La velocidad de la luz

Javier Cercas

Autor: Javier Cercas

La velocidad de la luz se lee a la velocidad del rayo, me comentó una alumna que había devorado la novela con exaltada curiosidad. El comentario me pareció acertado. La ambigüedad que rodea a Rodney Falk es un estímulo inicial para el lector, luego esta oscuridad va envolviendo al personaje más joven y complicando la historia, retorciéndola: el lector ya no puede abandonar.

Cercas reflexiona sobre la vulnerabilidad del ser humano y para ello se centra en los tormentos de la culpa, en las sombras del pasado, en las formas de la violencia, en la dificultad de juzgar al otro sin conocer las circunstancias que lo llevaron a actuar de determinada manera. Y como hilo conductor, subyace a lo largo de toda la novela, el tema de la creación literaria.

Intentaremos un resumen del argumento:
Un joven español, aprendiz de escritor, se traslada a una universidad americana para trabajar como profesor. Ahí conoce a un colega, Rodney Falk, con quien establece una relación de amistad. El joven intuye algo en su extraño amigo que lo atrae de manera imperiosa, un misterio que de momento se limita a la participación de éste en la guerra de Vietnam. En las conversaciones semanales que mantienen se nutre de las enseñanzas literarias del más veterano.
Un día, sorpresivamente, Rodney desaparece, se interrumpen los diálogos, y el muchacho regresa a España. Escribe una novela que es bien recibida por la crítica y el público, pero el éxito no le sienta bien, se deja arrastrar por la vorágine de los acontecimientos, hasta que su mujer y su hijo mueren en un accidente.
Intentando recomponer su vida, recuerda a Rodney y viaja de regreso a los Estados Unidos para verlo. Se entera, a través de su viuda, del suicidio de su amigo quien no pudo sobrevivir a los fantasmas de la culpa. Lo que descubre le permite develar el misterio, comprender muchas cosas y concluir su proyecto que es una nueva novela cuyo protagonista será Rodney Falk.

Pero la novela de Cercas contiene mucho más que una historia.

ESTRUCTURA:

Está dividida en cuatro capítulos. En cada uno de ellos se narra una etapa en la relación entre los protagonistas marcada por un movimiento ascendente. Al mismo tiempo, esa etapa corresponde a un momento en el desarrollo del trabajo literario del chico español, que avanza de la superficie hacia lo más profundo, en sentido descendente.
La historia tiene forma circular: comienza en el bar “El Yate” cuando el español, acompañado por su amigo Marcos Luna, recibe casualmente una oferta para ir a enseñar a la Universidad de Urbana, Estados Unidos. La novela termina en el mismo lugar, “El Yate”, cuando, acompañado por su amigo Marcos Luna, el escritor español concluye la novela que ha sido capaz de escribir gracias a las enseñanzas de su amigo Rodney, a quien conoció en Urbana.

Hay una voz en primera persona que narra la historia: esa voz corresponde al personaje más joven, que no tiene nombre. En ningún momento dice cómo se llama, sólo sabemos que es español, que tiene veintitantos años, que quiere ser escritor. Las similitudes con el autor son notorias, Cercas también enseñó en Urbana dos años, y aunque el lector no conozca ese dato, el uso del YO, produce una confusión constante que lo induce a creer que es la voz del autor, no la de un personaje creado por el autor con rasgos suyos.
El hecho de no darle nombre es significativo en el juego posterior de la suplantación que se planteará al final cuando el yo del escritor pretenda tomar la identidad de su amigo muerto.
La novela comienza así:

“Ahora llevo una vida falsa, una vida apócrifa y clandestina e invisible aunque más verdadera que si fuera de verdad, pero yo todavía era yo cuando conocí a Rodney Falk.” (pág. 15).

Sólo al final nos damos cuenta que el que narra no tiene nombre porque su destino será convertirse en Rodney Falk. Ese es el nombre que le corresponde y que él usurpa.

TODOS LOS CAMINOS:

Este primer capítulo tiene todas las características de una novela de aprendizaje. La narración se detiene en un personaje joven que centra toda su energía en aprender. Se relata la etapa de transición entre la juventud y la edad adulta, y todo aquello que se cuenta en una novela de aprendizaje interesa sólo desde ese punto de vista formativo. Es por ello que se registran las influencias culturales y afectivas que moldean al personaje.
El joven español va a Urbana a enseñar, pero termina aprendiendo. Rodney será su maestro, un alter ego, personaje enigmático que lo fascina y deslumbra. Cuando lo conoce, aparece inmediatamente el deseo por emularlo: lo admira, tanto por su sabiduría como por su riqueza interior. Será precisamente ese mundo interior lo más lo impacta porque encierra un misterio. Hay algo en Rodney que al otro le produce miedo:

“… Inmóvil recuerdo que pensé, tiene tantas ganas de reír que no puede reír. Luego pensé: no, está llorando y seguirá llorando y no va a dejar de llorar, si es que alguna vez deja de llorar, hasta que los niños se marchen. Luego pensé: no, tiene tantas ganas de llorar que no puede llorar. Luego pensé: no, tiene miedo, un miedo afilado como una hoja de cortar, un miedo que corta y sangra y hiede y que yo no puedo entender. Luego pensé: no, está loco, completamente loco, tan loco que es capaz de engañarnos y fingir que está cuerdo.” (pág. 50-51).

Esa carga que el joven no puede definir, pero que detecta y lo perturba, es una fuente de intriga. Para el recién llegado el miedo será un acicate:

“… Por un segundo le recordé sentado en el banco y mirando a los niños que jugaban con el disco de plástico y pensé que estaba llorando, pero al segundo siguiente lo que pensé es que en realidad sólo estaba mirando la noche de una forma muy rara, como si viera en ella cosas que yo no podía ver, como si estuviese mirando un insecto enorme o un espejo deformante, y después pensé que no, que en realidad miraba la noche como si caminara por un desfiladero junto a un abismo muy negro y no hubiera nadie que tuviera tanto vértigo y tanto miedo como él, y de repente, mientras pensaba eso, noté que todo el resentimiento que había incubado contra Rodney durante aquella semana se había evaporado…” (pág. 59-60).

La misma sensación d miedo lo embarga cuando conoce al padre de Falk, como si el miedo fuera un secreto compartido entre padre e hijo, o una característica que los define a ambos:

“… ni siquiera sabría definir lo que sentí al verlo, pero lo que sí sé es que se parecía mucho al miedo”. (pág. 79- 80).

Hay dos recursos que utiliza Cercas para delinear al personaje joven en esta primera parte: el lenguaje y las poses.
El lenguaje como un reflejo de la necesidad que tiene el chico de crearse una identidad propia, una manera de hablar que lo defina como un joven listo, rápido, irónico, capaz de jugar con las palabras, consciente de la importancia que éstas tienen. No olvidemos que es un escritor en ciernes. Algunos ejemplos:

“… demasiado jóvenes o demasiado ilusos para saber qué significa que una vida se está yendo a la mierda, pensábamos que nuestra vida en Barcelona se estaba yendo a la mierda.” (pág. 20).

“… resultó ser un inglés americanizado o un americano que no había sabido dejar de ser inglés (o todo lo contrario)…” (pág. 21).

“…quienes lo han leído mucho y lo han hablado poco…” (pág. 22).

“… a mí ZZ Top me devolvía el desconsuelo sin horizonte de mi adolescencia, a él le devolvía el júbilo hippy de su juventud…” (pág. 40).

La sintaxis, en estos casos, responde a una estructura mental determinada. Los jóvenes con inquietud intelectual y creadora buscan diferenciarse del medio en un intento por definirse a través de las formas. Con acierto, este lenguaje particular desaparecerá más adelante cuando dicho personaje evolucione y madure. Sólo aparecerá en el futuro como parte de un juego entre él y Rodney, en diálogos en donde uno comienza una frase y el otro la termine siguiendo el mismo patrón. En esos diálogos el recurso acentúa la mímesis entre los dos y señala la simetría entre ellos, la enorme complicidad. Ejemplo:

“-Bueno -reconocí-. La verdad es que no estoy muy seguro de haberlo entendido todo.
-En cambio yo estoy seguro de no haber entendido nada”. (pág. 57).

El otro recurso mencionado son las poses de joven intelectual trasgresor, atrevido y con opinión. Un buen ejemplo es la respuesta que, contra su voluntad pero deseando ser osado, emite sobre el cine de Almodóvar. Otro ejemplo: cuando Rodney le pregunta si le gusta Hemingway y él responde que lo odia. Su respuesta no es sincera, sólo busca crear un efecto, impactar. La elaboración antes que la espontaneidad. Estas posturas son características de alguien que lucha por obtener un lugar en un ambiente nuevo.

Desde el momento en que aparece en escena, Rodney es descrito por el joven español como alguien que lo atrae y lo atemoriza al mismo tiempo:

“Hubo un instante irracional de pánico por el recuerdo del exabrupto de Laura Burns (que de golpe dejó de parecerme un exabrupto y también de parecerme divertido) y por el tamaño de aquel hombrón con fama de desequilibrado que avanzaba hacia mí; pero no eché a correr: con aprensión estreché la mano que me alargaba, traté de sonreír.” (pág.29).

Al mismo tiempo, notamos en el chico cierto orgullo por haberse hecho merecedor de la amistad del “raro”. El extraño personaje a quien todos consideran loco, lo ha elegido a él como su confidente. Es, por lo tanto, el único que disfrutará de su inteligencia y lucidez y se convertirá en el depositario de sus enseñanzas. Este hecho los identifica en una suerte de complicidad y señala la dualidad que se plantea entre ambos.

Lo más importante en este primer capítulo, es el proceso de aprendizaje. Rodney lo instruye sobre muchos temas, pero el más importante es el literario:

“Las historias no existen”, me dijo una vez. “Lo que sí existe es quien las cuenta. Si sabes quién es, hay historia; si no sabes quién es, no hay historia”. (pág. 62).

“-Ahí es donde te equivocas –dijo Rodney-. Todo el mundo mira la realidad, pero poca gente la ve. El artista no es el que vuelve visible lo invisible: eso sí que es romanticismo, aunque no de la peor especie; el artista es el que vuelve visible lo que ya es visible y todo el mundo mira y nadie puede o nadie sabe o nadie quiere ver. Es demasiado desagradable, a menudo es espantoso, y hay que tener los huevos bien puestos para verlo sin cerrar los ojos o sin echar a correr, porque quien lo ve se destruye o se vuelve loco. A menos, claro está, que tenga un escudo con que protegerse o que pueda hacer algo con lo que ve. –Rodney hizo una pausa y prosiguió- : Quiero decir que la gente normal padece o disfruta la realidad, pero no puede hacer nada con ella, mientras que el escritor sí puede, porque su oficio consiste en convertir la realidad en sentido, aunque ese sentido sea ilusorio: es decir, puede convertirla en belleza y esa belleza o ese sentido son su escudo”. (pág. 69).

También lo previene contra el éxito, tema que en ese momento al otro no le preocupa:

“… es éxito es letal, una desvergüenza, un desastre sin paliativos, una humillación para siempre… En fin, lo que quiero decir es que nadie muere por haber fracasado, pero es imposible sobrevivir con dignidad al éxito. Esto no lo dice nadie, ni siquiera Oscar Wilde, porque es evidente o porque da mucha vergüenza decirle, pero así es. De modo que, si te empeñas en ser escritor, aplaza todo lo que puedas el éxito.” (pág. 67).

Las enseñanzas tendrán un valor premonitorio. Cuando el chico se hace adulto, comprobará que su amigo tenía razón y que sus advertencias eran valiosas. La relación entre los dos personajes protagonistas es, en esta primera parte, una relación de profesor- alumno, a pesar de que los dos son profesores y los dos, a su vez, alumnos del curso de literatura catalana.
El capítulo termina con gran acierto porque al regalarle el padre de Rodney las cartas que su hijo le mandó de Vietnam, le regala la historia del segundo capítulo:

BARRAS Y ESTRELLAS:

El título se refiere a la bandera de Estados Unidos ya que alude a los símbolos en ella representados.
Es interesante señalar que el narrador insiste en la base real de su relato, pero al mismo tiempo dice que está teñido de subjetividad: es lo que recuerda, o lo que entendió, o lo que imaginó que le contaron. Este dato le concede licencia para narrar con absoluta libertad, a pesar de que el hecho es histórico, por lo tanto verificable.
Rodney, que era pacifista y estaba en contra de la guerra, recibe una orden de alistamiento. No la rechaza por dos razones: por un tema de integridad personal ya que no quiere recurrir a la obtención de pruebas falsas de salud ni huir a Canadá, y por un tema de orgullo que le impide quedar mal ante su padre, otro veterano.
La guerra lo cambia antes incluso de llegar a Vietnam, desde su entrenamiento como soldado. Ahí descubre el miedo, ese sentimiento que lo acompañará siempre, el miedo que percibirá su amigo como un estigma:

“Pero también estaba el miedo, no el miedo como estado de ánimo, sino como una sensación física, fría, humillante y pegajosa, que apenas guardaba una lejana semejanza con lo que hasta entonces había llamado miedo; no el miedo a un enemigo lejano, todavía invisible o abstracto, sino el miedo a sus mandos a sus compañeros, a la soledad, a sí mismo: un miedo que, acaso contradictoriamente, no le impidió comenzar a amar todas esas cosas”. (pág. 99).

En Vietnam se acrecienta la sensación:

“… el miedo se palpaba por todas partes, igual que una epidemia. Eso fue lo primero que Rodney notó al llegar a Vietnam: el miedo; de nuevo el miedo”. (pág. 101).

A través de las cartas se percibe el proceso interior de Rodney:

“…pero Rodney tampoco tardó en advertir que la acción combinada de Vietnam y el ejército también le había robado complejidad a él, y esto que reconocía como una mutilación de su personalidad, secretamente le procuraba una especie de alivio: su condición de soldado casi anulaba su margen de autonomía personal, pero esa prohibición de decidir por sí mismo, ese sometimiento a la estricta jerarquía militar, humillante y embrutecedor como era, operaba al mismo tiempo como un anestésico que le granjeaba una desconocida y abyecta felicidad que no por abyecta era menos real, porque en aquel momento descubrió en carne propia que la libertad es más rica que la esclavitud, pero también mucho más dolorosa, y que por lo menos allí, en Vietnam, lo que menos deseaba era sufrir.” (pág. 102).

El, que es capaz de defender a una camarera vietnamita cuando su superior la maltrata exponiéndose a ser castigado, descubre que esa misma camarera causó una masacre que lo pudo matar a él. Entonces se da cuenta de que todos son enemigos potenciales y que matar al enemigo es la única manera de sobrevivir. Matar es igual a defenderse, sobre todo después de la muerte de su hermano, suceso que lo radicaliza:

“Desde que estoy aquí he visto morir a varios compañeros: su muerte me ha horrorizado, me ha enfurecido, me ha hecho llorar,; pero mentiría si dijera que no he sentido un alivio obsceno ante ella, por la sencilla razón de que el muerto no era yo. O dicho de otra manera el espanto está en la guerra, pero mucho antes estaba en nosotros.” (pág. 114).

El ex pacifista desciende a los infiernos, y se convierte en un criminal de guerra. Conoce y disfruta del poder que se experimenta cuando se mata, cuando se apodera de la vida de otra persona, cuando se actúa como un animal. La novela no es un alegato de la guerra, es una reflexión sobre la violencia y la fragilidad humana. La comparación con El corazón de las tinieblas de Conrad es evidente. Rodney es un Kurtz contemporáneo:

“Y ésa es precisamente la verdad que todo el mundo aquí conoce (que conoce cualquiera que ha estado en una guerra) y nadie quiere admitir. Que todo esto es hermoso: que la guerra es hermosa, que el combate es hermoso, que es hermosa la muerte. No me refiero a la belleza de la luna elevándose como una moneda plateada en la noche sofocante de los arrozales, ni a las cintas de sangre que dibujan en la oscuridad las balas trazadoras, ni al instante milagroso de silencio que algunos atardeceres abren en el bullicio sin pasuas de la jungla, ni a esos momentos extremos en que uno parece anularse y con él se anulan su miedo y su angustia y su soledad y su vergüenza y se funden con la vergüenza y la soledad y la angustia y el miedo de quienes están a su lado, y entonces la identidad gozosamente se evapora y uno ya no es nadie. No, no es sólo eso. Es sobre todo la alegría de matar, no sólo porque mientras son los otros los que mueren uno sigue vivo, sino también porque no hay placer comparable al placer de matar, no hay sensación comparable a la sensación portentosa de matar, de arrebatarle absolutamente todo lo que tiene y es a otro ser humano absolutamente idéntico a uno mismo, uno siente algo que ni siquiera podía imaginar que es posible sentir, una sensación semejante a la que debimos sentir al nacer y hemos olvidado, o a la que sintió Dios al crearnos o a la que debe sentirse pariendo, sí, eso es exactamente lo que uno siente cuando mata, ¿no papá?, la sensación de que uno está haciendo algo por fin importante, algo verdaderamente esencial, algo para lo que ha venido preparándose sin saberlo durante toda la vida y que, de no haber podido hacerlo, le hubiera convertido sin remedio en un desecho, en un hombre sin verdad, sin cohesión y sin sustancia, porque matar es tan hermoso que nos completa, le obliga a uno a llegar a zonas de sí mismo que ni siquiera atisbaba, es como estar descubriéndose, descubriendo inmensos continentes de fauna y flora desconocidos ahí donde uno imaginaba que no había más que tierra colonizada…” (pág. 121).

Este párrafo es muy fuerte y nos invita a reflexionar. Sostiene que el ser humano tiene una parcela escondida en donde se agitan pasiones inconfesables. Y que es inútil callarlas. Por eso Rodney se dirige a su padre, porque su padre también luchó en una guerra, y por lo tanto mató. Quien mata ejerce un poder casi satánico que lo trastoca todo.

Estas palabras tendrán una nueva lectura más adelante cuando el escritor español, que no ha ido a la guerra, se sienta culpable de la muerte de su mujer y de su hijo. Entonces experimentará la misma sensación de haberlo vivido todo. Y sabrá, finalmente, lo que es el miedo.

Cercas denuncia la manipulación de los intereses políticos y el poder que no respeta a los individuos. Rodney fue alistado a la fuerza, pelea bajo la bandera de su país, pero cuando regresa, es desatendido por el gobierno que lo obligó a pelear.
Igualmente cuestionará a la prensa, cuando graben el documental. Utilizan a los veteranos para sus propios fines y no los protegen, los usan y los abandonan.

El segundo capítulo termina como el primero: el padre de Rodney le habla de los hijos y del amor infinito que por ellos se tiene, amor que sólo termina con la muerte. Y con estas palabras introduce la historia que se desarrollará en la tercera parte.

PUERTA DE PIEDRA:

El español se ha convertido en un escritor exitoso. Justo en ese momento, cuando Urbana y todo lo que Urbana significa ha sido prácticamente olvidado, aparece Rodney de visita en España. En esta ocasión ya no será su maestro, será su consciencia. El joven le pide que le cuente lo que realmente sucedió en Vietnam, es un dato que necesita para escribir su novela. Pero una vez enterado de la matanza no puede evitar sentir repugnancia hacia su amigo. Sin embargo es Rodney (el asesino) quien le ruega (le advierte):

“Cuida mucho de Gabriel y de Paula. Cuídate tú.” (pág. 186).

Y no se da cuenta que Rodney le anuncia que él también puede ser un asesino sin necesidad de ir a la guerra: hay muchas formas de matar. El éxito lo envilece, descuida a las personas que tiene más cerca: su mujer, su hijo, sus mejores amigos. Es ingrato e infiel con todos aquellos que lo quieren hasta que un día pierde a su mujer y a su hijo en un accidente que (él cree que) pudo evitar si los hubiera cuidado mejor.

La culpa, ese sentimiento que no dejaba vivir tranquilo a Rodney, lo tortura a él también. Se derrumba. Comienza a identificarse con su amigo, a comprender sus silencios, sus miedos. Una noche presencia un acto violento y no es capaz de reaccionar para evitarlo, entonces se acuerda de Rodney quien sí reaccionó y se expuso para defender a la camarera en Vietnam.
Este es un momento clave en la novela: el recuerdo de Rodney lo salva. Se identifica más que nunca con él. Necesita volver a verlo:

“… ahora yo era el hombre más solo del mundo, un animal extraviado en medio de una manada de animales de otra especie, ahora era Rodney, y quizá solo Rodney, quien podía acompañarme, porque él había recorrido mucho antes y durante mucho más tiempo que yo la misma galería de espanto y remordimientos por la que desde hacía varios meses yo andaba a tientas, y había encontrado la salida: sólo Rodney, mi semejante, mi hermano –un monstruo como yo, como yo un asesino, podía mostrarme una ranura de luz…” (pág. 219-220).

El capítulo termina cuando se embarca a Estados Unidos, viaje que será el tema del siguiente.

EL ÁLGEBRA DE LOS MUERTOS:

Cuando llega a los Estados Unidos, su amigo ha muerto. Se encuentra con la mujer y el hijo de Rodney, dos símbolos de lo que él ha perdido (los tenía cuando su amigo fue a buscarlo a Gerona, y en ese momento era Rodney quine no los tenía). Se han invertido los papeles. Rodney se ha suicidado, víctima de los remordimientos. Jenny, la viuda, le entrega el documental en el que participó a manera de catarsis. La información que recibe es importante para su trabajo literario, y conforme lo completa aparece de pronto el deseo concreto de convertirse en el amigo desaparecido, intentando “el álgebra de los muertos”: me quedo con su herencia: la mujer y el niño. Jenny lo ayuda a centrarse y le señala el sentido de su historia: no hay culpables, le dice, debes escribir y vivirás, pero no intentes resucitar a los muertos.

Las enseñanzas de Rodney germinan: cuando conoce la historia e interioriza al personaje, puede terminar su novela. La literatura le sirve de escudo porque logra sobrevivir gracias a la creación.

El círculo se cierra regresando al principio: el escritor español repite frases que pronunció Rodney años atrás en Urbana, lo cual se puede interpretar de dos maneras: o aprendió bien la lección de su maestro, o el maestro se ha reencarnado en él, por lo tanto adquiere sentido el primer párrafo. La suplantación se ha hecho realidad a través de la literatura. El escritor se ha convertido en su personaje. Por eso no dio su nombre, tomará el de su amigo muerto en una suerte de integración, o mimesis.

Al mismo tiempo la realidad se confunde con la ficción porque la novela que el escritor termina es la misma novela que Cercas escribe y nosotros leemos. Por eso la contundente frase final:

“Acaba así”. (pág. 304)

LOS AFECTOS:

La amistad es uno de los grandes temas en La Velocidad de la luz, es un vínculo enriquecedor. Por un lado la que mantiene el español con Falk que es una relación que alimenta, educa, orienta, al mismo tiempo que acompaña y divierte. Pero también es conmovedor el apoyo que le brinda Marcos Luna, el amigo de toda la vida, que sin reclamar nada a cambio, se preocupa por él, le deja sus cigarrillos de marihuana, lo alienta con su presencia y su cariño. Marcos Luna encarna la entrega incondicional.

Es importante señalar la carga positiva de los personajes femeninos. Serán las mujeres, en esta novela, las sensatas, las maduras, aquellas que ayudan a ubicarse a los hombres. La madre de Falk es la única que consigue mantener un diálogo afectuoso con su hijo cuando él regresa de la guerra. Y él, a cambio, le dedica todo su tiempo cuando ella se enferma, porque es la única que lo supo escuchar. Luego Paula, que no pierde la cabeza cuando su esposo se marea con el éxito. Patricia, la mujer de Marcos Luna, que lo pone en su sitio con mucha elegancia cuando él pretende seducirla. Y por último Jenny, que es quien lo guía para que termine su trabajo.

Los textos están tomados de la edición de Tusquets Editores, 1ª. Edición marzo 2005.