Una vez más, la escritora afroamericana, Tony Morrison (Ohio, 1931), ganadora del premio Nobel de literatura en 1993, nos deleita con Amor, novela publicada en 2003. Centrada en una comunidad afroamericana, la historia de la familia Cosey y trasciende a su medio y permite identificarnos a todos los lectores con los personajes y la lucha por sobrevivir cuando el mundo se muestra hostil y agresivo. Hay odio y ternura en sus páginas, necesidad de protección, y al mismo tiempo, deseo de arriesgar y perderlo todo, dolor y alegría cuando el mundo sonríe, egoísmo y generosidad en grandes dosis; pero en general, lo que refleja Amor es la dureza de la vida de un grupo social que se sabe alejado de todos los privilegios.
Morrison utiliza muchas voces para narrar, gracias a ello tenemos versiones diferentes de los acontecimientos que fueron determinantes en la vida de la familia Cosey. Quien abre el relato es L, antigua cocinera del hotel, un personaje secundario que termina siendo central por su presencia silenciosa que destila cordura y autoridad. Es la única que no tiene miedo de decirle a Bill Cosey las cosas como son. Esta postura la reviste de autoridad moral, además de no codiciar nada de él, más allá del trabajo que ha ganado con esfuerzo y sus dotes para cocinar. L no es parte de la familia, pero la conoce desde dentro. La gran diferencia con las mujeres Cosey es su independencia afectiva: ella no los necesita para vivir, tan es así que cuando muere el jefe, abandona el hotel y busca otro trabajo en pleno ejercicio de su libertad. En cambio, May, Christine y Heed, necesitan a los Cosey para sobrevivir. Es precisamente esta atadura el eje de la novela: la dependencia las asfixia, las subyuga y las enfurece restándoles muchas cosas que pierden por el camino por seguir aferradas a la seguridad del dinero.
Los monólogos de L abren y cierran la novela. Morrison se apoya en ella a quien concede la máxima credibilidad y la diferencia del resto, para ella siempre utiliza letra cursiva: lo que dice la ex cocinera es lo más sensato porque no está teñido de pasión. En esta línea, la narradora utiliza la voz de L para situar la historia al principio del relato, y más adelante terminará con un monólogo suyo también: su fidelidad a Bill Cosey le concede poner el punto final, dándole a Celestial el sitio que tuvo en el corazón del jefe. L es una voz en off que ilumina el relato, lo centra, y lo humaniza.
Sorprende el lenguaje poético de una mujer sin educación, la fineza de sus percepciones, la capacidad introspectiva y la elegancia con que registra los hechos ocurridos como si fuera un alma que levitara por encima del mundo real, feo y oscuro. Es un recurso que utiliza Morrison para estabilizar el relato, para restarle carga emotiva y exceso de tensión, L es una catalizadora, pero una catalizadora con poesía. No estoy segura si el lenguaje que utiliza en sus discursos mentales puede ser propio de una mujer con una vida como la suya, para evitar esa duda, Morrison la convierte en una especie de vidente: ella ve y sabe casi todo, pero no habla, el silencio es un arma que ha elegido para no involucrarse. En consecuencia no sabemos mucho de ella, sólo aquellas cosas que ella decide contarnos sobre los demás. L, en realidad, es una tumba. Y desde ese lugar relata. Percibimos en sus palabras una elegancia natural, sensibilidad por la naturaleza que la rodea y amplitud de miras. Su valía queda expuesta cuando ya lejos de los Cosey, el retiro eminente que le toca por edad y limitaciones físicas es resuelto por su nuevo empleador dándole todas las comodidades necesarias: la lleva y la trae él personalmente todos los días, y le compra una silla con ruedas para que pueda desplazarse dentro del local. Cuán importante es L que su jefe no estaba dispuesto a perderla.
Sin embargo, al final de la historia, L actúa y ejecuta con gran autoridad: imparta justicia para proteger a Heed y Christine cuando el dinero se evaporaba, por ello decide el fin de Bill Cosey y luego rompe el testamento en donde dejaba todo a Celestial. Esta actuación la convierte en un ángel exterminador que protege a los más débiles, apoyada en su propia moral:
“Yo tenía que detenerlo. Debía hacerlo.” (pág. 248).
También será L quien defina el mundo afroamericano en este relato: los rimbombantes nombres de los hermanos de Heed, por ejemplo, o el temor a las cabezas vigilantes; la sensualidad característica de su raza: la música, los bailes, el jazz, los olores -como el suyo que trasciende a su muerte- ese olor a pan de canela recién horneado que detecta Junior sin haberla conocido.
LA FAMILIA COSEY
El primer Cosey que conocemos es el padre de Bill, una hombre poco ético que acumuló dinero espiando para la policía. En un mundo difícil para los negros, este señor buscó la fórmula secreta: la delación como medio de vida. Su hijo lo sabe, no se orgullece de esto, el pasado de su padre será una carga para él, algo que prefiere no recordar, una mancha que intentará borrar durante su larga vida. Sin embargo la herencia que recibe del padre será el origen de sus negocios. Compra un terreno frente al mar y construye un hotel que se convertirá en el lugar emblemático para la gente de color con dinero.
La aureola que rodea a Bill Cosey lo convierte en un mito entre su gente. El primer argumento a favor del mito es su éxito, el haber sido un empresario que hizo dinero y dio trabajo a la gente de la zona, quienes pudieron alejarse de la fábrica de conservas para tener un puesto de trabajo digno: más lucrativo y en un ambiente agradable, hollywoodense. Además ayudaba a los suyos, Cosey es magnánimo, generoso con su gente, aunque los mantiene fuera del círculo del poder económico, marcando las diferencias; y aquí tenemos otra faceta del mito: es como un padre benevolente a quien aman y temen. También es importante recordar que él introduce la modernidad en estas tierras, el glamour, el gusto por las cosas buenas. Aunque muy pocos podían compartir estos caprichos, Cosey representaba la renovación y la esperanza, quizá algún día ellos también podrían llegar a ser como él.
Otro ingrediente del mito es la contradicción: el gran señor es un pobre hombre: siendo el que más tiene, ha perdido lo más valioso: a Julia, su gran amor, y a su único hijo. Vida Sandler, antigua trabajadora suya, lo idolatra, sin embargo su marido, que compartió días de pesca con él y lo conoció desde la intimidad, no coincide con su mujer. Esa aureola de Hombre Bueno también la percibe Junior cuando entra a trabajar en la casa de Heed, transportada por el señor del cuadro, siente su espíritu circulando por la casa, la maravilla. Todo esto contribuye a crear un personaje ambiguo, contradictorio, con mucha luz que refleja hacia afuera y otro tanto de oscuridad que muy pocos conocen. Él encarna el bien y el mal. Un ser humano, más que un ídolo. Un personaje literario inolvidable, porque la energía que emana de él es el motor de toda la historia.
Tuvo una primera mujer, Julia, a quien adoró, ella era enfermiza y muere muy joven, pero le deja un hijo. El conflicto mayor aparece cuando Cosey decide casarse con Heed, íntima amiga de su nieta Christine, una niña de 11 años. Este hombre maravilloso, que lo fue con su primera mujer, tiene una faceta perversa: le gustan las niñas púberes. Y siembra entre ellas sentimientos negativos: celos y rivalidad. El hecho de que eligiera a Heed, enardece a Christine, se siente violentada ya que es su mejor amiga, sabe que ésta carece de atributos para casarse con su abuelo: es pobre, no ha recibido educación como ella, y encima accede a un mundo en donde la nieta no tiene cabida. Su abuelo decide alejarla temporalmente de la casa. Otra vez aparece la contradicción: el marido dulce y comprensivo con Julia, se opone al hombre de 52 años que se casa con una criatura de 11. Algunos recuerdos de Christine nos hablan del deseo sexual de este hombre maduro por criaturas, y sabremos también de sus aventuras fuera del matrimonio con otras mujeres, entre ellas Celestial.
Hay tres mujeres que viven en función de Bill Cosey: May, su hija Christine y Heed.
May le entrega su vida al hacerse cargo del hotel, trabaja de manera infatigable y cumple todas sus órdenes, incluso aleja a su hija cuando él así lo requiere. Es una mujer frágil, quizá un poco alterada al final por su fanatismo político, casi un fantasma que deambula entre la familia, un ejemplar de lo que fueron en general las mujeres casadas en aquella época: dedicadas en exclusiva al trabajo en la casa, en este caso el hotel, sin reclamar nada a cambio para ellas. Su hija Christine la describe:
“Pobre mamá. Pobre vieja May. Seguir adelante, proteger lo que era suyo, aparentemente loca pero astuta como una zorra, era todo lo que podía pensar. El marido muerto, su deteriorado hotel regido por una rata de playa rabiosa, desatendida por el hombre para quien había trabajado como un esclava, abandonada por su hija, llena de extrañas ideas, una broma constante para los vecinos, no tenía un lugar propio ni nada que dirigir.” (pág. 130).
Christine y Heed fueron amigas desde pequeñas, a pesar de las diferencias: Christine logró que su amiga fuera aceptada por May, y la introdujo en su círculo como si fuera su propia hermana. La elección de Heed como mujer de su abuelo, produce un quiebre entre las dos: Heed se eleva por encima de Christine, se va de luna de miel con él, comparten dormitorio. Christine queda fuera del círculo matrimonial. De esta manera expresa el rechazo que siente:
“… Éramos muy buenas amigas. Un día construíamos castillos de arena en la playa, y al día siguiente él la sentaba en su regazo. Un día jugábamos a casitas bajo una colcha, y al día siguiente ella dormía en su cama. Un día jugábamos a las tabas, y al día siguiente estaba follando con mi abuelo.” (pág. 168).
La situación empeora cuando la mandan a estudiar fuera. El día que regresa se ríen de Heed por su falta de educación y Cosey le da un castigo en frente de su amiga, humillándola. Esto repercute en su nieta que será apartada. Christine llevará una vida dura alejada de la familia: relaciones conflictivas con tres parejas distintas, pobreza, actos violentos, falta de hogar. La expulsión para ella es determinante, pierde todas las ventajas que tenía sobre su amiga, los roles se han cambiado, ahora ella es la pobre y abandonada. Regresa por necesidad, pero no se amistan. Christine termina sirviendo a Heed a cambio de casa y comida. El odio entre ellas fermenta el aire.
Dos hechos precipitan el desenlace: la llegada de Junior como secretaria de Heed, y la contratación de una abogada por parte de Christine. Estos elementos rompen la amarga rutina de destrucción y ambas se movilizan. Gracias a Junior, quien produce el accidente de Heed y luego las abandona, las viejas amigas, amparadas en la oscuridad y sin testigos, dejan salir sus verdaderos sentimientos. Un factor importante para que esto suceda es que Heed está herida: la indefensión de su amiga despierta ternura en Christine, aparece el antiguo deseo de protegerla y ayudarla. Y Heed, en el suelo, sin poder moverse, pierde su poder y autoridad.
L hace una justa defensa de las dos, víctimas de sus mayores:
“Heed y Christine pertenecían a la clase de niños que no pueden guardar su amor, o aparcarlo. Cuando esto sucede, la separación se siente en el tuétano. Y si la separación también es objeto de saqueo, exprimida en busca de un atisbo de sangre, vertida por el propio bien del niño, entonces puede trastornar una mente. Y si, encima, ellas están hechas para odiarse mutuamente, entonces puede matar una vida mucho antes de que intente vivir. Culpo a May del odio que sembró en ellas, pero he de culpar al señor Cosey del robo.” (pág. 247).
Frente a la familia Cosey, Morrison opone a los Sandler: una familia en donde hay amor. Los Sandler son sensatos, comparten risas y bromas entre ellos, recuerdos antiguos; sienten cariño, preocupación y mantienen un diálogo con el nieto. Romen es un chico estupendo. La negativa a violar a la chica el día de la fiesta, es un acto no premeditado, simplemente no pudo resistir la violencia: desató a la chica y arriesgó su pertenencia al grupo. Sin embargo, cuando la violencia es voluntaria, como es el caso de Junior quien busca ese ingrediente en su vida amorosa, él la acepta y la disfruta. Madurez y libertad parecen ser elementos importantes para los Sandler, han construido un mundo armonioso.
ESCENARIOS
La casa en la Avenida Monarch -la más grande- y el hotel -el mejor y frente al mar- son los escenarios de esta novela. Lugares privilegiados, muy por encima de la media. Aparecen como lo único valioso en esa zona del país, tanto que los personajes de la familia Cosey, salvo Christine –obligada- no se desplazan fuera. También tenemos, sin embargo, una visión del Poblado, lugar muy pobre en donde se crió Junior, territorio de miseria en donde la gente sobrevive con muy pocos valores y nada de dignidad. Esta incursión en el Poblado, refuerza la visión de mito: el hotel y la casa de los Cosey eran un refugio para la gente de color que conocían la amenaza de una vida en el Poblado. El temor es la semilla de la codicia por la herencia que comparten Heed y Christine. Si no heredan la casa, pueden caer muy bajo y terminar mal.
Creo, finalmente, que Amor plantea un mundo en donde la gente no es feliz. Es un mundo duro, violento, abusivo con las minorías, sean éstas los negros, las mujeres o los pobres, un mundo injusto que debe cambiar.
LA PROSA
Amor es una novela en donde llama la atención el trabajo formal y el cuidado por la palabra justa. Hay diversos matices en este sentido que apreciamos: la poesía en los monólogos de L, la fluidez de la narración a pesar de los saltos en tiempo y espacio; el balance entre el mundo interior de los personajes, los hechos exteriores y la naturaleza que los rodea; y también el manejo de los puntos de vista. Es una novela compleja, confusa en algunos momentos cuando el lector no dispone de la información necesaria para procesarla, sólo al final podemos colocar todas las piezas en su lugar y sorprendernos, una vez más, del mundo surrealista que el hombre ha creado a su alrededor para satisfacer sus propios caprichos. Hacemos justicia a L y terminamos con estas palabras suyas describiendo su tierra:
“Tenemos tiempo en general suave, con una luz peculiar. Las mañanas pálidas se diluyen en mediodías blancos, y entonces, hacia las tres de la tarde, los colores asustan de tan violentos. Olas de jade y zafiro luchan entre sí, armando tanta espuma que se podrían lavar las sábanas en ella. L cielo nocturno se comporta como si procediera de otro planeta, sin normas, así que el sol puede ser morado ciruela si le apetece y las nubes, rojas como amapolas. Nuestra costa es como azúcar, que es lo que los españoles pensaron al verla por primera vez. Y así la llamaron, un nombre que los blancos del lugar deformaron para siempre, convertido en Sooker.” (pág. 15).
Los textos han sido tomados de la edición de DeBOLSILLO, Random House Mondadori. Excelente traducción de Jordi Fibla Feito.