Sobriedad, elegancia y gran riqueza de vocabulario, son las características de la prosa de Juan Goytisolo (Barcelona 1931- Marrakesh 2017) en Campos de Níjar , publicada en 1959. Desde que le otorgaran el Premio Cervantes, buscaba una novela suya para compartirla con mis alumnos. Su obra posterior, cuando conoce a los narradores sudamericanos y decide apostar por las técnicas narrativas que venían imponiéndose, me gusta menos. Señas de identidad, por ejemplo, creo que no ha resistido al paso del tiempo. Por eso quedé maravillada cuando un amigo, buen lector, me recomendó este título. Nada más valioso que un buen dato. Se atesora, se disfruta desde que se recibe, aun antes de atacar la lectura recomendada.
Campos de Níjar es un libro de viajes. Tenemos una primera persona, -el mismo Goytisolo- quien cuenta un viaje a pie por las tierras de Almería en la década de los 50s, lo que ve, lo que siente: la alegría por descubrir lo desconocido mezclado con el dolor y la impotencia ante la miseria y las injusticias. El que sea un viaje a pie contribuye a marcar el tono del texto, hay en la postura del viajero una actitud humilde, y un afán de integrarse al medio, disimulando con modestia cualquier señal de diferencia o superioridad.
Me gustaría destacar tres temas:
EL PAISAJE
Seco, duro, pero bello. ¿Es posible? Sí que lo es, gracias al lenguaje. La belleza la aportan las palabras, las imágenes que resultan del trabajo literario, el ritmo y los sonidos de los vocablos.
“Después, cociéndose al sol, las sierras ásperas, cinceladas a golpe de martillo, de la zona de Tabernas, corroídas por la erosión y como lunares. La carretera serpentea entre horcajos y barrancos, bordeando el cauce de un río seco. En vano había buscado la sombra de un arbusto, la huella de un miserable agave. En aquel universo exclusivamente mineral la calina inventaba espirales de celofán finísimo.” (pág. 7).
“ A medida que el sol se acerca a la cresta de las montañas, el paisaje se tinta de rubio. El camión baja y sube por los badenes y, de vez en cuando, hace una asomada sobre el llano. Cruzamos otro arroyo pedregoso. La vegetación es escueta: higueras enanas, zarzales, alguna pita. Encima de nosotros el cielo permanece azul, inalterable.
Un kilómetro más y estamos en el campo de Níjar. La nava es extensa, de color ocre. Los eriales alternan con los barbechos, Las lomas del arado se pierden en la distancia, agrietadas y secas. Hay tempranales rodeadas con bardas y matas de almendros y olivares silvestres.” (pág. 30).
Por momentos, sobre todo cuando describe el paisaje, parece prosa poética. Insisto que el objeto de las descripciones es pobre, poco atractivo, la tierra inhóspita, pero la forma que lo envuelve lo transforma. O quizá debería decir, consigue mostrar su lado más amable. Creo que el punto de vista es importante, el narrador está conmovido, capta la particularidad del lugar, la mirada es amorosa, el territorio nuevo lo atrapa:
“…Almería es una ciudad única, medio insular, medio africana. A través de sus hombres y mujeres que fueron a buscar trabajo y pan a Cataluña –y a realizar los trabajos más duros, dicho sea de paso- la quería sin conocerla aún. La patria chica puede ser elegida: desde que la conozco, salvando centenares de kilómetros, le rindo visita todos los años.” (pág. 8).
Pocas veces me he encontrado con tantas palabras desconocidas en español, tuve que contener mis ganas de correr al diccionario en muchas ocasiones, no lo hacía para no alterar el ritmo, los cortes rompen el encanto, prefiero apoyarme en el contexto y seguir adelante. Siempre hay tiempo para consultar el diccionario después.
LA GENTE
Los aldeanos que encuentra en su camino, son gente sencilla, poco cultivada y de escasos recursos. Goytisolo establece una diferencia cultural entre los catalanes, como él –urbanos y modernos- y la campesinos que conoce en estos lugares. Hay una brecha muy grande, son dos mundos distantes. Por un lado, los locales se admiran por la presencia de un señor catalán en estos parajes, teniendo lo que él tiene, ¿qué busca aquí, si no hay nada?, se preguntan. Barcelona es la meca, el paraíso en sus fantasías, ahí envían a sus hijos para que tengan una mejor vida; en resumen: la España rica, y la España pobre. Sin embargo el narrador detecta orgullo en estos señores humildes, que los rescata y los dignifica:
“-Nosotros solo vivimos de los chumbos. La tierra no da para otra cosa. Cuando pasamos hambre, nos llenamos el estómago hasta atracarnos. Cuántos dijo que se comía usté?…
…-A cuánto los vende usted?- digo.
El viejo vuelca los chumbos por el suelo y se mira las alpargatas.
-No se los he vendido. Se los he regalado.
Torpemente saco un billete de la cartera.
-Es una caridad –dice el viejo enrojeciendo-. Me da usté una limosna.
-Es por los chumbos.
-Los chumbos no valen nada. Déjeme pedirle como los otros. Por la carretera pasa una motocicleta armando gran ruido. El viejo alarga la mano y dice:
-Una caridad por Dios.
Cuando reacciono ha cogido el billete y se aleja muy tieso con el cenacho, sin mirarme.” (pág. 57-8).
Lo que hace Goytisolo a consciencia es retratar la miseria, la falta de oportunidades, los sufrimientos que produce una vida tan dura. Percibimos, entre líneas, un reclamo al país: que estos campesinos puedan acceder a una mejor educación, a una vida con más oportunidades y que en las generaciones futuras se produzca una transformación más justa:
“En el pueblo, los niños me siguen con curiosidad; los niños flacos y oscuros del Sur, de pelo anillado y ojos expresivos, meno enanos y medio diablejos, con sus manitas móviles, sus voces camarinas y una tristeza adulta que transparenta siempre bajo los rasgos maliciosos y ávidos.” (pág. 65).
El clímax se produce cuando el narrador se quiebra al final de su recorrido: se rebela contra la nociva complacencia que detecta en los lugareños, una actitud que les resta energía y permite que se instale la inercia en sus vidas. Es el único instante en donde aparece la cólera, se duele al constatar la realidad tan mísera y brutal, pero no es la falta de pan lo que produce el estallido, es la falta de deseo. La rabia lo lleva a increparlos y en sus ojos aparece una lágrima. Es el pasaje más desgarrador, para mí, el momento clave:
“-El país es pobre, pero hermoso- decía el aperador…
… Hablaban monótonamente, como si salmodiaran una letanía, y yo tenía que hacer un esfuerzo para escuchar. Quería decirles que, si éramos pobres, lo mejor que podíamos desear era ser también feos; que la belleza nos servía de excusa para cruzarnos de brazos y que para salir de nosotros mismos debíamos resistir la tentación de sentirnos tarjeta postal o pieza de museo.” (pág. 113).
EL CONTENIDO SOCIAL Y POLÍTICA
Campos de Níjar tiene un componente social, el encuentro con este mundo rural, oprimido y falto de perspectiva, nos induce a reflexionar. Goytisolo no produce un texto romántico contemplativo, tampoco celebra el aspecto primitivo de los campos de Níjar como un estado ideal y puro. Todo lo contrario. Si bien es cierto que hay respeto por la gente que conoce y es consciente de su duro entorno, repasa la historia de Almería y adelanta algunas conclusiones. Recuerda la crisis de la minería, por ejemplo, que dejó a la zona devastada: se sacó el mineral pero no produjo riqueza. También repasa la historia de España en donde los almerienses no han tenido roles muy destacados; estuvieron presentes como carne de cañón, nunca fueron protagonistas.
Sin embargo no abusa del mensaje, no es un texto político. Autenticidad es su marca, Goytisolo no parte de una ideología, parte de una experiencia y de las reflexiones que de ésta surgen. Los años le han dado la razón, hoy la zona es activa y próspera en agricultura (¡el paisaje seco ha sido transformado en un mar de cultivos protegidos por horribles plásticos!), el turismo ha invertido en sus costas (a veces en exceso), como algún personaje de Goytisolo insinuaba que era indispensable, y los campos de Níjar están integrados al quehacer nacional, que duda cabe.
Los textos han sido tomados de la edición de Galaxia Gutenberg, 2015.