La maravillosa vida breve de Óscar Wao

Junot Díaz

La maravillosa vida breve de Óscar Wao es el título de una novela dominicana escrita en inglés, interesante texto mestizo en donde se amalgaman la cultura caribeña y la cultura norteamericana de los inmigrantes que viven en el país del norte. Con ésta, su primera novela, Junot Díaz (1968), escritor dominicano afincado en Estados Unidos, ganó el Premio Pulitzer de narrativa en el año 2008.

El tema subyacente es la inmigración y lo que ello implica: la dificultad de cortar las amarras y romper con el mundo del pasado, y al mismo tiempo, la imposibilidad de desligarse de un país que les recuerda el subdesarrollo, la violencia, el machismo. Y no es que en Estados Unidos, en donde viven entre iguales rodeados de otros inmigrantes, estén liberados de estas lacras; no, ellas persisten como un mal que se les pega al cuerpo y al alma, y son conscientes de que es en Santo Domingo en donde se esconden los orígenes, la marca iniciática, la cuna del mito. Por lo tanto, los personajes de Díaz intuyen que la explicación de todos los males que arrastran tendrá que se ser ubicada en la isla lejana, aquella tierra exótica de los antepasados.

Este mestizaje también se da en el aspecto formal. Pongamos dos frases de la versión original, como ejemplo:

«You, stupid worthless no-good-hijo-de-la-gran-puta, are going home.» (pág. 302).

«The family doctora ruled out epidural hematoma…» (pág. 303). (*)

Una mezcla de dos idiomas para crear uno nuevo, distinto. La versatilidad del texto es asombrosa, salta de un léxico al otro con naturalidad porque quien habla ha interiorizado los dos, es la manera de hablar de los chicos dominicanos que crecen en New Jersey. La frescura de una prosa oral, chispeante y rítmica, es una cualidad que distingue a Junot Díaz, su marca de identidad.

Sin embargo Óscar, el protagonista, es un lector obsesivo, un muchacho que habla con tanta propiedad que nadie lo sigue. Por esta conducta poco común termina marginado por su medio, nadie sabe qué hacer con un chico tímido que quiere ser escritor, un joven que considera que el lenguaje es una herramienta con muchas posibilidades que necesita y quiere explorar. Esta faceta de su personalidad lo convierte en un nerd, un tipo ridículo, alguien que es capaz de utilizar una palabra de la jerga americana (copacetic, que significa «bien»), pero que la gente de su entorno no entiende:

«Se dejó caer. Estoy copacético.
No eres patético.
Dije copacético. Todos, sacudió la cabeza, me malinterpretan.» (pág. 194-5).

También podemos citar este diálogo, que casi parece un trabalenguas, pero demuestra el nivel de conocimiento que tenía Óscar de los recursos lingüísticos y el latín:

«¡Ave, Perro de Dios! Esa fue su bienvenida en mi primer día en Demarest.
Me tomó una semana descifrar lo que había querido decir.
Dios. Domini. Perro. Canis.
Ave, dominicanis.» (pág. 177).

El mundo caribeño

La mala suerte de la familia Cabral se debe, según la creencia popular de los dominicanos, a una maldición llamada fukú. El término viene de la expresión inglesa fuck you, cuya traducción literal al español es ¡que te jodan! Siendo así, el origen de los males vendría desde fuera del individuo o la familia, como un karma o un destino que se apodera de uno o de varios, y los arruina. Esta explicación exime a los hombres de responsabilidad, la culpa la tiene el fukú y contra eso no hay nada que se pueda hacer, una suerte de fatalismo:

«Cualquiera que sea su nombre o procedencia se cree que fue la llegada de los europeos a La Española lo que desencadenó el fukú en el mundo, y desde ese momento todo se ha vuelto una tremenda cagada. Puede que Santo Domingo sea el Kilómetro Cero del fukú, su puerta de entrada, pero todos nosotros somos sus hijos, nos demos cuenta o no.» (pág. 13).

Esto estaría en la misma línea de la mitología clásica en donde los dioses marcaban a los individuos con castigos caprichosos, por mala conducta o desobediencia a la divinidad. El fukú también sería una consecuencia de una falta a otro dios, al dios político que se convierte en el dueño y señor de la vida de sus súbditos:

«Incluso entre la gente educada se creía que cualquiera que conspirara contra Trujillo incurría en uno de los fukús más poderosos durante siete generaciones y quizá más. Solo con que se le ocurriera pensar algo malo obre Trujillo, ¡fuá!, un huracán barría a su familia hacia el mar, ¡fuá!, un canto rodado le caía del cielo y lo aplastaba, ¡fuá!,el camarón que comió hoy se convertía en el cólico que lo mataba mañana. Eso explica por qué todo el que intentó asesinarlo siempre acabó muerto, por qué esos tipos que por fin lo lograron pagaron con muertes espantosas.» (pág. 15).

Para defenderse de esta maldición destructiva, la creencia popular ofrece un arma arrojadiza:

«… solo hay una manera segura de detener la maldición, de evitar que el desastre te envuelva, solo un contrahechizo seguro que te mantenga a salvo a ti y a tu familia. Y o es de sorprender que sea una palabra. Una simple palabra (generalmente seguida por un enérgico cruce de los dedos índices).
Zafa». (pág. 18-9).

Estos temas como fukú y zafa sólo funcionan en una cultura en donde hay espacio, y respeto o fe, por lo mágico y lo sobrenatural. En una cultura sajona por ejemplo, como la norteamericana, estos argumentos no tendrían vigencia, sólo vale aquello que obedece a la lógica y a la razón. Otra variable importante a considerar en el mundo dominicano es la religión católica, práctica mayoritaria en Latinoamerica, pueblos fervorosos cuyos rezos funcionan como si se tratara de zafa, es la fe la que pide y espera, anulada la razón. Se trata pues, de creencias distintas, pero el mecanismo es el mismo, y en ciertos momentos la piedad mezcla todo, como le sucede a La Inca:

«La Inca sentía el peligro de modo palpable, íntimo. Y quizá fuera la tensón de su último rezo pero, cada vez que le echaba un vistazo a la muchacha, podría jurar que tenía una sombra justo detrás del hombro que desaparecía tan pronto trataba de enfocarla. Una sombra oscura y horrible que le desgarraba el corazón. Y parecía estar creciendo.

La Inca necesitaba hacer algo, así que aunque todavía no recuperada de su gran Ave María, pidió ayuda a sus antepasados y a Jesucristo. Rezó de nuevo. Pero además de eso, para demostrar su devoción, hizo ayuno. Como la Madre Abigail. No comió nada salvo una naranja, no bebió nada que no fuera agua. Después de ese último consumo de piedad, su espíritu quedó alborotado. No sabía qué hacer. Tenía la mente de una mangosta pero, en fin, no era una mujer de mucho mundo. Habló con sus amigos, que estaban a favor de enviar a Beli al campo. Estará segura allí. Habló con su sacerdote. Debes rezar por ella.

Al tercer día, le vino. Soñaba que ella y su marido difunto estaban en la playa donde él se había ahogado. Él estaba prieto otra vez como siempre en verano.
Tienes que sacarla de ahí.» (pág. 165).

El mito o la leyenda ofrecen también respuestas en el Caribe: será la mangosta quien le señale el camino a Beli para salir del cañaveral, o por lo menos el hecho queda registrado de esa manera; y será otra vez la mangosta quien impide el suicidio de Óscar, o es así como él lo recuerda, o mejor dicho, como él lo cuenta:

«No puedo decir si lo que cuento es producto de la imaginación sacudida de Beli o algo enteramente distinto… Pero cualquiera que sea la verdad, recuerden: los dominicanos son caribeños y, por lo tanto, muestran una tolerancia extraordinaria hacia los fenómenos extremos.» (pág. 156).

Me gustaría mencionar otro rasgo de la cultura caribeña que resalta Lola en oposición a su vida en USA, postulado que es cuestionable como propio de una cultura determinada, habrá quien sostenga -y yo me incluyo- que esto es un principio universal, aplicable a todos los seres humanos:

«Hay algo con que siempre se puede contar en Santo Domingo. No con las luces, no con la ley.
Con el sexo.
Eso nunca falla.» (pág. 210).

Lola recrea una escena intentando hacer una síntesis de las diferencias culturales entre los dominicanos y los norteamericanos, ella habla de negros y blancos, y su reflexión es producto de la rabia almacenada contra su madre y la frustración por su mala relación con ella:

«Tenía la esperanza de tropezarme con mi familia, poniendo volantes con mi foto por todo el malecón: mi mamá, la más alta, la más negra y la más tetona de todas; y Óscar, una enorme bola morena; mi tía Rubelka; quizá incluso mi tío si lograban alejarlo de la heroína el tiempo suficiente para hacer el viaje. Pero lo que más se acercó fueron unos volantes que alguien había puesto buscando un gato perdido. Así son los blancos. Pierden un gato y hacen sonar la alarma y hay titulares en primera plana, pero nosotros, los dominicanos, perdemos una hija y puede que ni cancelemos la cita en la peluquería.» (pág. 76-7).

Creo que no debemos dejar de mencionar la elección de los nombres propios, un acierto de Junot Díaz, porque los centroamericanos tienden a elegir para sus hijos nombres compuestos como Hypatia Belicia, o nombres que recuerdan personajes famosos como Abelard o Arquímides, nombres rebuscados como Rubelka, y nombres con ortografías como Ibón, o Yunior. Y por supuesto los apodos, tan comunes en toda Latinoamérica, como La Inca.

El antihéroe que se convierte en héroe

Óscar, el protagonista, no responde para nada al prototipo del héroe dominicano: es gordo y fofo, no tiene malicia, le gustan los libros de ciencia ficción y los juegos de rol y no sabe ligar con las mujeres. En realidad es la antítesis del macho latino. Su incapacidad para comunicarse con el mundo que lo rodea lo convierte en un tipo raro, un nerd, alguien ridículo y fuera de lugar. Yunior, amigo de su hermana, intenta ayudarlo, sabe que hay algo rescatable en él, un elemento que Yunior detecta porque ambos comparten un ideal: quieren ser escritores. Por un desengaño amoroso, Óscar decide suicidarse pero ni en eso tiene éxito. La persistencia de su amigo irrita a Yunior, quien abandona. Solo y sin nadie que lo proteja, la vida es aburrida, la literatura de género y los cómics son su refugio, Óscar es un muchacho triste. Su liberación la encontrará en Santo Domingo cuando se enamora de Ibón, una puta dominicana por quien entrega su vida. Después de haber descubierto eso que le estuvo vedado, ¡la belleza, la belleza!, Óscar prefiere morir a vivir sin ella.

Óscar es un personaje complejo, acepta sus limitaciones e intenta vivir en una familia en donde las mujeres son las que mandan reclamando, silenciosamente, un espacio propio para desarrollar sus aficiones. En general, los protagonistas literarios son seres que inspiran admiración, respeto, cariño, ternura, deseo de emularlos, deseo de conocerlos, en fin, cosas de todo tipo e intensión. Óscar es diferente, no mueve al lector hacia lugares concretos, pero sí reclama atención y exige respeto. Será su muerte lo que lo enaltece. Es final cuando el protagonista crece. Sabe lo que le espera pero no quiere renunciar a lo que más desea: después de ese fin de semana con Ibón, Óscar rechaza la vida, está listo para dejar este mundo. Final coherente, final de anti héroe que lo convierte, casi en las últimas líneas, en héroe romántico por derecho natural.

Temas

Son varios los temas que enriquecen el contenido de La maravillosa vida breve de Óscar Wao. En primer lugar, la violencia en su aspecto político: la recreación de la época de Trujillo, dictadura abusiva e injusta de un señor que se creyó dueño y amo absoluto de todo y de todos y como tal, ejerció sus derechos ayudado por un ejército servil. La secuela es tan tremenda, que desaparecido Trujillo, queda la costumbre: Óscar muere de una paliza que le dan los amigos del capitán celoso, un eco, una prolongación, la fuerza del abuso institucionalizado.

Pero la violencia tiene otras facetas también, la sociedad es violenta con los débiles y en los colegios se tortura al chico más vulnerable. Óscar es víctima de este sistema. Y Beni también fue maltratada de niña, violentada y machacada por huérfana y paria.

El machismo es otro de los grandes temas en esta historia centroamericana. Las desgracias de muchas de las mujeres en la novela se deben a sus hombres: ellos mandan, ellos eligen, ellos ejecutan, ellos seducen y luego abandonan. Yunior es un ejemplo de esta postura machista, se cree con derecho a la infidelidad porque se lo pide el cuerpo, no respeta a sus parejas, exige pero no concede. Por eso llama tanto la atención el perfil psicológico de Óscar, que es todo lo contrario. En la familia Cabral, son las mujeres quienes dan miedo: ellas son bravas, rebeldes, gritonas, mandonas, agresivas. Su madre, Beli, ha tenido que reinventarse en estados Unidos, huyendo de un hombre, toda su energí ha sido encauzada con rabia y dolor, lucha como una leona. Pero eso también va contra el mito machista, tan arraigado en Latinoamérica: las mujeres de la familia Cabral son eficientes pero no cariñosas, son duras pero no son tiernas, trabajan pero no miman. Es una visión interesante que responde a una mirada reflexiva sobre las mujeres latinoamericanas y rescata su esencia. En el prototipo superficial, en lo externo, ellas son suaves, consentidoras, generosas hasta despojarse de su propia identidad. Pero su esencia es otra: son las que sostienen al entramado familiar, las que tienen la fortaleza para enfrentarse a los desvaríos de la vida, las que defienden con las uñas el ámbito familiar. Si recordamos a Úrsula Iguarán, el prototipo de «la madre» en Cien años de soledad, tenemos a una mujer que deambula por las calles de Macondo, con los puños en la cintura, evitando que el pelotón de fusilamiento termine con la vida de su hijo Aureliano, es la única que se atreve a enfrentar a los militares victoriosos. Úrsula es el eje y sostén de los Buendía, aunque su lugar sea la cocina de la casa, nunca la vemos sonreír, ni coquetear, ni siquiera peinarse, tampoco haciendo mimos a sus hijos o nietos. Úrsula organiza la industria de galletas de fabricación casera, y da de comer a propios y ajenos, es trabajadora, eficiente, efectiva. Lo mismo que intenta Belicia Cabral, quizá con menos suerte, porque Beli es una inmigrante golpeada y encontrará siempre fuera de lugar.

La inmigración se impone como un tema que nos hace reflexionar. El temor a la pérdida de una identidad y la necesidad de comenzar una vida nueva es un esfuerzo mayor que consume energías. Beli tiene dos trabajos, centra su vida en salir adelante en un medio extraño y se arruina en el intento. No consigue retener a su marido, tiene problemas de comunicación con Lola, tampoco acierta con la educación de Óscar, lo protege pero no lo entiende, lo trata como a un bebé. El sufrimiento de Beli, la experiencia con el Gángter y antes, con el fin tan brutal de su familia y su venta a extraños, han podido con ella. Desde joven, a pesar del cariño de La Inca, la sombra de la tragedia familiar y el horror la ensombrecen:

«Todo lo que tenía que ver con su vida actual le molestaba; quería, de todo corazón, algo más. No tenía ni idea de cuándo había anidado en ella por primera vez ese descontento, pero más adelante le diría a su hija que había estado ahí toda la vida, ¿y quién sabe si era verdad? Tampoco tenía muy claro qué quería exactamente: una vida propia e increíble, sí; un marido guapo y rico, sí; hijos hermosos, sí; un cuerpo de mujer, sin duda. Aunque si me hubieran preguntado, hubiera dicho que lo que quería, más que cualquier otra cosa, era lo que había querido durante toda su niñez perdida: escapar.» (pág. 89).

A Belicia Cabral, desde que fue una niña abusada, la consume la rabia. Y su propia condición de mujer golpeada. El sueño de la huida es eso, sólo un sueño, en la realidad no se huye, las cicatrices no se borran. Lo dice Lola cuando fantasea sobre su vida y hace una reflexión interesante y profunda sobre la búsqueda de otros horizontes:

«Hubiera vivido lejos. Hubiera sido feliz, de eso estoy segura, y nunca hubiera tenido hijos. Me hubiera puesto prieta al sol,sin evitarlo, y me hubiera soltado el pelo con todos sus rizos y ella me hubiera pasado por el lado en la calle y nunca me hubiera reconocido. Ese era el sueño que tenía. Pero si estos años me han enseñado algo es esto: nunca se puede escapar. Jamás. La única salida está por dentro.» pág. 212).

Para terminar con el tema de la inmigración, y como el humor está siempre presente siendo los mismos personajes quienes sonríen con sus propias travesuras y de sus propios límites, recordemos la imagen de inmigrante exitosa -económicamente hablando- que da Óscar de su madre:

«… nadie estaba más hilarante que su mamá, que se había arreglado como si tuviera audiencia con el mismísimo Rey Don Juan Carlos de España. De haber tenido un abrigo de piel, lo hubiera llevado, cualquier cosa para hacer ver desde cuán lejos venía, para acentuar cuán diferente era del resto de los dominicanos. Óscar, al menos, nunca la había visto tan arreglada y elegante. Ni actuando tan comparona. Belicia mortificaba a todo el mundo, desde la gente del check-in hasta los asistentes de vuelo, y cuando se sentaron en sus asientos de primera clase (ella pagaba) miró a su alrededor como escandalizada: ¡Esta no es gente de calidad!» (pág. 274).

Estructura

Quien narra la novela es Yunior, enamorado de Lola y amigo de Óscar, candidato a escritor. Yunior es la antítesis de Óscar, es el típico chico dominicano adolescente fascinado con el poder del sexo, obsesionado con las mujeres, adaptado al medio norteamericano, dispuesto a comerse el mundo. La experiencia de haber conocido a Óscar y consciente de ser el único que lo valora por sus conocimientos y por su integridad, hacen de Yunior el narrador natural de esta novela, que es, desde el punto de vista argumental, la historia de la familia Cabral.

Tenemos capítulos narrados en primera persona cuando Lola, por ejemplo, cuenta el momento crucial en que su madre le enseña el tumor del pecho; o su viaje a Santo Domingo. También utiliza la primera persona en un capítulo titulado: «Ibón, según apuntes de Óscar». Y en otros cuando Yunior retoma la narración para organizar la información y recordarnos que él es el autor: ojo, este es mi relato, soy yo quien lo escribe.

El resto de los capítulos están en tercera persona, en donde el Yunior toma la distancia del narrador omnisciente.

En general, en las novelas las notas a pie de página se utilizan para dar información adicional, a veces es el editor quien señala algún detalle que considera importante añadir, otras es el autor. Las notas a pie de página son como un apéndice, un extra. En La maravillosa vida breve de Óscar Wao, funcionan de una manera distinta, son parte del cuerpo de la novela. Gracias a ellas conocemos los hechos históricos con datos concretos bien documentados, es la constatación del mundo real, elemento importante para redondear el contenido de la ficción. En este caso no son un extra, son un elemento esencial.

La obra está dividida en capítulos y cada capítulo a su vez contiene partes con títulos que recuerdan novelas de ciencia ficción o juegos de rol. Los títulos de estas partes emulan el lenguaje de estos géneros. Hay un guiño a esta literatura, comúnmente considerada de bajo nivel, despreciada por la crítica literaria. Sin embargo, todos sabemos que los jóvenes beben de estas fuentes, es lo que hay en las pantallas de sus juegos, es lo que ellos consumen. Junot Díaz lo sabe y lo recupera como forma literaria, incluso usa giros propios de esta literatura creando un discurso similar, intentando contar la vida de la familia Cabral como si fuera un cómic. Es un riesgo, pero Díaz lo asume: ¿si cambio el contenido, si lo mejoro, si lo trabajo, funcionará? Los jueces del Premio del Círculo de Críticos Nacional del Libro dijeron que sí al otorgarle el galardón el año de la publicación, 2007. Los jueces del Premio Pulitzer ratificaron su valía, el 2008, al elegirlo como el mejor.

(*) En la traducción al español, Achy Obejas utiliza giros que toma del inglés y los transforma en un español muy particular: «fokin», «bróder», o expresiones mixtas como «El soundtrack de risas» o «business suit en los mítins». También encontramos en la versión traducida palabras de la jerga dominicana como «jeva», «pana», «asarao», «el caminao», «guanguas», entre otras.

Los textos han sido tomados de la edición de DEBOLSILLO, Random House Mondadori, 2012. Traducción de Achy Obejas.

Las dos frases del original en inglés han sido tomadas de la edición de Riverhead Books, publicada por el Penguin Group.