verdosos era todo lo contrario de Judith, más suave y redondeada, más ancha de caderas, de trasero más amplio y pecho más relleno, ojos pardos y abundante melena castaña, no exactamente la centellante belleza que Baumgartner veía cuando miraba a Anna, pero a sus ojos una mujer seductora, profundamente atractiva, de movimientos más lánguidos que los de la presurosa e inquieta Anna, con unas facciones cálidas y acogedoras que lo atraen cada vez que la mira y la ve en su órbita, absorta y atenta, sintiéndose vivo del mismo modo en que una vez se sentía vivo con Anna. Ninguna otra mujer le ha causado tal efecto. Solo Anna y Judith: lo que tal vez explica por qué se ha enamorado de las dos y ha querido casarse y vivir con ellas hasta el final de su vida, primero con una, y ahora con la otra”. (pág. 111-112).

La vida parece descafeinada sin ellas, ha perdido brillo. ¿Podría Beatrix llenar ese hueco? Seymour es un personaje original si uno considera lo que se privilegia en nuestros tiempos, a él le gusta la vida en pareja. Queda claro que es allí donde encuentra su equilibrio. 

También me gustaría señalar, que me parece la más clásica de las novelas de Paul Auster que he leído. Están, claramente, sus temas y recursos conocidos, pero el uso de estos últimos es discreto. En Baumgartner predomina el deseo de comunicar, mucho más que el juego narrativo, esa traviesa chispa se ha dulcificado: la historia de amor es aquí lo más importante.

Los textos han sido tomados de la edición de Seix Barral. Excelente traducción al español de Benito Gómez Ibáñez.