La Noche del Oráculo

Paul Auster

Autor: Paul Auster

La noche del oráculo recuerda al sombrero de un prestidigitador, sólo que en vez de conejos, de la pluma de Auster salen historias. La narración se desarrolla de manera trepidante, multiplicándose los relatos que, además, se contienen unos a otros. El lector se encuentra inundado por una avalancha de acontecimientos que se intercalan con asombrosa fluidez.

Primero aparece la historia de Sydney, luego la historia que Sydney escribe cuyo protagonista es Bowen, se cruzan las llamadas a pie de página con datos de la vida de Grace, surge la historia de John Trause que a su vez cuenta la historia de Richard. Bowen narra la historia de Ed Victory y de Rosa Leightman.

En paralelo, como parte del juego literario, hay por lo menos ocho textos dentro del texto: la novela de Sydney, El halcón Maltés de Dashiel Hammett cuyo personaje lo inspira, el manuscrito de Sylvia Maxwell titulado La noche del oráculo, el guión que escribe Sydney La máquina del tiempo y la novela con el mismo nombre de H. G. Wells, el manuscrito de John Trause El Imperio de los huesos, el poema sobre el niño ahogado del poeta francés y El laberinto de los sueños: vida de John Trause, escrita por James Gillespie.

La manera cómo el autor articula los discursos narrativos, y el ritmo vertiginoso, son el resultado de una prosa ágil y amena; que va creando, poco a poco, una sensación de creciente expectativa.

Sin embargo, no todo es pericia formal. La noche del oráculo es una obra interesante por la complejidad del contenido. Hay tres temas que se desarrollan a lo largo de la obra: el pasado como una realidad ineludible, el poder de las palabras, y la ciudad de Nueva York. Todo ello condimentado con un enfoque que pertenece al campo de la meta literatura. Me refiero a la reflexión constante que se plantea para descubrir cómo se arma y cómo se cuenta una historia; y los extraños vínculos entre la realidad y la ficción.

Las historias referidas son ecos de una explosión original que sería la primera frase de la novela:

“Había estado mucho tiempo enfermo”. (pág. 9).

A partir de ahí comienza la recuperación de Sydney, y al reengancharse a la vida descubrirá las contradicciones del mundo que no había sido capaz de percibir hasta sufrir el accidente. La cercanía dela muerte es determinante en el cambio.

Gracias a la convalecencia, el protagonista renace: comienza a desarrollar un espíritu crítico que se manifiesta en la curiosidad por ciertas cosas, descubre que lo perturban silencios que no había escuchado. Su cuerpo está débil, pero hay en él un impulso vital que lo lleva a recorrer la ciudad con una actitud alerta. De esa manera encuentra la librería de Mr. Chang, compra el cuaderno azul, y con el nuevo talismán en la mano, se siente a escribir.

INFLUENCIAS DE BORGES

Es recurrente en Auster el tema de la recuperación, los cambios producidos en las personas después de haber atravesado situaciones límites. Esto me recuerda a Borges, quien en el año 1939 tuvo un accidente grave: se hirió la cabeza y estuvo muy enfermo. Cuando se recuperó, decidió probar sus facultades intelectuales escribiendo un cuento por primera vez, ya que lo suyo, hasta el momento, había sido la poesía. Con la ironía que lo caracterizó, el escritor argentino sostuvo que si no lograba salir airoso de la prueba, sería por su desconocimiento del género, no por la disminución de su capacidad intelectual. No sólo salió airoso si no que, gracias a este reto, descubrió la literatura fantástica, y decidió apostar por la imaginación. El accidente dio un impulso importante a su vida literaria.

Auster sostiene que las coincidencias, los golpes del destino, y el azar, condicionan la vida de la gente, tanto como la educación que recibe, o la carga biológica con que nace. Esto es evidente desde el arranque de la novela, y hay en esta postura otra similitud con Borges:

“Normalmente echaba a andar en dirección norte, pero aquel día fui hacia el sur…” (pág. 11).

Si no fuera por el cambio de giro en su paseo habitual, no hubiera encontrado la librería, y por lo tanto no hubiera surgido la novela. El detonante es ese pequeño cambio de la rutina, un cambio casual y sin aparente importancia, pero significativo por la dinámica que genera.

El acontecimiento que precipita la recuperación es el descubrimiento de la librería, nueva en el barrio, regentada por un chino: Mr. Chang. Resultan, según las descripciones de Auster, bastante curiosos (¿extraños?) el local, el vendedor y el cuaderno:

-El local:

“La única fachada alentadora en una hilera de edificios mediocres y ruinosos”. (pág. 11).

-Mr. Chang también se sale de la norma:

“Pese al frío que hacía aquel día, (Mr. Chang) llevaba una camisa de manga corta”. (pág. 12).

-El ambiente está enrarecido y resulta misterioso:

“Yo era el primer cliente del día, y la quietud era tan absoluta que se oía el rasgueo d el lapicero del chino a mi espalda. Siempre que pienso en aquella mañana, el ruido del lápiz es lo primero que me viene a la memoria. En la medida en que la historia que me dispongo a contar tenga algún sentido, creo que ahí es donde comienza: en el lapso de aquellos breves segundos, cuando el ruido de aquel lápiz era el único sonido que quedaba en el mundo”. (pág. 12).

-El cuaderno no es igual a los otros cuadernos:

”…veintitrés centímetros y medio por dieciocho y medio, lo que lo hacía ligeramente más corto y más ancho que los cuadernos normales”. (pág. 13).

Estos elementos que sugieren cosas fuera de lo común, irán creando la atmósfera onírica de ciertas escenas.

Si analizamos las otras escenas en donde aparece Mr. Chang, ambas resultan poco verosímiles. Una interpretación posible es que éstas pertenezcan al mundo de las fantasías del protagonista:

-En la primera escena podría manifestarse el deseo de encontrar “algo” que le devuelva la escritura (la libraría y el cuaderno azul).

-La segunda (con la prostituta, en la casa de alterne a donde lo lleva Mr. Chang) podría estar moldeada por el deseo de constatar de que, a pesar de su amor por Grace, también es capaz de caer en la tentación como ella, y seguir amándola.

-Y la tercera, aquella escena en donde Chang le pega, podría significar la conciencia sucia de Sydney (la culpa) que lo castiga por haberse portado mal. Recordemos que Chang era el único testigo de su aventura con la prostituta.

Todas estas fantasías se producirían en la cabeza del personaje cuando sale fuera de casa a tomar aire fresco, (a nutrir su mente para la creación), buscando la recuperación final y el retorno a su trabajo literario.

Hay otras influencias de Borges en este autor norteamericano:

1.- La confusión entre lo aparente y lo real se consigue trasladando datos del autor (Paul Auster) a uno de los personajes, en un divertido juego de identidades: John Trause tiene la edad de Auster, es escritor como él, vive en el mismo barrio, y sus nombres tiene las mismas letras ordenadas de manera distinta).

-La posibilidad de tener más de una identidad:

*Las dos vidas de Bowen, el personaje del personaje.

*Las dos facetas de Grace:

– la mujer que Sydney ve, o quiere ver, estable, serena y apacible:

“…nunca había conocido a una mujer que irradiara tal serenidad, tanto aplomo en su manera de ser, como si hubiera alcanzado ya, sin haber cumplido aún veintisiete años, un estadio de existencia superior al resto de los mortales”. (pág. 28).

-Y la mujer torturada, llena de remordimientos, insegura, que se mantiene durante toda la novela angustiada, sin hablar de lo que le preocupa.

2.- La existencia del “otro”. Dice Auster, como diría Borges:

“…porque todos hemos pensado alguna vez en dejar la vida que llevamos, y porque en algún momento todos hemos deseado ser otro…” (pág. 23).

3.- La costumbre de iniciar la historia aportando datos concretos de la realidad objetiva, como si con ello pretendieran demostrar que los hechos que se narran son, en efecto, reales:

“El día en cuestión- 18 de septiembre de 1982- salí del departamento entre las nueve y media y diez de la mañana”. (pág. 11)

Sydney lo cuenta como un hecho que puede comprobarse, sin embargo la librería que encuentra en su paseo no resulta tan real, menos aún cuando al día siguiente, la librería en cuestión, ha desaparecido. Es lícito preguntarse: ¿la vio, Sydney, o la soñó?

4.- Otro guiño a Borges son los espejos literarios: una historia que genera otra historia, y ésta a su vez origina otra historia, y ésta otra… en un movimiento continuo hacia la eternidad. La idea que trabaja Sydney, sugerida por su amigo John, está basada en la historia de un personaje de Dashiel Hammet, llamado Flitcraft, de El Halcón Maltés, quien un buen día desaparece de su casa, renuncia a su pasado, y decide convertirse en otra persona. El Flitcraft de Auster será Bowen, quien, a punto de morir aplastado por una gárgola que se desploma en sus narices, abandona su vida y comienza una nueva. Hay un hecho similar que une a Sydney y Bowen: al inicio de los dos relatos, ambos han estado a punto de morir.

En la novela hay dos situaciones que pueden pertenecer al mundo sobrenatural, y las dos están relacionados con la actividad literaria:

– Cuando Sydney se encierra finalmente a escribir, Grace abre la puerta del cuarto y no lo ve: ¿estaba él tan concentrado que se hizo humo?

– En otra escena, cuando Sydney está escribiendo en el cuaderno azul, no oye el teléfono y luego se da cuenta que ha sonado porque hay mensajes en el contestador. ¿Había desaparecido, o simplemente no escuchó por estar inmerso en su trabajo?

¿La pasión literaria consigue que los espíritus se evaporen y leviten los cuerpos?

META LITERATURA

No es por casualidad que el protagonista de La noche del oráculo es un escritor. El será el vehículo para esta reflexión sobre el trabajo literario, que es un tema determinante en esta novela. Cuando Sydney crea a sus personajes, va explicando, generalmente en notas a pie de página, cómo se inspira en la realidad, qué cosas toma de su entorno, cuánto tiene Rosa Leightman de Grace, por ejemplo. Veamos algún párrafo al respecto:

“Había otras decisiones que tomar, desde luego, una multitud de detalles importantes que imaginar e incorporar a la escena, para darle plenitud y autenticidad, por contrapeso narrativo. ¿Cuánto tiempo lleva Rosa viviendo en Nueva York?, por ejemplo. ¿Qué hace allí? ¿Tiene trabajo? Y en caso afirmativo, ¿es importante para ella esa ocupación o simplemente un medio de ganar lo suficiente para pagar el alquiler? ¿Y en qué situación se encuentra en el plano amoroso? ¿Está soltera o casada, comprometida o sin compromiso, buscando algo o esperando pacientemente a que aparezca la persona adecuada? En un impulso pensé que fuera fotógrafa, o quizá ayudante de montaje, que tuviera un trabajo relacionado con imágenes, no con palabras, como el de Grace. Soltera, decididamente…” (pág.30-31).

Otro ejemplo que ilustra esta tendencia es cuando Sydney reflexiona por qué elige Kansas City para la huida de Bowen:

“Kansas City era una elección arbitraria para el destino de Nick; fue el primer sitio que me vino a la cabeza. Posiblemente porque estaba muy lejos de Nueva York, una ciudad perdida en lo más profundo del país: Oz, con toda su maravillosa fantasía. Sin embargo, una vez que puse a Nick de camino a Kansas City, me acordé del desastre del Hyatt Regency, un hecho real que había sucedido catorce meses antes…” (pág. 74).

Y es así, también, cómo la historia de Sydney y Grace se introduce en la novela: mientras Sydney escribe, aporta datos de su vida, intercalando ficción y realidad; realidad que es a su vez la ficción de Auster. Es tal la aparente confusión de identidades que el lector llega incluso a pensar que cuando Sydney habla de su vida, es el autor, Auster, quien está hablando de la suya.

Es importante señalar la fuerza con que se manifiesta el poder de la escritura. La ficción en la cual nos introduce Sydney (Bowen en su nueva vida, sus aventuras en Kansas City, su trabajo con Ed) existe hasta el momento en que el escritor, (Sydney, y en última instancia Auster), quiere que exista. Cuando detiene su pluma, y lo deja encerrado en el refugio antiatómico, se derrumba la historia, se detiene, se archiva, se echa a la papelera, y esto nos recuerda que es el escritor quien da vida a la ficción y que por lo tanto a él le debe TODO.

Sólo cuando Sydney rechaza la historia de Bowen, por estar en un punto muerto, se enfrenta a su conflicto personal con Grace. Escribir le permitía evadirse (¿por eso desaparece cuando escribe?), pero también escribir lo induce a comprender. De la mano de sus personajes percibe cosas, razona y finalmente decide encarar su matrimonio. Es a través de la literatura cómo establece conección con el pasado de Grace: escribe (imagina) aquello que sospecha que sucedió entre Grace y John. La escritura de sus suposiciones, será la catarsis para Sydney, y el comienzo del desenlace de la novela. La literatura lo ha liberado.

PASADO, PRESENTE, Y FUTURO SON INSEPARABLES

Sydney pretendió vivir ignorando el pasado de Grace. Pero el pasado no se puede enterrar bajo tierra, tampoco se puede cortar con tijeras para separarlo del presente. Este es el gran tema en La noche del oráculo. Cuando Sydney escribe, comprueba que su personaje Bowen no logra romper con su pasado y por haberlo intentado se queda (¿lo deja?) encerrado en el refugio antiatómico. Esta imagen del encierro, expresa claramente lo que le pasaría a su matrimonio si no descubre el secreto de Grace y enfrentan juntos lo sucedido.

Es tan importante el tema del tiempo, que es reiterativo: el guión que escribe Sydney para enviar a Hollywood tiene como argumento dos viajes simultáneos: uno al pasado, otro al futuro. Luego de algunas aventuras, termina así:

“Dos jóvenes que han renunciado a su pasado, preparándose para enfrentar juntos el futuro” (pág. 138).

Es John Trause (¿El alter ego de Sydney-Auster?) quien introduce la importancia del pasado y el peso que tiene en la vida de las personas. Lo hace también de una manera literaria cuando cuenta la historia de Richard, el primo de su mujer, quien se obsesiona con las imágenes que ve a través del estereoscopio. Lo que John trasmite entre líneas es que el pasado implica muerte, pérdidas, seres queridos que ya no están. Y también significa que el tiempo deja huellas, cicatrices, recuerdos que nos acompañarán siempre. Hay que saber guardar cierta distancia respecto al pasado, concluye Richard, porque si no se convierte en una obsesión e impide que el presente se asuma con naturalidad.

Hasta Chang tiene un pasado, como descubre Sydney cuando el chino le cuenta la historia de su familia durante la Revolución cultural.

Al mismo tiempo, Bowen crea a Ed como un personaje dedicado a “La oficina de Preservación histórica”, actividad que refleja una fijación con el pasado. Ed colecciona guías de teléfonos para guardar (en una caja fuerte= refugio antiatómico) los nombres de las personas que allí figuran. Parece una tarea absurda, pero es un registro auténtico del hombre contemporáneo. Es un esfuerzo por mantener vivo aquello que parece muerto.

Escribiendo su novela, y viendo cómo actúan sus personajes, Sydney constata que hay un pasado al cual no se le puede dar la espalda. Bowen es castigado ( el mismo Sydney lo castiga) por la osadía de negarlo. En el caso del otro personaje a quien ha dado vida, Ed, el pasado se convierte en una obsesión después de su triste experiencia en un campo de concentración nazi al finalizar la guerra. Esta obsesión lo lleva a la muerte.

EL PODER DE LAS PALABRAS

Cuando Bowen huyó a Kansas City, se llevó un manuscrito con él y lo leía de manera compulsiva: así como Bowen leía para olvidar su pasado, Sydney escribía para no enterarse del pasado de Grace. La literatura puede ser un medio de escape, de alejamiento de la realidad. ¿Qué extraño poder tiene la literatura?

Dice Sydney de Bowen:

“…hace todo lo que está en su mano para apartar la vista del pasado y concentrarse en el presente. Por eso se dedica a leer el libro. Por eso no deja de leerlo. Tiene que alejarse de los engañosos recuerdos de una vida que ya no le pertenece, y como el manuscrito exige una entrega total para ser leído, una atención absoluta tanto física como mental, por fin llega a olvidarse de quien era cuando se pierde en las páginas de la novela”. (pág. 76).

Agobiado por la creciente tensión de su mujer, conciente de que ella le oculta algo y que ese secreto la está torturando, desconcertado por su reacción ante la noticia del embarazo, Sydney, temeroso de perderla, decide resolver la situación a través de la literatura:

“Debía de haber una historia detrás de los desconcertantes cambios de humor de Grace, de sus lágrimas y sus enigmáticas palabras, de su desaparición el miércoles por la noche, del trabajo que le había costado llegar a una decisión con lo del niño, y esa historia, cuando me senté a escribir, empezaba y terminaba con Trause. Podía equivocarme, desde luego, pero a hora que la crisis parecía haber pasado, me sentía lo bastante seguro para considerar las más siniestras y perturbadoras posibilidades. Imagínatelo, dije parar mis adentros. Imagínatelo, y luego mira a ver lo que sale”. (pág. 226).

Sólo así, comprendiendo los hechos pasados, está en condiciones para enfrentar el futuro con su mujer. Por eso rompe el cuaderno.

Pero la literatura también puede ser un arma misteriosa e incidir en el futuro. Sydney recuerda la conversación que mantuvo con John muchos años atrás sobre un poeta francés que escribió un poema que “giraba en torno a un niño ahogado”.Dos meses después se ahogó su hija y él no volvió a escribir, espantado por el poder del poema. Sydney, en desacuerdo con lo que John sostenía, encontraba absurda la relación entre el poema y la realidad que éste pudo precipitar. Pero ahora, cambia de opinión y recuerda lo que le dijo John:

“_Los pensamientos son reales- sentenció. Las palabras son reales. Todo lo humano es real, y a veces conocemos las cosas antes de que ocurran, aunque nunca seamos conscientes de ello. Vivimos en el presente, pero el futuro está siempre en nosotros. Puede que el escribir no se reduzca a eso, Syd. No ha consignar los hechos del pasado, si no que hacer que ocurran cosas en el futuro”. (pág. 235).

En esta línea estaba el manuscrito de “El Imperio de los huesos”, que John escribió de joven. Trata de un triángulo amoroso en donde la mujer huye con el mejor amigo del marido. Como si John hubiera previsto el futuro, y al escribirlo, lo hubiera convocado.

El tema del futuro ya había aparecido en el manuscrito que Rosa Leightman le entrega a Bowen: un ciego tiene visiones y como ve que su mujer lo traicionará en el futuro, se suicida por temor a que aquella tragedia lo destruya.

Concluyendo, la literatura no sólo es poderosa, si no que, en consecuencia, es peligrosa. Al romper el cuaderno, se produce el desenlace: todo encaja, y aquellos personajes incómodos, que son testigos del adulterio de Grace, mueren: John, Jacob y el niño que ella esperaba (no se sabe bien de quién de los dos). Sólo queda la pareja, uno frente al otro, para volver a comenzar.

Es necesario señalar que Grace termina en el mismo estado en que comenzó Sydney: convaleciente, recuperándose de una crisis. Por eso el lector imagina, que gracias a eso, y teniendo en cuenta la simbología de la novela, ella florecerá.

La reconciliación y el perdón son posibles, porque:

“Con tal de que Grace me quiera, el pasado no tiene importancia” (pág. 232).

NUEVA YORK COMO ESCENARIO

La ciudad: sus barrios, el clima, la editorial, las cafeterías, el barrio chino, el tráfico, todo ello contribuye a crear la atmósfera adecuada de Nueva York.

A esto se suman los personajes y sus circunstancias: Mr. Chang representa a los inmigrantes asiáticos, la búsqueda del sueño americano, los talleres clandestinos, los negocios sucios, etc. Sydney es un descendiente polaco, otro elemento característico del “melting pot” tan característico de esta ciudad.

Los textos se han tomado de la edición de Editorial Anagrama 2004. Traducción de Benito Gómez Ibáñez.